Francia lucha por un modelo social en crisis
La ola de protestas contra el contrato juvenil revalida la resistencia de los franceses a los cambios
Los analistas y expertos franceses se?alan muchos errores en la elaboraci¨®n por el Gobierno de Dominique de Villepin del famoso Contrato Primer Empleo (CPE), que permite el despido sin justificar de los menores de 26 a?os durante los primeros 24 meses. Pero la raz¨®n de fondo es que el CPE encarna todos los demonios que la sociedad francesa lleva intentando exorcizar sin ¨¦xito desde que la globalizaci¨®n de la econom¨ªa y el cambio de paradigma internacional convirti¨® a Francia en un pa¨ªs europeo m¨¢s: importante y rico, pero ni central ni decisivo.
Los franceses detestan a sus clases dirigentes, y desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, en cada cita con las urnas, se pronuncian en negativo votando en contra de quienes ocupan el poder. Este mecanismo compulsivo tuvo su expresi¨®n m¨¢s delirante en las presidenciales de 2002. En la primera vuelta el voto se desperdig¨® de tal modo que el primer ministro socialista Lionel Jospin, supuesto favorito para enfrentarse al presidente Jacques Chirac en la segunda vuelta, se qued¨® fuera, y su lugar lo ocup¨® el ultraderechista Jean Marie Le Pen.
Las voces de denuncia contra este inmovilismo aumentan, pero siguen sin ser escuchadas
Chirac empez¨® su segundo mandato de una forma un tanto extra?a: fue el presidente m¨¢s votado de toda la V Rep¨²blica, gracias a que el electorado de izquierdas se conjur¨® para cerrarle el paso a Le Pen, pero ha sido uno de los presidentes menos votados en la primera vuelta. No es extra?o que ahora, en su fin de mandato, se le acumulen los desastres.
Quiso someter a refer¨¦ndum la Constituci¨®n europea, despu¨¦s de haberse pasado toda su carrera pol¨ªtica acusando a Europa de todos los males de Francia. En mayo de 2005 se encontr¨® con un gran no, que en realidad le iba dirigido a ¨¦l mismo. A continuaci¨®n, en junio, cay¨® el jarro de agua fr¨ªa: Londres derrot¨® a Par¨ªs en la batalla por los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012. Luego lleg¨® el gran susto del oto?o: los j¨®venes m¨¢s marginados se rebelaron y, literalmente, incendiaron las periferias pobres de las grandes ciudades.
Y ahora, un detalle, un art¨ªculo de una ley que instauraba un contrato laboral destinado precisamente a estos j¨®venes sin formaci¨®n, cuya tasa de desempleo supera el 50%, y que abr¨ªa una peque?a brecha en el r¨ªgido modelo laboral franc¨¦s, ha derivado en una protesta social masiva que ha sacado a la calle a millones de personas y mantiene cerradas las universidades e institutos. [Esa batalla se trasladar¨¢ al Parlamento: el partido gobernante Uni¨®n para el Movimiento Popular] anunci¨® ayer, tras reunirse con Villepin, que presentar¨¢ una proposici¨®n de ley para modificar el CPE; mientras, la oposici¨®n de izquierda presentar¨¢ otra para derogarlo, informa Efe].
En Francia, donde todo es ideolog¨ªa y la econom¨ªa es una ciencia con mala fama, se ha instalado ahora una cultura de la negaci¨®n, un repliegue hacia un pasado ideal que nunca existi¨® y la sensaci¨®n de que el futuro ser¨¢ peor. La consigna es: no, que nada se mueva, pase lo que pase. Las voces que denuncian este inmovilismo aumentan, pero siguen sin ser escuchadas. El ministro del Interior y presidente del partido gubernamental, Nicolas Sarkozy, que en un momento se proclam¨® rupturista y anunci¨® que estaba dispuesto a cambiar el modelo franc¨¦s, aunque ahora se muestre mucho m¨¢s moderado, los bautiz¨® como "declin¨®logos".
Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estrat¨¦gicas (IRIS), asegura que la existencia de declin¨®logos en Francia es casi una tradici¨®n. "Ya exist¨ªan durante la guerra de los Cien A?os, se les llamaba los poetas de la deploraci¨®n", explica, "Francia siempre ha necesitado un espejo en el que mirarse y al que le pregunta: ?todav¨ªa soy guapa y joven?". Y en su opini¨®n, la actual crisis en torno al CPE no es m¨¢s que otro cap¨ªtulo de "la ruptura total entre las ¨¦lites y las masas que ya qued¨® plasmada en el resultado del refer¨¦ndum".Boniface considera que las manifestaciones de estos d¨ªas contra el CPE no est¨¢n manipuladas, "no las ha organizado la izquierda, que ni siquiera se est¨¢ aprovechando de la situaci¨®n", sino que son muestra de esta inquina de las clases populares contra sus dirigentes.
