Elogio de la peineta
Soy un ciudadano bastante mayor, aunque no tanto como van diciendo por ah¨ª mis amigos y mi esposa, que es una santa, pero ex¨®tica. Para no crear problemas conyugales, siempre accedo a sus caprichos. El viernes se empe?¨® en llevarme a una juerga flamenca, a sabiendas de que soy castellano viejo con serias dificultades para bailar una humilde jota. Ella procede de Girona, pero acude con asiduidad a una academia de sevillanas y me tiene la cabeza borracha de casta?uelas. Mi se?ora es muy culta. Lleva cinco a?os estudiando las costumbres hind¨²es y es una experta en los sijs del Estado de Punjab, al noroeste de la India. El viernes, utilizando sus sibilinas armas de mujer, me visti¨® de guerrero sij para ir a la juerga mencionada.
La verdad es que me pill¨® en un momento en que estaba dispuesto a todo para ahuyentar la melancol¨ªa y la c¨®lera a que me someten los alba?iles que trabajan en el piso de abajo y los martillos hidr¨¢ulicos de la calle. Ese d¨ªa, adem¨¢s, me gan¨® al billar alevosamente mi rival m¨¢s maquiav¨¦lico. Y me robaron el coche. Y tuve una bronca con la presidenta de la comunidad de vecinos. Y me mordi¨® un perro. Y una paloma deposit¨® sus excrementos en mi calva. Y un taxista locuaz me intent¨® convencer de que todo va de la peor forma posible. Y una gitana me ech¨® la malaventura. ?Este Madrid me mata! Pero mi mujer logr¨® el milagro con esta frase: "Norberto, la vida es absurda. Hay que afrontarla atacando con el absurdo y con la risa. Vamos a re¨ªrnos, amor m¨ªo, y as¨ª nos olvidamos un rato de toda esta bazofia. ?T¨² eres un guerrero sij y yo soy la duquesa de Benamej¨ª!".
As¨ª irrumpimos en el sarao, provocando consternaci¨®n entre los asistentes a la juerga. Y es que me dej¨¦ vestir por mi se?ora sin fijarme en lo que ella iba poni¨¦ndome encima. Sepan ustedes que los guerreros sijs se atienen a la regla de las cinco "kas": no cortarse la barba ni el pelo (kes); usar los pantalones cortos de los soldados (kach); un brazalete de hierro para protegerse del demonio (kara); una daga de acero (kanda) y una peineta (kanga).
Acudo al lavabo. Miro al tipo del espejo. Me da un ataque de risa y una angina de pecho. En la ambulancia me desternillo con la peineta. Si usted desea sobrevivir, p¨®ngase peineta alguna vez.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.