Inmigraci¨®n y mesura
Arden las emociones sobre la inmigraci¨®n en Estados Unidos ante una controvertida ley que acaba de aprobar el Senado en comisi¨®n con 12 votos a favor y 6 en contra. Unos la consideran una f¨®rmula razonable de integraci¨®n y lucha contra la inmigraci¨®n ilegal, y otros, una amnist¨ªa encubierta que inevitablemente multiplicar¨¢ el efecto llamada. La Administraci¨®n de Bush, ante la constancia de que el Partido Republicano se halla dividido ante esta ley, est¨¢ confusa y sugiere f¨®rmulas alternativas que no parecen sino improvisaciones. M¨¦xico, el pa¨ªs m¨¢s afectado por cualquiera de estas medidas, ha recibido la visita en Canc¨²n del titular de la Casa Blanca para entrevistarse con su hom¨®logo, Vicente Fox.
Las palabras conciliadoras no ocultan que M¨¦xico no podr¨ªa digerir medidas de represi¨®n masiva contra la inmigraci¨®n como las que inclu¨ªa el proyecto aprobado por la C¨¢mara de Representantes. Unos permisos temporales condicionados por los contratantes dejar¨ªan a los inmigrantes a plena merced del patr¨®n, que controlar¨ªa pr¨¢cticamente su permiso de estancia. En todo caso, la nueva ley, que exige pasos en la integraci¨®n ling¨¹¨ªstica y cultural, certificado de buena conducta durante 11 a?os en la pr¨¢ctica y una multa por entrada ilegal en el pa¨ªs, no puede considerarse, salvo en obsceno disparate, como amnist¨ªa o medida incentivadora salvo para quien quiera ser un ciudadano norteamericano ejemplar.
Estados Unidos ha sido la tierra prometida durante m¨¢s de dos siglos para decenas de millones de seres humanos en todo el mundo por razones muy diversas, y supone un ejemplo de integraci¨®n ¨¦tnica y social lograda sobre las bases de la libertad y la competencia. Estos principios, sin los que la historia de Am¨¦rica es incomprensible, siempre han tenido detractores y partidarios. Todo el ¨¦xito y la proyecci¨®n de bienestar y poder de esta naci¨®n se basa en la inmigraci¨®n. Pero los recelos fueron tambi¨¦n muy tempranos. Nada m¨¢s consolidarse la primera burgues¨ªa en la costa oriental del reci¨¦n nacido pa¨ªs surgieron las primeras voces partidarias de cerrar fronteras cuando ¨¦stas a¨²n no exist¨ªan.
El proyecto de ley aprobado en el Senado no ignora los cambios y nuevos retos, y refleja la conciencia de que la capacidad de absorci¨®n no es ilimitada ni siquiera de EE UU. Los europeos sabemos muy bien que sin una pol¨ªtica regulada, pronto nos podr¨ªamos enfrentar a desaf¨ªos que pondr¨ªan en peligro los derechos humanos de los inmigrantes y las libertades de los habitantes. Pero es inaceptable que quienes combaten la nueva ley quieran ganarse adeptos con la xenofobia y amenacen tanto a los inmigrantes como a los norteamericanos que les dan trabajo. Doce millones de residentes ilegales no pueden de hecho ser expulsados sin graves consecuencias econ¨®micas y de orden p¨²blico. La mesura y la sensatez imponen un control cada vez mayor en las fronteras, pero la teor¨ªa de los enemigos de la ley de que es preciso proceder a la deportaci¨®n masiva de los inmigrantes ilegales es perfectamente grotesca.
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