El ingl¨¦s que habla con el Cid
Es un respetad¨ªsimo experto en la Edad Media espa?ola que ha estudiado a fondo 'El Cid', 'La Celestina' y el 'Libro de buen amor'. Sus comparaciones con la ¨¦poca actual le llevan con frecuencia a ser esc¨¦ptico sobre la evoluci¨®n social. Injusticias como Guant¨¢namo no las ve ni en la Inquisici¨®n.
Este hombre enjuto, delicado, educad¨ªsimo se ha pasado su vida, que empez¨® en Egipto hace 73 a?os, mirando qu¨¦ pas¨® en la Edad Media espa?ola, y es casi un pariente de los personajes de El Cid o de La Celestina. Al contrario de lo que pueda pensarse, este sabio no es un genio despistado y perdido en aquel mundo de nubes de colores que ¨¦l identifica con el medievo, sino que es un ciudadano actual, un liberal brit¨¢nico (militante del Partido Liberal Dem¨®crata, aunque ¨²ltimamente se olvid¨® de pagar las cuotas) que anda preocupado por las consecuencias de algunos desastres mundiales, entre ellos la invasi¨®n de Irak. Cuando fuimos a verle, en la recoleta e hist¨®rica ciudad inglesa de St. Albans, el taxista que nos condujo, un musulm¨¢n, supo que ¨ªbamos a entrevistar a un personaje que sab¨ªa mucho del pasado de Espa?a, y nos dijo: "Ah, la Inquisici¨®n". Cuando le contamos la an¨¦cdota a Alan Deyermond, sentado en medio de sus innumerables libros (pero no en su despacho -"es un desastre, se llevar¨ªan ustedes una impresi¨®n horrible de m¨ª"-), este catedr¨¢tico y maestro que ha ense?ado hasta hace poco en el Queen Mary College de Londres, vegetariano estricto, maestro de numerosos medievalistas espa?oles y de todo el mundo, levant¨® el dedo y se?al¨®, como si se dirigiera al taxista: "S¨ª, pero Espa?a no tiene Guant¨¢namo". La casa de Deyermond es una pac¨ªfica vivienda en la que ¨¦l y su mujer, Anne, tambi¨¦n profesora, atesoran recuerdos de una larga vida en com¨²n; uno de esos recuerdos, de los m¨¢s queridos, es Tom, el caniche grande que el profesor llevaba a sus clases, para regocijo de sus estudiantes, y del propio perro. Tom muri¨® hace unos a?os, y junto al jard¨ªn trasero de la casa est¨¢n sus cenizas reposando despu¨¦s de una vida que les dio alegr¨ªa a sus ahora nost¨¢lgicos due?os. De Tom, precisamente, empezamos a hablar; y no s¨®lo de Tom, sino del M¨ªo Cid, uno de los grandes personajes del elenco de los intereses hist¨®ricos de Alan Deyermond. Xelo Sanmateu, una de las colaboradoras espa?olas de este especialista en el Cid y en la Celestina, entre otros personajes de la historia medieval espa?ola, nos hab¨ªa advertido de la pasi¨®n del profesor por Tom, que en efecto es, como aquellos personajes de la historia, una presencia viva con la que el medievalista tambi¨¦n conversa.
"El Cid podr¨ªa ser hoy presidente del Gobierno. Y la Celestina, directora de una empresa publicitaria o de contactos"
"La Inquisici¨®n espa?ola fue terrible, hubo mucha injusticia, pero nunca habr¨ªa tolerado un Guant¨¢namo"
Parece que 'Tom' era todo un personaje, tambi¨¦n en clase?
Imag¨ªnate. Incluso hac¨ªa el papel del le¨®n del Cid, porque era un caniche grande?
Y usted le implicaba en las clases?
S¨ª, le dec¨ªa: "Tom, quiz¨¢ esto no te interesa mucho, pero tengo que contarlo". Y cuando no le interesaba algo se dorm¨ªa, como los alumnos. Un d¨ªa estaba explicando un episodio del Cid; Tom dorm¨ªa a mis pies, y le dije: "Tom, m¨¢rchate", y ¨¦l se levant¨®, como si estuviera pendiente de toda la clase, y se fue. Los alumnos lo premiaban, siempre que hac¨ªa cosas as¨ª, con un aplauso inmenso.
?C¨®mo fue su relaci¨®n con 'Tom'?
