EE UU, a vueltas con la asimilaci¨®n
Las ¨²ltimas manifestaciones masivas de hispanos en Estados Unidos a prop¨®sito de la reforma de la ley de inmigraci¨®n han provocado reacciones y comentarios diversos. Llama la atenci¨®n el que desde diversos foros se haya "recomendado" a los manifestantes, en su mayor¨ªa mexicanos, que no hicieran ostentaci¨®n de su bandera o de las de otros pa¨ªses latinoamericanos por el rechazo que este tipo de signos de identidades nacionales distintas genera en la sociedad americana. Y llama la atenci¨®n por la extraordinaria persistencia que a lo largo de la historia americana tienen dos sentimientos que a primera vista pueden parecer contradictorios. Por un lado, el rechazo a grupos de inmigrantes que mantienen de manera excluyente sus identidades culturales, ling¨¹¨ªsticas y religiosas y, por otro, la idea, sobre la que se construye la naci¨®n americana, de que ninguna otra sociedad en el mundo ha sido capaz de asimilar e integrar a tantos inmigrantes, de tantos pa¨ªses, con tantas peculiaridades y de lo que Estados Unidos se siente leg¨ªtimamente orgulloso.
El inmenso poder de asimilaci¨®n de inmigrantes diversos que terminan identificados con la bandera, el himno y el sentimiento real de pertenencia a Estados Unidos ha sido compatible a lo largo del ¨²ltimo siglo y medio con diversos movimientos de rechazo a los extranjeros, especialmente a aquellos a los que, por una u otra raz¨®n, se ve¨ªan como dif¨ªciles de asimilar. Los primeros en sentir la oposici¨®n de los movimientos nativistas americanos fueron los irlandeses que llegaron a mediados del siglo XIX. Los cat¨®licos irlandeses se convirtieron en el blanco de los llamados Know-Nothing (por su respuesta a la polic¨ªa cuando comet¨ªan alg¨²n acto de violencia), una organizaci¨®n que preconizaba la superioridad de la cultura americana frente a los reci¨¦n llegados. La ret¨®rica antiinmigraci¨®n culmin¨® en las d¨¦cadas anteriores a la I Guerra Mundial cuando el n¨²mero de inmigrantes que llegaban a Estados Unidos se aproximaba al mill¨®n anual. En esos a?os los grupos identificados como extra?os, ajenos a la cultura y valores americanos y, por tanto, no asimilables, fueron los europeos del sur y del este: italianos, griegos, b¨²lgaros, rumanos, polacos y rusos, entre otros (a los asi¨¢ticos, los chinos en particular, se les hab¨ªa prohibido la entrada muchos a?os antes). Los "nuevos inmigrantes", como se les llam¨®, fueron catalogados por una Comisi¨®n del Senado americano como inmigrantes no deseables por las dificultades que planteaba su asimilaci¨®n. Por ello, el sistema de cuotas por nacionalidades establecido en los a?os 1920 buscaba expl¨ªcitamente restringir su llegada. Eran muy numerosos, visibles e incluso ruidosos en sus fiestas y celebraciones, analfabetos en su mayor¨ªa, se casaban entre ellos y ten¨ªan familias numerosas, hablaban multitud de idiomas diferentes, ten¨ªan religiones distintas, trabajaban por salarios muy bajos y, por todo ello, la Comisi¨®n decidi¨® que eran de peor calidad que los inmigrantes anteriores y de dif¨ªcil asimilaci¨®n a la sociedad americana. Los "viejos inmigrantes" del norte de Europa hab¨ªan demostrado ser buenos trabajadores, poco proclives a crear problemas sociales y, en definitiva, m¨¢s asimilables pues para esas fechas ya se hab¨ªan convertido en buenos ciudadanos americanos (incluidos, por supuesto, los irlandeses).
Nadie discute hoy en d¨ªa que los descendientes de aquellos italianos o rusos que tanto rechazo generaron se han convertido en buenos ciudadanos (que se lo pregunten a Giuliani). Lo sorprendente del peso de la historia en la situaci¨®n actual no es que los mismos calificativos que se aplicaron a los europeos de principios del siglo XX sean los que ahora se utilizan para definir a la mayor¨ªa de los inmigrantes hispanos. No lo es tampoco que se oigan voces recomendando un perfil bajo a los hispanos en sus manifestaciones para no "asustar" a una sociedad que, como la americana, ve con recelo a inmigrantes cada d¨ªa m¨¢s numerosos y que piensa que no va a poder asimilar. Lo que sorprende es la persistencia de una fuerza asimilacionista que impregna a la mayor¨ªa de la sociedad americana y que cruza por encima de cualquier divisoria de ideolog¨ªas pol¨ªticas. Una de las cr¨ªticas m¨¢s llamativas al plan que ahora se discute es la que insiste en que a trav¨¦s del mecanismo de los contratos temporales los inmigrantes nunca se van a poder asimilar. El sistema de guest workers (trabajadores invitados) est¨¢ precisamente dise?ado para evitar la residencia permanente y por ello no contempla ninguna v¨ªa de asimilaci¨®n y acceso a la ciudadan¨ªa.
Es l¨®gico pues que los trabajadores mexicanos o de cualquier otro pa¨ªs latinoamericano le pongan pegas: se les invita a trabajar pero no a traerse a sus familias, disfrutar del modo de vida americano, convertirse en residentes y, eventualmente, en ciudadanos. Lo apasionante es comprobar como los argumentos que se esgrimen actualmente en Estados Unidos para rechazar el plan de contratos temporales muestran, siglo y medio despu¨¦s, la misma preocupaci¨®n por la asimilaci¨®n de los inmigrantes recientes.
Blanca S¨¢nchez Alonso es profesora de Historia Econ¨®mica en la Universidad San Pablo-Ceu.
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