El paisaje de Catalu?a
La coincidencia a finales de marzo de la IV Bienal Europea del Paisaje y de la exposici¨®n La Catalunya Paisatge en la Pedrera ponen en evidencia la importancia que tiene la cuesti¨®n del paisaje en nuestro contexto. Al mismo tiempo, enfatizan uno de los fen¨®menos m¨¢s sintom¨¢ticos de la Catalu?a contempor¨¢nea: en las ¨²ltimas d¨¦cadas la transformaci¨®n del paisaje ha sido tal que posiblemente vivimos una disociaci¨®n entre las im¨¢genes m¨ªticas, que albergamos en el universo arcaico y personal de los recuerdos, y la realidad metropolitana del territorio, que habitamos y vemos.
Los modelos de construcci¨®n inicial del paisaje han sido dos: el modernista, procedente de la ¨¦poca de recuperaci¨®n econ¨®mica del renacimiento catal¨¢n en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX y que tom¨® como referencia esencial la monta?a y la naturaleza idealizada, en una Catalu?a agraria e interior, y el noucentista que, entrado el siglo XX, se constituy¨® como mediterr¨¢neo, c¨ªvico y cl¨¢sico, viajero y cosmopolita, de comerciantes y veraneantes, navegantes e indianos.
Durante el modernismo, una voluntad de ser y de sentimiento com¨²n, patri¨®tico, religioso, econ¨®mico y est¨¦tico, potenci¨® la permeabilidad de las ideas y de las propuestas entre pol¨ªticos, industriales, intelectuales, artistas y artesanos. El noucentisme, sin embargo, no fue tan opuesto al modernismo como parece. S¨®lo hay que ver la trayectoria de autores que formaron parte de ambos movimientos, como Josep Puig i Cadafalch o C¨¨sar Martinell. La clave de las diferencias fueron cambios sociales, urbanos y t¨¦cnicos que ten¨ªan que ver con la implantaci¨®n de la energ¨ªa el¨¦ctrica y la transformaci¨®n de las ciudades en metr¨®polis. Lo que m¨¢s diferencia al modernismo del noucentisme es la concepci¨®n de la luz: si la arquitectura modernista cre¨® interiores ex¨®ticos y cavernosos, definidos por texturas sensuales y artesanales, pensados para una luz ancestral y boscosa, la arquitectura noucentista tendi¨® a ser clara y plana, poniendo ¨¦nfasis en los espacios exteriores, los jardines y espacios de separaci¨®n entre edificios. Las fachadas modernistas eran rugosas, con entrantes y salientes, configuradas con relieves y elementos de cer¨¢mica; los noucentistes, en cambio, pertenecen ya a la nueva ¨¦poca de la electricidad y utilizaron esgrafiados y pilastras pensados para la deslumbrante luz mediterr¨¢nea, con unos interiores para el mundo artificial de la luz el¨¦ctrica.
Estos dos modelos actuaron de manera complementaria e incipientemente empezaron a ser superados por un tercero: la Catalu?a de las ciudades, capaz de aceptar la diversidad y el conflicto, alejado de los atavismos e idealismos iniciales de los dos modelos iniciales. Es el que madurar¨¢ durante la Segunda Rep¨²blica y la breve vigencia de la arquitectura racionalista, metropolitana y social del GATCPAC, que quedar¨¢ truncada con la Guerra Civil y la dictadura franquista. Por esta raz¨®n, la concepci¨®n m¨ªtica del paisaje en Catalu?a ha quedado estancada, manteni¨¦ndose pr¨¢cticamente hasta hoy los dos modelos procedentes de la burgues¨ªa.
El predominio y pervivencia de esta dualidad inicial han acarreado grandes contradicciones, y la m¨¢s flagrante es la que excluye el mundo industrial. La cuna de la industrializaci¨®n estaba en la monta?a, pero no en la id¨ªlica e incontaminada, sino en las f¨¢bricas de r¨ªo y en las colonias industriales. La sociedad moderna catalana no es s¨®lo el resultado del esfuerzo de la burgues¨ªa; lo es tambi¨¦n de la intensa actividad obrera: productiva, asociativa, reivindicativa y cultural. La complejidad de la industrializaci¨®n no entr¨® ni en el imaginario nacionalista del renacimiento catal¨¢n ni en el clasicista del noucentisme.
Estos tres modelos quedan claramente reflejados en la publicaci¨®n del libro Pres¨¨ncia de Catalunya. 1.La terra. El paisatge catal¨¤ a trav¨¦s dels seus poetes. Era una compilaci¨®n de poemas estructurada en tres partes: el llano y la monta?a, el mar y el puerto, y las ciudades; y fue publicada por los Servicios de Cultura en el Frente del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalu?a en 1938 para dar ¨¢nimos a los combatientes catalanes del ej¨¦rcito republicano, evocando con poemas el a?orado paisaje catal¨¢n. Este texto, que en 2005 reedit¨® el Departamento de Pol¨ªtica Territorial y Obras P¨²blicas de la Generalitat de Catalunya, pone en evidencia la estrecha relaci¨®n sentimental existente entre las experiencias del paisaje y de la lengua.
A causa de una historia interrumpida, la evoluci¨®n del imaginario catal¨¢n ha quedado detenida hasta hoy. Por ejemplo, en la imagen que se dio de Catalu?a durante el F¨®rum 2004 se pon¨ªa ¨¦nfasis en cuatro periodos hist¨®ricos: el rom¨¢nico, el g¨®tico, el modernismo y el patrimonio contempor¨¢neo. El resto se considera secundario y queda a la sombra de estos cuatro momentos gloriosos. De las cuatro im¨¢genes emblem¨¢ticas escogidas, una, el rom¨¢nico, es de la Catalu?a rural, las otras tres -el g¨®tico de Santa Maria del Mar, el modernismo de la Pedrera y la arquitectura moderna del Macba- pertenecen a la metr¨®polis barcelonesa.
A principios del siglo XXI, cuando m¨¢s que hablar de ciudades hemos de hablar de territorio y de redes infraestructurales, cuando los tejidos urbanos no tienen soluci¨®n de continuidad y los parajes monta?osos son accesibles por t¨²neles y est¨¢n urbanizados, ?siguen siendo v¨¢lidos estos tres modelos y las im¨¢genes m¨¢s m¨ªticas de cada uno de ellos -Montserrat, la Costa Brava, la Barcelona del Barri G¨°tic y del Eixample- o s¨®lo permanecen ya en una memoria idealizada? ?No habr¨ªa que revisar el imaginario colectivo en nuestra ¨¦poca de la diversidad cultural, las grandes infraestructuras, el nuevo paisajismo catal¨¢n, los medios audiovisuales, el turismo, las desbordantes urbanizaciones, la publicidad, los centros comerciales y la privatizaci¨®n del territorio? Seguro que en nuestra ¨¦poca ya no podemos plantear la cuesti¨®n del imaginario colectivo como en el siglo XX. Posiblemente ya no se trate de im¨¢genes de lugares, sino de otras distintas que hemos de saber poner en evidencia.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC).
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