Horizontes de hormig¨®n
Mendes da Rocha es dos veces Paulo. Como colega o contertulio, Paulo es un personaje ir¨®nico y dulce, de una modestia elegante y reflexiva, c¨¢lidamente emboscado tras la sonrisa y el poblado bigote mientras se hace malentender en tres idiomas. Como principal representante de la escuela paulista, este brasile?o nacido al borde del sert?o en una familia de ingenieros y titulado arquitecto en S?o Paulo es un constructor de obras tit¨¢nicas donde la l¨®gica estructural manda sobre la sensualidad tropical de la otra gran escuela del pa¨ªs, la llamada carioca, aglutinada en torno a R¨ªo de Janeiro y al m¨ªtico ?scar Niemeyer -autor con Lucio Costa de Brasilia, galardonado con el Premio Pritzker en 1988 y todav¨ªa, casi centenario, en activo, como muestra su reciente y esquem¨¢tico proyecto para la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias en la r¨ªa de Avil¨¦s-. Sin embargo, la oposici¨®n entre el racionalismo tecnol¨®gico paulista y la emotividad formal carioca no puede ocultar su com¨²n gusto por lo monumental, su compartida voluntad escult¨®rica y su semejante sensibilidad por las cuestiones sociales y el espacio pol¨ªtico, am¨¦n de su deuda paralela con Le Corbusier, que visit¨® el pa¨ªs en 1929 y marc¨® con su fuerte personalidad el rumbo futuro de la arquitectura brasile?a: tanto los rotundos hormigones de S?o Paulo como los l¨ªricos gestos de R¨ªo de Janeiro son frutos tard¨ªos de la influencia del maestro franco-suizo, que supo reconciliar la veneraci¨®n por la t¨¦cnica con la poes¨ªa arcaica de las formas esenciales.
Formado con Jo?o Vilanova Artigas, del que fue ayudante en la Universidad de S?o Paulo hasta que en 1969 la dictadura militar expuls¨® a ambos de la ense?anza y casi tambi¨¦n de la pr¨¢ctica profesional, y heredero de aquella formidable generaci¨®n brasile?a en la que, adem¨¢s de Costa, Niemeyer y Artigas, se integraban figuras como el paisajista Roberto Burle Marx y la arquitecta Lina Bo Bardi, Mendes da Rocha ha completado una obra escasa pero consistente, caracterizada por las grandes luces estructurales, el uso pl¨¢stico del hormig¨®n y el empe?o en definir lugares p¨²blicos y simb¨®licos a trav¨¦s de formas horizontales y compactas en di¨¢logo con un terreno que se excava y se modela. Desde el gimnasio del Club Atl¨¦tico Paulistano, de 1958, un gran anillo de hormig¨®n sostenido en vilo por pilas colosales de las que tambi¨¦n se cuelga la cubierta, y hasta el Museo Brasile?o de Escultura, de 1986, una solemne losa de 60 metros de luz que sirve de dosel para una plaza donde se desarrollan los espacios semisubterr¨¢neos de exposici¨®n, la mayor parte de sus proyectos se conciben a partir de la secci¨®n, pensando el edificio como parte del territorio, con la caracter¨ªstica ambici¨®n moderna de integrar la arquitectura en la geograf¨ªa f¨ªsica.
Ese optimismo topogr¨¢fico y esa audacia horizontal est¨¢n presentes en la que es quiz¨¢ su obra m¨¢s hermosa, aunque tristemente desaparecida, el pabell¨®n de Brasil en la Expo 70 de Osaka, una extensa cubierta de hormig¨®n pretensado que se apoyaba en una cruz de arcos y tres ondulaciones del terreno para proteger un ¨¢mbito alabeado donde arquitectura y naturaleza se concilian o se encuentran. El pabell¨®n cerr¨® una d¨¦cada prodigiosa que se hab¨ªa iniciado con la culminaci¨®n del gimnasio, y que tuvo hitos tan significativos como el Club de Jockey en Goi?nia, de 1963, las casas gemelas para su hermana y para ¨¦l, de 1964, o la Escuela T¨¦cnica en Campinas, de 1968: unos a?os sesenta desarrollados a la sombra de las megaestructuras del japon¨¦s Kenzo Tange, las plataformas del dan¨¦s J?rn Utzon o el brutalismo del argentino Clorindo Testa, conceptos que resuenan en la obra de Mendes da Rocha con la misma fuerza que el monumentalismo tecnol¨®gico de la ¨²ltima etapa de Mies van der Rohe, amalgamados por el brasile?o en un lenguaje propio que es ahora objeto de reconocimiento por la Fundaci¨®n Pritzker, como ya lo fuera en 1998 por la Bienal Iberoamericana, y en 2000 por la Fundaci¨®n Mies, coincidentes todas en celebrar la persona y la trayectoria de este doble Paulo humilde y heroico, que con sus horizontes de hormig¨®n ha puesto las bases po¨¦ticas y pol¨ªticas de una posible modernidad tropical.
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