En el laberinto
Hoy d¨ªa muy pocos artistas son capaces de realizar obras que posean suficientes cualidades f¨ªsicas y aleg¨®ricas como para ofrecer una presencia contundente, un dominio de la materia y la forma o insinuar contenidos ricos en temas y referencias. Estas cualidades se encuentran presentes, sin embargo, en algunos trabajos de Cristina Iglesias, como por ejemplo en la instalaci¨®n que ahora presenta en el Museo Ludwig.
Como si fueran las grilles de un jard¨ªn unas enormes celos¨ªas trenzadas, que parecen tejidas con esparto o c¨¢?amo, encierran un recinto formando una especie de intrincado baldaqu¨ªn cuyos muros y techo, unas cortinas met¨¢licas que cuelgan pesadamente, conforman tres corredores colgantes que se perciben como un laberinto. Con sutileza la luz se filtra por las rendijas de las rejillas proyectando sobre el suelo unos signos que, conformando virtuales renglones, escriben enigm¨¢ticos mensajes. Quien penetra en este espacio, que ocupa una sala c¨²bica del Ludwig, se encuentra inmediatamente transportado a un mundo de ilusiones y alegor¨ªas en el que la escritura de las sombras, la arquitectura de flotantes muros y las insinuaciones y referencias a otros ¨¢mbitos geogr¨¢ficos y momentos de la historia se entretejen, como lo hacen las fibras vegetales de los paneles colgantes que constituyen la morada, para crear una obra de singular atractivo por la simplicidad de su planteamiento y la riqueza de sus sugerencias.
CRISTINA IGLESIAS
Museum Ludwig Bischofsgartenstrasse, 1 Colonia Hasta el 25 de junio
El inter¨¦s por la arquitectura se detecta en el trabajo de Cristina Iglesias desde sus primeras obras, que estaban construidas con columnas, muros, arbotantes, techos y lucernarios, pero estos elementos hoy los podemos entender como simples veh¨ªculos formales para aproximarse a los dos grandes principios del conocimiento kantiano: el espacio y el tiempo. En una obra madura, como es esta que comento, lo arquitect¨®nico se manifiesta conformando unos muros y un techo que cuelgan, flotando sobre el suelo, ocupando por completo la sala c¨²bica, para formar un espacio laber¨ªntico en el que el espectador es invitado a penetrar, implicando as¨ª su cuerpo en la experiencia de la obra y completando su sentido con el paseo por estos corredores.
El laberinto es un artificio que tiene la facultad de multiplicar el espacio al generar diferentes recorridos posibles sobre una superficie reducida. Un espacio vac¨ªo y acotado se puede entender con una simple mirada, pero un laberinto reclama un tiempo y un esfuerzo de inteligencia para llegar a su comprensi¨®n. Cuando Cristina Iglesias propone un laberinto no est¨¢ buscando confundir al p¨²blico, ya que el trazado de ¨¦ste es muy sencillo, sino excitar la imaginaci¨®n de quien penetra. Estos muros colgantes son permeables a la visi¨®n y a la vez ofrecen resistencia al paso del cuerpo que debe recorrer el interior de la obra para poder llegar a comprenderla. Pero la sensaci¨®n de laberinto no se genera s¨®lo con la percepci¨®n f¨ªsica de los muros que dividen el espacio, sino que se acent¨²a con el empleo de la luz que atraviesa las celos¨ªas recorriendo tambi¨¦n unos trayectos, no menos laber¨ªnticos, para terminar escribiendo en el suelo signos jerogl¨ªficos como resultado de la superposici¨®n de rayos procedentes de diferentes focos que se cruzan, entretejiendo en el suelo una alfombra de sombras.
El arca¨ªsmo en la manua
lidad del tejido metalizado y un cierto ambiente oriental, que sugiere una tienda en el desierto o la celos¨ªa de una ventana ¨¢rabe, confieren a esta obra una dimensi¨®n que transporta la imaginaci¨®n. Por otra parte, ante esta obra se hace inevitable recordar aquellas novelas de Alain Robbe-Grillet tituladas La celos¨ªa y En el laberinto en las que el autor y te¨®rico franc¨¦s del nouveau roman intenta un nuevo tipo de escritura, una narraci¨®n en la que la trama y la acci¨®n tradicionales quedan supeditadas a la urdimbre literaria y no al rev¨¦s, de manera similar Cristina Iglesias parece ensayar un tipo de obra pl¨¢stica en la que lo material y lo espacial, lo s¨ªgnico y lo aleg¨®rico, lo formal y lo conceptual se re¨²nan en una instalaci¨®n que completa el c¨ªrculo de insinuaciones o referencias, generando una obra que ofrece nuevas posibilidades a la escultura, un arte que atraviesa por momentos dif¨ªciles. Con este esfuerzo se aparta de la t¨®nica de banalidad que inunda la escena actual del arte espa?ol.
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