La apuesta que Sacchi gan¨® a Berlusconi
Un rocambolesco desaf¨ªo del ex entrenador del Milan a su presidente transform¨® la carrera de Rijkaard
Sentado en el banquillo, con el gesto casi siempre tranquilo, casi perezoso, Frank Rikjaard no recuerda al hiperactivo centrocampista que se convirti¨® en pieza esencial del mejor Milan de la historia. Se le recuerda como un atl¨¦tico medio centro, de buena t¨¦cnica, gran cabeceador en las dos ¨¢reas, excelente chutador de media distancia, poderoso en sus incursiones y casi insalvable defensivamente. Era el centrocampista total. Val¨ªa para todo. Y todo lo hac¨ªa bien. Lo sabe cualquier viejo aficionado al f¨²tbol. Carlo Ancelotti era otra cosa, un jugador especialmente apreciado por los entrenadores. Y m¨¢s apreciado por Arrigo Sacchi que ning¨²n otro. Cuando habla de ¨¦l, Sacchi no puede ocultar la admiraci¨®n que le produc¨ªa como jugador y como hombre. "Es una persona excepcional y fue un jugador decisivo para nuestro Milan", suele comentar Sacchi.
...Y as¨ª, hace 17 a?os, el hoy t¨¦cnico se torn¨® en un inolvidable centrocampista 'rossonero'
Berlusconi estaba entusiasmado con Borghi. Sacchi se neg¨® a aceptar "un error de ese calibre"...
Ancelotti estaba en las ant¨ªpodas de Rijkaard. Era lento, no impresionaba por su f¨ªsico y no destacaba por ninguna de las artes visibles del f¨²tbol. Pero era un prodigio en los detalles invisibles. R¨¢pido para pensar, listo para interpretar y con una obediencia ciega a Sacchi, su posici¨®n como medio centro de aquel Milan era indiscutible. Tanto que Rijkaard jugaba de central. Hab¨ªa llegado del Sporting de Lisboa en el verano de 1988 despu¨¦s de una rocambolesca temporada. Abandon¨® el Ajax tras un encontronazo con su entrenador, nada menos que Johan Cruyff, y se enrol¨® en el equipo portugu¨¦s, en el que no hizo carrera. El papeleo federativo se convirti¨® en un culebr¨®n y termin¨® cedido al Zaragoza, en el que jug¨® algunos partidos. Dicen los aficionados que sin especial relevancia. Dicen sus ex compa?eros que era un fen¨®meno.
Un entrenador segu¨ªa su pista en aquella temporada dif¨ªcil. Era Sacchi, inesperadamente popular en la primavera de 1988. Dirig¨ªa al nuevo Milan creado por Silvio Berlusconi sin m¨¢s credenciales que su ¨®ptimo trabajo en el Parma, en la Segunda Divisi¨®n italiana. Hab¨ªa pasado malos tiempos, con una sonada eliminaci¨®n frente al Espanyol en la Copa de la UEFA, y se encontraba casi fuera de plazo para arrebatar el t¨ªtulo al N¨¢poles encabezado por Maradona. El objetivo se antojaba imposible. Tambi¨¦n para Berlusconi. De lo contrario, no habr¨ªa aceptado un extra?o desaf¨ªo de Sacchi.
Berlusconi estaba entusiasmado con Borghi, un joven jugador argentino que inagur¨® la categor¨ªa de los nuevos Maradonas. A Sacchi no le merec¨ªa ning¨²n cr¨¦dito. A falta de tres partidos para terminar el campeonato, sin esperanzas para el Milan, Sacchi se reuni¨® con el presidente. "Si ganamos la Liga, vendemos a Borghi y compramos a Rijkaard", le dijo. Berlusconi acept¨® incr¨¦dulo. Tres semanas m¨¢s tarde, el Mil¨¢n gan¨® el scudetto. El presidente convoc¨® inmediatamente al entrenador. "Arrigo, sabes que nunca me equivoco con los hombres. Lo sabes mejor que nadie porque te contrat¨¦ cuando nadie confiaba en ti. S¨®lo te pido que mantengas a Borghi", le implor¨®. La situaci¨®n se volvi¨® tensa porque Berlusconi no es el tipo de hombre que implora a un empleado.
