Ayala y Rubial, el legado republicano en el ¨¦xito de la democracia
Francisco Ayala, quien felizmente celebra este a?o su centenario, escribi¨® en 1965 un ensayo titulado Espa?a, a la fecha, en el que junto a una censura moral completa del r¨¦gimen franquista, defend¨ªa una salida democr¨¢tica pensando en un futuro europeo; para superar definitivamente la aut¨¢rquica manera de enredarnos en las querellas y venganzas de nuestra dom¨¦stica y tr¨¢gica historia. Ram¨®n Rubial, nacido el mismo a?o que Ayala, y muchos de los resistentes republicanos, llegaron a las mismas conclusiones.
Una de las claves de la transici¨®n fue que protagonistas como Rubial o Ayala escribieron un cap¨ªtulo nuevo de historia junto a las generaciones m¨¢s j¨®venes, y con su autoridad moral invitaron a que, como deseaba Gil de Biedma, la historia de Espa?a no terminase como siempre mal. Hubo un conjunto de hechos que les llev¨® a examinar cr¨ªticamente sus ideas. ?sta es la radical diferencia con el grupo de doctrinarios que han revisado recientemente la historia de la Rep¨²blica para condenar a los republicanos en nombre de quienes conspiraron, destruyeron y exterminaron ese r¨¦gimen democr¨¢tico y a quienes se identificaron con ¨¦l.
Mientras esa operaci¨®n de juicio pol¨ªtico se sustenta en ideolog¨ªas dogm¨¢ticas, Rubial y Ayala, y muchos otros, realizaron la revisi¨®n cr¨ªtica desde la perspectiva de los a?os setenta, en la que se sab¨ªan cosas que ni se pod¨ªan imaginar en los treinta, por ejemplo, la terrible verdad del nazismo y del estalinismo; o el conocimiento de recientes experiencias que hab¨ªan hecho reflexionar a los dem¨®cratas de todo el mundo, como el Chile del presidente Allende. No tiene legitimidad ni asidero intelectual riguroso analizar la historia de la Rep¨²blica, juzg¨¢ndola con actos de los que son responsables en primer grado sus enemigos. Rubial particip¨® como dirigente en la revoluci¨®n obrera de 1934. Los cambios revolucionarios de r¨¦gimen pol¨ªtico hab¨ªan sido algo com¨²n en la ¨¦poca liberal en toda Europa, constitu¨ªan hitos que eran conmemorados hasta en los libros escolares y en esos a?os los levantamientos obreros hab¨ªan tenido, en Espa?a como en Austria, signo defensivo ante la utilizaci¨®n del Estado democr¨¢tico por el fascismo, como sucedi¨® con la Rep¨²blica de Weimar.
Como el mismo Ayala indica en su libro, las guerras civiles del siglo XIX, a pesar de la desgracia objetiva que fueron, terminaron con el asentamiento de reg¨ªmenes liberales, y procuraron una reconciliaci¨®n y un perd¨®n nacionales. Lo que sucedi¨® despu¨¦s de la guerra del 36, y durante la hegemon¨ªa del totalitarismo alem¨¢n, italiano o ruso, se sit¨²a en un plano distinto a todo lo que hab¨ªa sucedido desde la Revoluci¨®n Francesa. Primo Levi y Alexandr Solzhenitsyn han mostrado horrores desconocidos, el mal en grado absoluto, como obra de la pol¨ªtica y del Estado. Ya no ser¨¢ nada igual. Despu¨¦s de aquellas experiencias sombr¨ªas para la condici¨®n humana, los aut¨¦nticos herederos de la experiencia republicana ten¨ªan argumentos para pedir soluciones distintas en la transici¨®n de los a?os setenta, por ser congruentes con las ilusiones y certezas con las que se vivi¨® la proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica.
El respeto que Ayala y Rubial sent¨ªan por el Estado de Derecho, la paz como logro sustantivo y la libertad como condici¨®n para la justicia, es cierto que era mayor en 1978 que en 1931. Pero sus valores sobrevivieron porque mujeres y hombres como ellos, los mantuvieron cr¨ªticamente en vigor durante tiempos en que el poder cre¨ªa haberlos aniquilado definitivamente.
Juan Jos¨¦ Laborda, ex presidente del Senado, fue senador constituyente y actualmente lo es por Burgos.
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