Can Ricart, ?de qu¨¦ hablamos?
Hace tiempo que venimos oyendo hablar de Can Ricart. Para refrescar la memoria, se trata de un conjunto arquitect¨®nico fabril, surgido en 1853, ampliado a lo largo de muchos decenios y situado en pleno barrio de Poblenou. Por tanto, sumergido ahora en la din¨¢mica marcada por el Plan 22@ que, en el marco anal¨ªtico usado para presentarlo, se planteaba como renacimiento de la tradici¨®n fabril barcelonesa, basada esta vez no en el vapor y en la senda "manchesteriana", sino en la nueva perspectiva tecnol¨®gica surgida hace a?os con fuerza arrasadora de Silicon Valley. Un barrio mezcla de tecnolog¨ªa, arte, dise?o y viviendas de nuevos profesionales encuadrables en la categor¨ªa de frequent flyers. Y todo ello a dos pasos del mar, entre la Pompeu Fabra y el F¨®rum de las Culturas. En la literatura oficial al respecto se dicen cosas como ¨¦stas: "Barcelona act¨²a como servidor central de una regi¨®n metropolitana polinucleada [...]. Para preservar su protagonismo econ¨®mico y ocupacional es necesario intensificar su especializaci¨®n en actividades densas en conocimiento, [...]. El tr¨¢nsito de un modelo industrial manufacturero a un modelo adaptado a la econom¨ªa del conocimiento ha aconsejado revisar en profundidad las determinaciones urban¨ªsticas de las antiguas ¨¢reas industriales del Poblenou -zonas 22@". Y el resultado de todo ello a¨²n est¨¢ por ver.
En los ¨²ltimos meses, Can Ricart se ha ido convirtiendo en una encrucijada por la que han ido circulando diversas y no coincidentes visiones de lo que puede y debe ser Barcelona en los pr¨®ximos a?os. Para algunos, los m¨¢s radicalmente favorables a empezar de cero, el complejo industrial de Can Ricart era b¨¢sicamente una gran oportunidad en forma de miles de metros cuadrados edificables. Para otros, la conservaci¨®n de algunos elementos fabriles del conjunto servir¨ªa como muestra simb¨®lica de lo que fue Barcelona, ornamentando la nueva Barcelona tecnol¨®gica y "densa en conocimiento". Para otros, en fin, Can Ricart era una gran oportunidad de entender de otra manera la renovaci¨®n urban¨ªstica de Barcelona, conjugando pasado y presente, voluntad municipal y presencia participativa de la ciudadan¨ªa, equipamientos ciudadanos con necesidades sociales. As¨ª, en torno al futuro de Can Ricart se han ido mezclando propietarios, promotores, vecinos, Ayuntamiento y personas y entidades interesadas en el debate urban¨ªstico que en los ¨²ltimos a?os ha ido resurgiendo en Barcelona.
Por todo ello y a pesar de todo ello, Can Ricart no es un caso m¨¢s. En muchos de esos conflictos urbanos, nos conocemos bien el argumentario. Una iniciativa municipal, m¨¢s o menos amparada o acompa?ada por la iniciativa privada, o una iniciativa privada m¨¢s o menos acompa?ada o amparada por la municipalidad plantea ciertos cambios urban¨ªsticos y eso provoca, como es natural, reacciones varias. Surgen grupos de vecinos contrarios al cambio, m¨¢s o menos intensos, m¨¢s o menos masivos. Los grupos pol¨ªticos municipales se posicionan, y despu¨¦s de una negociaci¨®n m¨¢s o menos abierta, se avanza en alg¨²n sentido. En los ¨²ltimos meses hemos o¨ªdo hablar a menudo de la creciente conflictividad urbana y de la proliferaci¨®n de movimientos m¨¢s reactivos que propositivos. M¨¢s cercanos a la filosof¨ªa del aqu¨ª no, que a la potenciaci¨®n de v¨ªas alternativas de convivencia y construcci¨®n de ciudad.