"La econom¨ªa de mercado y la globalizaci¨®n han sido siempre presentadas por las ¨¦lites como algo que exig¨ªa una adaptaci¨®n en forma de deterioro de las condiciones de vida, ni siquiera se han molestado en explicar que la econom¨ªa de mercado es creadora de empleos, sino todo lo contrario, que hay que pagar menos a los asalariados. As¨ª no es extra?o que haya este rechazo popular", explica. Tres de cada cuatro j¨®venes franceses sue?an con ser funcionarios p¨²blicos, seg¨²n una reciente encuesta del Senado. El problema es que en Francia ya hay cinco millones de funcionarios (casi seis, si se incluyen todos los empleos p¨²blicos) cuyo peso contribuye de forma determinante a una deuda p¨²blica por encima del 120% del PIB, que supera con creces el bill¨®n de euros. S¨®lo el Ministerio de Econom¨ªa y Finanzas tiene 150.000 funcionarios. Pero no son los ¨²nicos que viven de las arcas del Estado. En Francia hay 3,5 millones de parados y 1,5 millones de eremistas (que reciben el Ingreso M¨ªnimo de Inserci¨®n, RMI en sus siglas en franc¨¦s).
"Claro que quieren ser funcionarios", replica Boniface, "si uno es joven y quiere alquilar una vivienda o conseguir un cr¨¦dito para amueblarla, s¨®lo lo obtendr¨¢ si ense?a a la casera o en el banco que es funcionario, porque ahora ya no hay empleos fijos para los j¨®venes". Al director del IRIS no le extra?a que los j¨®venes desconf¨ªen de los empresarios, que la iniciativa privada tenga mala prensa, "porque ven c¨®mo sus beneficios aumentan de forma casi obscena y a cambio s¨®lo piden que sean los dem¨¢s los que hagan sacrificios, mientras que ellos se procuran contratos blindados con cl¨¢usulas millonarias".
El soci¨®logo Louis Chauvel considera que la generaci¨®n que sale ahora a la calle no est¨¢ representada en las instituciones y no puede defenderse. "Los titulares de un mandato sindical o pol¨ªtico a plena dedicaci¨®n ten¨ªan 45 a?os en 1982 y 57 en 2000". Y hace los siguientes c¨¢lculos: "La diferencia de la remuneraci¨®n media entre un treinta?ero y un quincuagenario ha pasado de ser un 15% en 1997 a un 40% en 2000".
Los ¨²ltimos del capitalismo
Es un hecho que a los franceses, mayoritariamente, no les gusta la econom¨ªa de mercado. En el pa¨ªs del lujo, de las grandes marcas de ropa y joyas, donde m¨¢s restaurantes cargados de estrellas hay por metro cuadrado, el capitalismo est¨¢ mal visto. En un sondeo de la Universidad de Michigan realizado en 20 pa¨ªses acerca de la percepci¨®n de si el sistema de libre empresa y de econom¨ªa de mercado es el mejor para el futuro, Francia ocupa el ¨²ltimo lugar. Un 36% de sus ciudadanos cree que s¨ª, mientras el 50% se pronuncia en contra. S¨®lo en Francia son mayor¨ªa quienes no creen en la econom¨ªa de mercado. Los chinos son los m¨¢s entusiastas defensores del capitalismo (74% a favor y 20% en contra). Los espa?oles ocupan la 11? posici¨®n (63% a favor y 28% en contra).
Otra encuesta del German Marshall Fund tambi¨¦n se?ala a la sociedad francesa como la m¨¢s reacia a la mundializaci¨®n de la econom¨ªa, acusada de todos los males del pa¨ªs por un 74% de los encuestados. Un sentimiento, seg¨²n el soci¨®logo Fran?ois Dubet, especialmente presente entre quienes se consideran los "perdedores de la historia", tanto en los sectores tradicionales en recesi¨®n como en el seno del Estado, "que piensa que su posici¨®n central se est¨¢ erosionando".
La situaci¨®n actual, seg¨²n Dubet, tiene similitudes con la de la d¨¦cada de 1930, en la que imperaba un sentimiento derrotista, "de fin de la naci¨®n y de desaparici¨®n de la potencia". La gran mayor¨ªa de los franceses, asegura, cree que el ma?ana ser¨¢ peor que el presente y que el pasado era ciertamente mejor. Pero esto es falso, replica, a todos los niveles: prosperidad, esperanza de vida, sanidad, educaci¨®n. "Pero la utop¨ªa est¨¢ detr¨¢s de nosotros", admite.
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