"La Rep¨²blica empez¨® a saciar el hambre de cultura"
El historiador brit¨¢nico Paul Preston (Liverpool, 1946) ha dedicado buena parte de su vida al estudio de la Espa?a del siglo XX. Profesor de la London School of Economics y director de la Fundaci¨®n Ca?ada Blanch para el estudio de la Espa?a contempor¨¢nea, con t¨ªtulos de referencia en su curr¨ªculo como Franco, caudillo de Espa?a (1994), Las tres Espa?as del 36 (1998), Palomas de guerra (2001) o Juan Carlos, el rey de un pueblo (2003), Preston acaba de publicar una nueva edici¨®n revisada y ampliada de su libro La Guerra Civil espa?ola, en la editorial Debate. Desde su domicilio en Inglaterra, este historiador prestigioso y popular a un tiempo concedi¨® a Babelia esta entrevista telef¨®nica.
"El conocimiento de la historia reciente de Espa?a se complica por el empe?o del franquismo en borrar la huella republicana"
PREGUNTA. El 14 de abril de 1931 fue una aut¨¦ntica fiesta en la calle. ?Por qu¨¦?
RESPUESTA. Despu¨¦s de un largo periodo de limitaci¨®n de derechos y de esperanzas frustradas muchos espa?oles proclamaron la Segunda Rep¨²blica con inmensa alegr¨ªa. La ¨²ltima gran oportunidad perdida para establecer una democracia en Espa?a se remontaba al verano de 1917. Despu¨¦s vinieron el aplastamiento de las fuerzas obreras, tanto en el campo como en las ciudades, y la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Es cierto que no fue una de las dictaduras m¨¢s despiadadas de la historia, pero al fin y al cabo fue una dictadura. En ese clima, entre la marcha del dictador en 1930 y la proclamaci¨®n de la Segunda Rep¨²blica, se generaron muchas esperanzas y se cre¨® un ambiente de ilusionada expectaci¨®n. Tras la victoria de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, el j¨²bilo estall¨® dos d¨ªas despu¨¦s y las celebraciones populares en la calle sorprendieron incluso a los dirigentes de la naciente Rep¨²blica, que tomaron el poder en una transici¨®n verdaderamente pac¨ªfica y festiva.
P. Alfonso XIII se march¨® de Espa?a, aunque no abdic¨®.
R. En efecto, exiliarse fue una decisi¨®n personal del rey, si bien no abdic¨®. Alfonso XIII demostr¨® m¨¢s agudeza y sensibilidad de las que muchos hubieran esperado. Ahora bien, el monarca tom¨® la decisi¨®n despu¨¦s de saber que ni el Ej¨¦rcito ni la Guardia Civil estaban dispuestos a reprimir al pueblo y a oponerse al resultado de las elecciones. De cualquier modo, las conspiraciones de los mon¨¢rquicos para una restauraci¨®n comenzaron el d¨ªa siguiente del 14 de abril.
P. ?Qu¨¦ grandes cambios esperaban las clases populares?
R. Sin duda alguna el pueblo esperaba m¨¢s libertad pol¨ªtica y una mejora en sus condiciones de vida que en algunas zonas, como Andaluc¨ªa y Extremadura, eran angustiosas y desesperadas. Sin embargo, conviene recordar que el Gobierno de 1931 no era homog¨¦neo y respond¨ªa a una coalici¨®n de partidos. As¨ª mientras los republicanos moderados de Aza?a aspiraban a un cambio de modelo de Estado y a reformas en materia religiosa y militar, los m¨¢s conservadores, como Niceto Alcal¨¢ Zamora y Miguel Maura, se conformaban con haber sacrificado al rey. Entretanto, los radicales de Alejandro Lerroux s¨®lo pensaban en sus negocios y los socialistas defend¨ªan una transformaci¨®n de las estructuras agrarias y una mejora para los trabajadores de la legislaci¨®n laboral. Si a eso a?adimos la necesidad de una transformaci¨®n de la estructura del Estado, con la aprobaci¨®n de algunos estatutos de autonom¨ªa, habremos de concluir que el nuevo r¨¦gimen republicano deb¨ªa enfrentarse con todos los poderes f¨¢cticos al mismo tiempo, hab¨ªa de acometer todas las reformas en medio de un clima de impaciencia por parte de muchos sectores de obreros y de campesinos.
P. Desde sus comienzos la Segunda Rep¨²blica tuvo una obsesi¨®n, una pasi¨®n m¨¢s bien, por promover la educaci¨®n y la cultura. ?Qu¨¦ aport¨® el periodo republicano a la cultura espa?ola?