El caso de Can Ricart no tiene nada que ver con esto. Aunque tarde, muy tarde por parte del Ayuntamiento y quiz¨¢ tambi¨¦n un poco tarde por parte de los defensores de su conservaci¨®n, nos hemos enterado de que Can Ricart es una de las joyas de la corona de ese significativo pasado industrial de Barcelona y de su Poblenou. Y as¨ª nos hemos ido dando cuenta de que la reconversi¨®n de ese barrio de trabajadores y peque?a burgues¨ªa, lleno de almacenes, empresas de transportes y naves industriales, se ha ido haciendo de manera quiz¨¢ no del todo conveniente y con ciertas dosis de improvisaci¨®n. En este sentido hemos de felicitarnos por que los vecinos con Manuel Andreu a la cabeza, o personas de la significaci¨®n de Merc¨¦ Tatjer, Joan Roca, Josep Maria Montaner, Salva Clar¨®s, del Grup de Patrimoni Industrial de la Ribera del Bes¨°s; Isabel Mart¨ªnez Stolcke; la gente de Hangar, Nau 21, industriales desalojados por el plan urban¨ªstico, hayan unido sus esfuerzos en la plataforma para hacernos entender que si se perd¨ªa Can Ricart, la ciudad perd¨ªa mucho m¨¢s que unos metros cuadrados de naves industriales construidas por Josep Oriol Bernanet, Josep Fontser¨¦ y otros exponentes de la arquitectura industrial catalana. Una vez m¨¢s se demuestra que la alianza de vecinos implicados y especialistas en los temas planteados multiplican sus fuerzas y consiguen mucho mejores resultados que si actuaran por separado desde sus l¨®gicas respectivas. De ello tenemos ejemplos en Trinitat Nova, en las tierras del Ebro y ahora en Can Ricart.
Seguramente la gente de la Plataforma y de los Colectivos por Can Ricart no est¨¦n nada conformes con la decisi¨®n tomada por el consistorio el martes pasado. Siguen defendiendo que, a pesar de los avances, no es un problema de negociar el quantum que se conserva o no, sino de entender y preservar la f¨¢brica como conjunto global, y no coinciden adem¨¢s con el lugar y la forma de las nuevas edificaciones propuestas. Por tanto, insisten, no es un problema de regatear unos metros m¨¢s o menos, sino de plantearse otras formas de imaginar y gestionar los espacios p¨²blicos en la ciudad. Pero, respetando ese punto de vista y entendiendo que la forma en que se ha llevado el tema por parte del consistorio no ha sido ejemplar, lo cierto es que si comparamos el punto de partida y el punto de llegada provisional en el que estamos, la cosa no tiene color. Y no lo tiene porque se ganan metros para equipamiento p¨²blico, se gana en reconocimiento del valor del conjunto, se gana en mantenimiento de la trama interna y se logra un impacto de consecuencias muy significativas en el proceso posterior de desarrollo del Plan 22@. Can Ricart marca un antes y un despu¨¦s, y ello es evidente cuando se empieza apuntar un crecimiento muy significativo del patrimonio industrial que se quiere conservar v¨ªa catalogo, cuando ya se habla de un proyecto en Can Saladrigas que conjugue memoria industrial e instituci¨®n muse¨ªstica del mundo del trabajo en Barcelona, o cuando se apunta como un ejemplo la mixticidad de usos que Can Ricart sanciona. Lo importante ahora es hacer un seguimiento potente y constante del plan de usos del conjunto a trav¨¦s de una mesa de trabajo espec¨ªfica, evitar procesos de degradaci¨®n como el que el incendio de anteayer apuntaba, mejorar el planeamiento de la zona verde adyacente para garantizar su accesibilidad y complementariedad al proyecto, y seguir luchando para que Can Ricart no sea el final de nada.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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