"Presidente, si su deseo es mantener a Borghi, le pido que me libere del contrato. Le prometo que estar¨¦ un a?o sin trabajar, pero no puedo colaborar en un error de ese calibre", contest¨® Sacchi.
Finalmente, Berlusconi acept¨® cumplir su parte del reto. Sab¨ªa que se estaba gestando un gran equipo. Y, si se produc¨ªa un fracaso, siempre podr¨ªa recordar al entrenador que Berlusconi nunca fallaba en sus decisiones.
Tras el acuerdo, dos hombres viajaron a Lisboa. Eran Adriano Galliani y Ariedo Braida, los hombres de confianza del presidente del Milan. Se reunieron con los dirigentes del Sporting sin mayores temores. El fichaje de Rijkaard parec¨ªa sencillo. Los hinchas del equipo portugu¨¦s apenas le hab¨ªan visto jugar. Pero le hab¨ªan convertido en el orgullo del club. No quer¨ªan el traspaso. Y los ultras, menos que nadie. En el momento del acuerdo, decenas de aficionados irrumpieron en las oficinas del Sporting. Todos salieron corriendo, incluidos los dos emisarios italianos, que se refugiaron en un retrete. Desde all¨ª llamaron a Berlusconi: "Presidente, debe de ser un gran jugador cuando la gente se pone as¨ª". Galliani y Braida pudieron salir del retrete y de Lisboa. Cuando regresaron a Mil¨¢n, llevaban firmado el contrato de Rijkaaard.
Cuando el jugador holand¨¦s se enrol¨® en el Milan, el medio centro era Ancelotti, el jugador predilecto de Sacchi. En la izquierda jugaba Evani, un zurdo laborioso, con buenos detalles, ideal para cumplir las enormes exigencias f¨ªsicas y t¨¢cticas que requer¨ªa el entrenador. Rijkaard se situ¨® en el centro de la defensa, junto al gran Baresi.
Fue por esas fechas, hace 17 a?os, cuando se produjo la transformaci¨®n de Rijkaard en el centrocampista inolvidable que jug¨® cinco temporadas en el Milan. Despu¨¦s del empate a un gol en el primer encuentro, el Madrid visitaba San Siro en una de las semifinales m¨¢s esperadas de la Copa de Europa. En las v¨ªsperas, Ancelotti lesion¨® a Evani en un entrenamiento. De repente, Sacchi se vio con un grave problema: hab¨ªa un agujero en la banda izquierda. No le faltaban opciones, pero en aquel Milan tambi¨¦n crec¨ªan los egos. ?A qui¨¦n colocar en la izquierda? "Al m¨¢s lento, pero al m¨¢s inteligente y humilde de mis jugadores", recuerda Sacchi. A Ancelotti.
Lo que sucedi¨® el 19 de abril de 1989 es inolvidable. El Milan aplast¨® por 5-0 al Madrid. El primer gol lo marc¨® Ancelotti; el segundo, Rijkaard, ubicado por primera vez como centrocampista.
Durante las siguientes cinco temporadas fue insustituible en esa posici¨®n. Nada le deten¨ªa excepto cierta fatiga mental que comenzaba a producirle el f¨²tbol. Sacchi lo hab¨ªa percibido. "Si no tienes voluntad, debes ser honrado. No puedes seguir en el club", le aconsej¨®. Rijkaard sigui¨® en el Milan.
Un a?o despu¨¦s recibi¨® la oferta so?ada: tres a?os de contrato, cinco millones de euros netos por temporada. Rijkaard la rechaz¨®. Fich¨® por el Ajax, que le pagaba 300.000 euros por a?o. Sacchi, que entonces dirig¨ªa la selecci¨®n italiana, recibi¨® una carta: "Ya no ten¨ªa voluntad".
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