Fue como nuestro hijo. Vivi¨® casi 14 a?os, que es poco tiempo; nuestro segundo perro, tambi¨¦n un caniche grande, vivi¨® 15. Nuestro primer perro, un caniche mediano, vivi¨® m¨¢s de 15. Tom tuvo problemas de salud en los ¨²ltimos a?os, y eso le acort¨® la vida. Nuestro primer perro estuvo con nosotros mucho antes de nacer nuestra hija; era un caniche grande, negro. Creci¨® con ella, y ambos mantuvieron una rivalidad intensa. Un d¨ªa nuestra hija, que ya ten¨ªa ocho a?os, le dijo a mi mujer, Anne: "A veces siento que aprecias m¨¢s al perro que a m¨ª". Y Anne le dijo, con toda naturalidad: "?C¨®mo puedes decir eso! Sabes perfectamente que no hacemos ninguna diferencia entre vosotros".
?C¨®mo era usted como profesor?
Eso se lo tiene que preguntar a los alumnos? Dar clases ha sido mi vocaci¨®n? Mi madre fue profesora en la escuela primaria; era muy buena, lleg¨® a directora. Supongo que es algo que hered¨¦.
Y sus profesores tambi¨¦n le ense?ar¨ªan?
Entre mis profesores de Oxford hubo una gama muy amplia. Hubo p¨¦simos, hubo buenos o excelentes, y hubo uno magn¨ªfico. En la universidad entr¨¦ a estudiar franc¨¦s y espa?ol. La parte de franc¨¦s fue catastr¨®fica. ?Los idiomas modernos se ense?aban como si fueran lenguas muertas! No hab¨ªa clase de conversaci¨®n, por ejemplo, ni se obligaba a los estudiantes a viajar en busca de la lengua que aprend¨ªan? Adem¨¢s, en el caso del franc¨¦s, la ense?anza de la literatura era mal¨ªsima. La del espa?ol fue mucho mejor. Por eso me cambi¨¦, y me dediqu¨¦ por completo al espa?ol.
Usted ha dicho que el franc¨¦s tiene en el mundo "una prevalencia il¨®gica". ?Est¨¢ el espa?ol infravalorado como lengua?
Hace 50 a?os era as¨ª. Ahora es distinto, ahora la gente se da cuenta mucho m¨¢s de la importancia del espa?ol como lengua mundial, mientras que el franc¨¦s ha perdido algo de su prestigio.
?Y qu¨¦ pas¨® para que el espa?ol haya recuperado terreno?
En parte sospecho que por el aumento de los viajes por avi¨®n, y en parte tambi¨¦n a la importancia creciente de Am¨¦rica Latina. A nivel personal suced¨ªa una cosa: aunque uno no supiera bien el idioma, a los espa?oles les encantaba que uno intentara hablar su lengua, pero los franceses te despreciaban si no lo hac¨ªas bien?
En Inglaterra tambi¨¦n ocurre: si usted no habla un ingl¨¦s perfecto le desprecian?
Eso no lo hace gente que tenga cierta formaci¨®n? Pero d¨¦jeme que le cuente esta an¨¦cdota. Hace m¨¢s de 40 a?os estaba investigando en Palencia unos documentos en el archivo de la catedral, y me hice amigo del bedel, que me invit¨® a su casa, a tomar caf¨¦. ?Para m¨ª fue un honor inmenso, porque entonces no era com¨²n que los espa?oles invitaran a un extranjero a su casa! La mujer del bedel no le¨ªa tanto como su marido, y cuando acab¨® la visita ella me pregunt¨® de d¨®nde era. Cuando le dije que era de Inglaterra quiso saber qu¨¦ idioma habl¨¢bamos en mi pa¨ªs. El bedel hizo signos de alarma. Pero ella no se arredr¨® y me dijo: "As¨ª que eso que usted nos viene hablando es ingl¨¦s". "No, se?ora", le repliqu¨¦, "pretend¨ªa ser espa?ol".
Usted ha estado pendiente de la Edad Media, ?pero c¨®mo ha visto la evoluci¨®n cultural y pol¨ªtica espa?ola de nuestro tiempo?
Fui a Espa?a en 1952, a¨²n en los a?os peores de la dictadura? En la democracia, Espa?a ha dado de s¨ª un aspecto magn¨ªfico. Culturalmente, el cambio me alegra, aunque veo signos alarmantes en costumbres relacionadas con las drogas o con la promiscuidad sexual, y no s¨®lo en Espa?a? Cuando fui por primera vez, la gente ten¨ªa miedo de hablarte; ahora puedes tener relaciones amistosas con cualquier espa?ol. Me encanta ir a Espa?a.
Y ha vivido la evoluci¨®n espa?ola como si fuera un espa?ol?