R. Creo que hay varios aspectos que se pueden destacar de manera significativa. En primer lugar, la igualdad legal y social conseguida para las mujeres que, antes de 1931, eran poco menos que esclavas del padre o del marido. Despu¨¦s cabe resaltar tambi¨¦n la dignidad alcanzada por las clases trabajadoras y campesinas, el inmenso esfuerzo en la alfabetizaci¨®n o el papel jugado por las Misiones Pedag¨®gicas o por grupos teatrales como La Barraca. Las energ¨ªas y las inversiones volcadas en la creaci¨®n de escuelas e institutos y en las campa?as para ense?ar a leer y a escribir a millones de personas no ten¨ªan precedentes en la historia de Espa?a. Fue tambi¨¦n una ¨¦poca de esplendor por el impulso que recibieron en la vida cotidiana manifestaciones como el cine, el teatro o la radio. En definitiva, se puede afirmar que la Rep¨²blica saci¨®, empez¨® a saciar, el hambre de cultura que los espa?oles hab¨ªan acumulado durante los siglos pasados.
P. ?Las cuatro d¨¦cadas de dictadura del general Franco consiguieron eliminar esos valores republicanos?
R. Desde luego, el general Franco quiso borrar del mapa los valores republicanos y buena prueba de ello es la forma en la que condujo la Guerra Civil que, por su parte, fue una guerra lenta, que buscaba la aniquilaci¨®n del enemigo, la limpieza de la retaguardia... La dictadura franquista trat¨® de romper a la gente y m¨¢s tarde reconstruirla de cuerpos y de mentes. Se puede decir que la dictadura enterr¨® los valores republicanos de honradez, de liberalismo, de regeneraci¨®n moral... Pero no pudo eliminarlos porque millones de personas se hab¨ªan aferrado a la Rep¨²blica como la gran esperanza para el futuro, para un futuro que tard¨® mucho en llegar. Desde sus casas, desde las prisiones, desde la clandestinidad o desde el silencio ese esp¨ªritu de resistencia sobrevivi¨® y sali¨® a la superficie durante la transici¨®n.
P. ?Todo ello explicar¨ªa el pacto de la transici¨®n?
R. Desde luego, porque sin ese esp¨ªritu republicano subyacente, que estaba muy vivo en la oposici¨®n obrera y estudiantil al franquismo, no se habr¨ªa producido ese sacrificio de renuncia a la venganza que alumbr¨® el llamado pacto del olvido en el que se concreta la transici¨®n democr¨¢tica de los a?os setenta. Cabe agregar tambi¨¦n que, con la misma intensidad, esos valores republicanos se hallan en la base del af¨¢n por recuperar la memoria hist¨®rica que tienen las nuevas generaciones de espa?oles.
P. En su condici¨®n de historiador y sin caer en esa arqueolog¨ªa hist¨®rica que los alumnos siempre rechazan, ?c¨®mo cree usted que debe explicarse a los j¨®venes de hoy la aportaci¨®n de la Rep¨²blica?
R. A la hora de explicar no es lo mismo algo que se ofrece como una opci¨®n voluntaria que la obligaci¨®n de estudiar el programa de una asignatura en el instituto o en la universidad. La cuesti¨®n de c¨®mo debe divulgarse la propia historia resulta muy dif¨ªcil de resolver, sobre todo en un pa¨ªs como Espa?a donde los ciudadanos tienen tendencia a hablar mal de s¨ª mismos, como nos ocurre tambi¨¦n a los brit¨¢nicos. Una tendencia que, por cierto, no padecen los franceses. Adem¨¢s, en el caso espa?ol el conocimiento de su historia m¨¢s reciente se complica porque una dictadura, que dur¨® 40 a?os y que afect¨® a varias generaciones, se esforz¨® en borrar la huella de cualquier cultura democr¨¢tica. Creo, de cualquier manera, que todos los empe?os intelectuales deben contribuir a que se conozca mejor el pasado, desde los documentales de televisi¨®n a los reportajes y an¨¢lisis de los peri¨®dicos pasando por la obligaci¨®n que tenemos los historiadores profesionales de hacer llegar con amenidad y rigor nuestras investigaciones al mayor n¨²mero posible de personas. Con frecuencia los historiadores escribimos m¨¢s pensando en la opini¨®n de nuestros colegas que en el gran p¨²blico.
P. Acaba usted de publicar una nueva edici¨®n de su libro sobre la Guerra Civil que incluye una extensa parte inicial dedicada a la Segunda Rep¨²blica.
R. Bueno, en realidad es mucho m¨¢s que una reedici¨®n porque he vuelto a escribir todo el texto, de arriba abajo, y he ampliado la obra en un 60%, m¨¢s o menos. Desde luego he tenido en cuenta todo lo publicado en los ¨²ltimos a?os en los que se ha registrado una avalancha de textos sobre la ¨¦poca, en los que se han suscitado muchas pol¨¦micas y en los que ha habido aportaciones de diversos investigadores.
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