Paz y sostenibilidad
La fuerza creativa de una sociedad radica en la mente y el coraz¨®n de sus ciudadanos. En las pasadas tres d¨¦cadas, la fuerza creativa de cientos de miles de hombres y mujeres vascos se ha visto condicionada por el odio alimentado por quienes ten¨ªan una visi¨®n y un proyecto totalitarios para este pa¨ªs. Cohortes sucesivas de j¨®venes vascos que llegaron a su madurez en las d¨¦cadas de los setenta, ochenta, noventa y la primera mitad de la actual se encontraron ante una situaci¨®n pol¨ªtica y social asfixiante, que condicion¨® de manera decisiva su manera de situarse ante el mundo. Las preguntas audaces, las inquietudes renovadas, las indagaciones profundas ante la existencia, ante la vida, que se espera de las personas de cada nueva generaci¨®n rebotaban, en nuestro caso, una y otra vez ante la piedra dura de la violencia identitaria, sus s¨ªmbolos, su terminolog¨ªa, sus ag¨®nicos y milenaristas llamamientos.
Por eso, es importante que la conciencia c¨ªvica de este pa¨ªs no olvide, no haga tabla rasa de lo ocurrido
Hoy celebramos el inicio del fin de esa larga y oscura noche. Lo hacemos con alegr¨ªa, sin duda, pero algunos tambi¨¦n con un punto de melancol¨ªa. ?Por qu¨¦ todo ese inmenso dolor? ?Por qu¨¦ esa barbarie cruel ha podido durar tanto tiempo en una sociedad democr¨¢tica, en un pa¨ªs que goza de todas las libertades, viviendo en una Europa culta, civilizada, sensible y sensata? ?D¨®nde han estado las claves profundas para que esta sociedad haya permitido estas flores del mal en el jard¨ªn de su conciencia c¨ªvica?
Por supuesto, ahora no es el momento de contestarlas. Ahora es el momento de celebrar el triunfo de la ciudadan¨ªa, la libertad, la democracia y el Estado de derecho. El triunfo de los valores republicanos y libertarios de los derechos de las personas, de los ciudadanos, el de quienes siempre han cre¨ªdo que ninguna bandera merece una sola vida humana. Pero no nos olvidemos: las sociedades que no aprenden de sus errores estar¨¢n predispuestas a repetirlos. Por eso, es importante que la conciencia c¨ªvica de este pa¨ªs no haga tabla rasa de lo ocurrido. Los abrazos de confraternizaci¨®n llegar¨¢n, pero es muy importante que las heridas no se cierren en falso. Para que ese d¨ªa llegue es fundamental en el nivel simb¨®lico que ETA pida perd¨®n por el enorme da?o que ha causado a las miles de v¨ªctimas que ha producido. Y en el coraz¨®n de cada una estar¨¢ la libertad de otorg¨¢rselo o no, as¨ª como el momento de hacerlo.
Cuando el hielo de la amenaza totalitaria ha comenzado a descongelarse ante el viento c¨¢lido de la democracia y la libertad, sentimos que las alas de nuestra creatividad como sociedad pueden volar m¨¢s alto, m¨¢s lejos. Ser m¨¢s audaces, m¨¢s ambiciosos. Hemos de so?ar un nuevo pa¨ªs para la pr¨®xima generaci¨®n. Hemos de visionar un Pa¨ªs Vasco capaz de renovarse en sus cimientos. Lo primero y fundamental son los valores. Educar y educarnos en valores. El valor de la vida, el valor de la libertad, el valor del respeto absoluto al otro por diferentes que sean sus creencias de las m¨ªas, el valor de la democracia, el valor de la pluralidad social e ideol¨®gica, el valor del reconocimiento y respeto a las minor¨ªas, el valor del pacto entre iguales, el valor de reconocer los propios errores, el valor de perdonar.
En cada escuela, en cada instituto, en la universidad, en cada centro de adultos, hemos de ir desarmando en los pr¨®ximos a?os las palabras, los corazones y las mentes mediante el cultivo sistem¨¢tico de esos valores prepol¨ªticos, que son el cimiento mismo de nuestra humanidad compartida, reconocida y respetada, los mimbres b¨¢sicos para que podamos vivir y desarrollarnos juntos.
Desde una conciencia autocr¨ªtica y con la esperanza puesta en le futuro los ciudadanos de Euskadi hemos de pedir a todas las fuerzas pol¨ªticas y sociales en los pr¨®ximos a?os que, de manera unida y solemne, bajo el ¨¢rbol de Gernika, comprometan un nunca m¨¢s una sola muerte, nunca m¨¢s una sola persona atemorizada en un autob¨²s ante desalmados incendiarios, nunca m¨¢s un empresario angustiado al ver las nombres de sus hijos en una carta siniestra. Nunca m¨¢s en nuestro nombre. Esa es la revoluci¨®n en valores que hemos de protagonizar en este nuestro amado pa¨ªs.
Lo segundo hemos de so?ar con un Pa¨ªs Vasco capaz de renovar su contrato con la naturaleza. Ahora que la fuerza creativa de las personas va a poder expresarse con toda la fuerza que nace de la libertad, hemos de aspirar a provocar en una generaci¨®n un cambio profundo y radical en nuestra relaci¨®n con el medio natural de nuestro pa¨ªs. Por nosotros y por nuestros hijos. Por quienes heredar¨¢n nuestras haciendas, pero tambi¨¦n estas monta?as y estos valles, estos r¨ªos y estos bosques, estas playas y estas marismas.
Las personas no vivimos aisladas de nuestro entorno. Formamos parte de ¨¦l. Nuestros bosques nos cuidan y protegen al renovar el aire que respiramos. Nuestros r¨ªos cruzan nuestros pueblos y nuestros valles. Son las venas por las que circula el agua vital que nos alimenta. Y da tristeza verlos. Tan maltratados y sucios. Millares de bolsas colgando pat¨¦ticas de sus ramas. Contaminados. Sin apenas ¨¢rboles en sus riberas. Nuestras monta?as tantas veces horadadas, desvencijadas por canteras que son heridas profundas en el paisaje, tan profundas que duelen en el alma.
Nuestros pueblos y ciudades agobiados por un tr¨¢fico que se nos ha ido de las manos. Hay que reconquistar los pueblos para las personas. Espacios para el paseo, el ocio, el encuentro, para que jueguen los ni?os y las ni?as sin miedo a los coches y sin humos. En los ¨²ltimos quince a?os, en Euskadi hemos hormigonado el equivalente a diez mil campos de f¨²tbol. Ya nos vale. La tierra no puede respirar cuando queda sellada. Es un golpe irreversible en su ciclo de vida. Hemos de aspirar a construir el pa¨ªs de otra manera. Sin maltratar a la naturaleza, porque aunque no seamos conscientes de ello, al maltratarla nos da?amos a nosotros mismos. Paz y sostenibilidad. Dos hermosos sue?os en esta primavera que comienza.
Antxo Olabe es economista ambiental.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.