En cierta manera. Voy con frecuencia, seis o siete veces al a?o. Y vienen muchos espa?oles a verme y a estudiar conmigo?
Debe de ser gratificante que los alumnos que tuvo quieran seguir aprendiendo de usted una vez jubilado?
No lo hab¨ªa previsto y me gusta mucho. Cuando me jubil¨¦, en el verano de 1997 -porque la jubilaci¨®n a los 65 a?os es obligatoria-, te dan un t¨ªtulo de catedr¨¢tico em¨¦rito; significa tan s¨®lo que has sido catedr¨¢tico y que no est¨¢s en la c¨¢rcel? Pues cuando me jubil¨¦ segu¨ª dirigiendo las tesis que ya dirig¨ªa, no pod¨ªa aceptar nuevas? Tuve propuestas para ense?ar en California, y eso me permite seguir siendo profesor. Del mismo modo, cada a?o doy una semana de clases en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, en Madrid? Es un curso de alta especializaci¨®n. Es muy enriquecedor para m¨ª.
?Y usted sigue aprendiendo?
S¨ª, sobre todo de los j¨®venes.
?Y qu¨¦ est¨¢ aprendiendo ahora?
Recopilo nuevos datos bibliogr¨¢ficos, encuentro nuevas maneras de enfocar obras que ya conoc¨ªa, y trato de conocer obras y escritores que no conoc¨ªa.
Ahora son los estudiantes los que le marcan a usted los asuntos pendientes?
Para m¨ª la ense?anza ha sido una calle de sentido doble. Al principio, los alumnos aprend¨ªan m¨¢s de m¨ª que yo de ellos; eso era en la licenciatura. Pero cuando se acercan a la tesis, yo aprendo mucho m¨¢s de ellos que ellos de m¨ª?
?Qu¨¦ le preocupa ahora m¨¢s de todo lo que ha estudiado como medievalista?
Hay demasiados temas. Paso mucho m¨¢s tiempo del que quisiera leyendo trabajos de otras personas; soy editor en el sentido ingl¨¦s, me preocupo de que esos textos sean adecuados? Dos a?os antes de jubilarme lanc¨¦ una colecci¨®n monogr¨¢fica con lo que sal¨ªa de mi seminario de investigadores? La colecci¨®n empez¨® en 1995, y este mes publicamos el tomo 50. Me obliga a leer la correspondencia con los autores, a leer las pruebas, y a menudo incluso maqueto los libros? Tengo otro proyecto que me ocupa mucho tiempo? La British Academy celebraba su centenario [naci¨® en 1902] y me encarg¨® un tomo sobre los estudios medievales en Gran Breta?a en el siglo XX? ?Casi 30 cap¨ªtulos, sobre historia, literatura, arqueolog¨ªa, musicolog¨ªa?! He trabajado con 30 colaboradores y ha sido una pesadilla, en parte por incompetencia m¨ªa, en parte por la riqueza y variedad de la naturaleza humana que se ha revelado en algunos colaboradores y en parte tambi¨¦n porque a medio camino del proyecto me operaron del coraz¨®n, una operaci¨®n muy dram¨¢tica, ?a coraz¨®n abierto! Pero, gracias a Dios, ese tomo, de 850 folios, ya est¨¢ en imprenta. Esto me deja m¨¢s tiempo para la investigaci¨®n?
?Y lo que m¨¢s le preocupa a usted mismo?
La literatura perdida. Publiqu¨¦ hace a?os el primer tomo de mi cat¨¢logo sobre ¨¦pica y sobre romances perdidos. Tengo que publicar tres tomos m¨¢s de este cat¨¢logo de obras perdidas. Y me interesa mucho el bestiario medieval, la seudozoolog¨ªa?
?Qu¨¦ ha encontrado en la literatura perdida?
No encuentro obras perdidas; s¨ª estudio fragmentos, alusiones a libros que ya no existen; estudio cat¨¢logos de bibliotecas medievales, lo que dicen varios autores de su propia producci¨®n?
?Tenemos nosotros m¨¢s literatura perdida que los brit¨¢nicos, por ejemplo?
Probablemente s¨ª, pero s¨®lo para la literatura inglesa existe un libro muy bueno -no es un cat¨¢logo- que se llama The lost: the literatura made in England; pero en el franc¨¦s, el italiano, el espa?ol o el lat¨ªn medieval no tenemos los estudios correspondientes, y no hay cat¨¢logo de la literatura perdida tampoco en catal¨¢n o portugu¨¦s?
Usted es un hombre de este siglo. ?Se puede sentir contempor¨¢neo de la Edad Media? ?Qu¨¦ le dice ese periodo?
