El libro como arte
Entrar hoy en su taller es viajar a lo mejor del pasado. Ah¨ª est¨¢n el Renacimiento junto a las novelas de Eduardo Mendoza. La escena real no se ha movido desde que, en 1943, se ampli¨® por ¨²ltima vez: muebles, herramientas, objetos permanecen perfectamente ordenados en peque?os armarios clasificatorios. El silencio es total, pero estamos en pleno Eixample: as¨ª debieron de ser algunos interiores de manzana. Un reloj funcional marca, puntual, la hora. En dos peque?as habitaciones contiguas, vitrinas coleccionan libros antiguos. Asombro y recogimiento: el lugar, hoy, es un peque?o museo de uno de los trabajos m¨¢s exquisitos de la historia: la encuadernaci¨®n, entendida como arte de ¨¦lite, que transforma el libro en magia, pieza ¨²nica, placer en extinci¨®n.
Santiago Brugalla, de 76 espl¨¦ndidos a?os, abre, jovial, la puerta al visitante. Est¨¢ en el taller desde hace 62 a?os: "Ha sido un buen oficio, mi padre lo vio enseguida". Sigue en activo, aunque a medio gas: trabaja solo, escuchando la radio. "Aqu¨ª ¨¦ramos hasta 25 personas", comenta; "las chicas cos¨ªan, preparaban y lavaban los libros; los chicos hac¨ªamos la encuadernaci¨®n". Es el ¨²ltimo de Filipinas de un oficio que "en Espa?a siguen a¨²n dos o tres m¨¢s": otro mundo que se acaba. Ha preparado el ritual habitual para interlocutores novatos: primero nos sentamos, me habla de su padre, "el gran Emilio Brugalla, ¨¦l se lo hizo todo solo", me da un curr¨ªculo, luego pasamos a ver el taller, la incre¨ªble colecci¨®n de hierros y ruedas de grabador, las letras, los colores, los bocetos y el resultado del proceso: los libros, peque?as maravillas de valor incalculable.
"Este taller empez¨® en 1931. Yo iba al colegio, al Liceo Franc¨¦s, y correteaba por aqu¨ª. Me fascinaba. A los 14 a?os pasaba nueve horas diarias como aprendiz. No era el fill de l'amo. Estudi¨¦ historia del arte y oficios relacionados en el Institut del Teatre, la Escola Massana y la Llotja: no escog¨ª ning¨²n oficio porque el m¨ªo deb¨ªa ser este". Dice que ha sido feliz todas las horas que ha pasado en esta reliquia barcelonesa: su entusiasmo lo confirma.
Su padre dej¨® escritos varios libros sobre encuadernaci¨®n y alg¨²n peque?o op¨²sculo (en franc¨¦s) para iniciarse en el goce del ritual: "El encuadernador debe mantener una tenue parfaitement tranquille (...) La mano nunca debe contraerse gratuitamente (...). Un viol¨ªn no se toca con la mano crispada, sino con la punta de los dedos". Encuadernar es como hacer m¨²sica. Absortos en su tarea, toda una vida de guerras y convulsiones circulaba fuera del taller. Ellos se enteraban, pero su oficio era una especie de trinchera inviolable.
Santiago no viaj¨® al extranjero hasta que, en 1952, fue a Francia a un encuentro de encuadernadores: "All¨ª pasaban cosas que no conoc¨ªamos. ?La gente se besaba por la calle! Ahora nos damos cuenta de lo mucho que no pudimos hacer con el franquismo". S¨®lo ha salido del taller cuando le han reclamado sus colegas de Suiza, Francia o Estados Unidos: la firma Brugalla -compartida por padre e hijo- est¨¢ considerada una de las grandes del mundo de la encuadernaci¨®n, ha recibido los premios y honores m¨¢s cotizados, pero eso no le ha cambiado la vida en 62 a?os.
"Tuve suerte: hacer esto me produce mucho placer. Hay dos variables: el libro de estilo y la obra de creaci¨®n", puntualiza. La primera recrea el pasado a la manera de cada ¨¦poca, siguiendo m¨¦todos iniciados en el Renacimiento franc¨¦s: algo de una complicaci¨®n inaudita. La segunda es lo que ¨¦l llama obra de creaci¨®n. "Este es un oficio art¨ªstico: nada de artesan¨ªa o de artes populares. Es arte de ¨¦lite, massa i tot. Me importa la estructura, el color, el significado, transmitir placer espiritual". Para hacer un solo libro, su padre pas¨® un a?o; ¨¦l ha tardado cinco o seis meses en algunas piezas que muestra orgulloso. Ha hecho reproducciones fotogr¨¢ficas: todo est¨¢ catalogado. Aqu¨ª est¨¢ un Viaje a la Alcarria que hoy guarda la Biblioteca Nacional de Madrid, unos poemas de Mao ilustrados por Dal¨ª, el libro de visitas de la Fundaci¨®n March... Ahora los mecenas son las instituciones.
Con Santiago -"catalanista, nunca separatista"- se acaba la dinast¨ªa. Su hijo es pianista; su hija, experta en Bellas Artes. ?Qu¨¦ pasar¨¢ con el taller? "Me gustar¨ªa preservar su unidad", dice, modesto. ?Ir¨¢ la colecci¨®n Brugalla a la Biblioteca Nacional de Catalu?a? Sonr¨ªe: "Soy optimista. El fuego no se apaga". Salgo pensando que he sido testigo de una Barcelona desconocida que ya es historia.
m.riviere17@yahoo.es
PERFIL
Santiago Brugalla, de 76 a?os, cierra una dinast¨ªa que durante casi 100 a?os ha dado a Barcelona el prestigio de la m¨¢s fabulosa encuadernaci¨®n de lujo del mundo. "Un arte totalmente de ¨¦lite, 'massa i tot" . ?l lleva 62 a?os en el mismo taller de la calle de Aribau. En 2007, 40 de sus obras se expondr¨¢n en un congreso internacional en C¨¢diz.
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