El mensajero, una novela inglesa de hace 40 a?os, que luego fue pel¨ªcula de Joseph Losey, empieza con esta frase: "El pasado es un pa¨ªs extranjero?". Aunque t¨¦cnicamente para m¨ª Espa?a es un pa¨ªs extranjero, no lo es en la medida en que lo pueden ser Rusia, Francia o Italia? Cuando voy a Espa?a me siento en mi pa¨ªs, yo soy hijo adoptivo de Espa?a? Del mismo modo, la antig¨¹edad cl¨¢sica es para m¨ª un pa¨ªs extranjero, pero despu¨¦s de haber estudiado tanto la Edad Media, cuando leo una obra medieval no la leo con ojos de hombre medieval, pero s¨ª soy consciente de c¨®mo la habr¨ªa le¨ªdo un medieval?
?C¨®mo eran los hombres medievales?
Mucho m¨¢s l¨®gicos de lo que se cree. El gran medievalista C. S. Lewis dice que en la Edad Media la gente sab¨ªa m¨¢s o menos cu¨¢ndo una idea se hab¨ªa comprobado y cu¨¢ndo no. Ten¨ªan un acercamiento l¨®gico a las ideas, algo que ya no es com¨²n.
?C¨®mo eran las relaciones personales en la Edad Media, y las relaciones con el poder?
No lo sabemos todo? Las cartas personales, que hab¨ªa pocas, son tambi¨¦n un poco oficiales? Se han descubierto cartas, que ahora son famosas, de una familia de Norfolk; casi todas eran de mujeres. Y hay una peque?a colecci¨®n de una barcelonesa, Seleneta de Tous, que se queja de las ausencias de su marido. Se expresa de manera elocuente, con un esp¨ªritu independiente.
Hab¨ªa tambi¨¦n en ese tiempo cartas y libros para ayudar, para consolar? Como los libros de autoayuda de hoy?
No era lo mismo. Esos libros de hoy se hacen para un mundo sin Dios. No digo que hagan propaganda del ate¨ªsmo, simplemente no tienen en cuenta a Dios. Los manuales de la Edad Media se escribieron y leyeron en un contexto con Dios. Por eso existe el concepto del deber moral. Por resumirlo, dir¨ªa que en los libros medievales se contestaba a la pregunta: ?c¨®mo puedo ayudar a mi vecino? Ahora la pregunta es: ?c¨®mo me puedo ayudar a m¨ª mismo?
Usted ha estudiado mucho el 'Libro de buen amor'?
Es casi imposible estudiar bien el Libro de buen amor, es tan enigm¨¢tico? Las palabras cambian de significado en una parte y en otra del libro? Es m¨¢s dif¨ªcil este libro que La Celestina o que M¨ªo Cid.
?C¨®mo conceb¨ªan el amor en el medievo?
De manera no muy distinta; siempre hubo enamorados y desenamorados? Y bueno, las relaciones han cambiado; entonces hubo mucha menos libertad para los j¨®venes, excepto para las campesinas?
?Por qu¨¦?
Porque se iban a trabajar fuera de casa, no hab¨ªa manera de controlarlas; la aristocracia vigilaba m¨¢s a sus hijos?
?Qu¨¦ le hizo interesarse por ese mundo?
Supongo que fue casualidad hist¨®rica. Fue una revelaci¨®n leer el M¨ªo Cid y La Celestina. Estaba en el ¨²ltimo a?o de la licenciatura, quise quedarme en la universidad haciendo el doctorado, y esa revelaci¨®n fue decisiva.
?Qu¨¦ le interes¨® del 'M¨ªo Cid'?
Los personajes, la estructura, el dise?o? No me interesaron tanto las descripciones de batallas como la disposici¨®n del Cid para evitar la recuperaci¨®n del amor?
?Le parece ahora muy espa?ol el Cid?
No dir¨ªa que poco espa?ol, pero tampoco me parece muy espa?ol. Es un hombre muy especial, muy individual?
?Qu¨¦ ser¨ªa hoy?
?Uf!, quiz¨¢ presidente del Gobierno.
?Sabe que el ex presidente Aznar escogi¨® el Cid como su disfraz antes de unas elecciones generales?
Muy acertado.
?Y el Cid hubiera sido un presidente conservador o progresista?
El Cid hist¨®rico hubiera sido probablemente conservador; el del poema hubiera sido m¨¢s complejo, m¨¢s interesante.
La Celestina, ?ser¨ªa hoy una mujer despreciable o tendr¨ªa un puesto noble?
Las dos cosas. Piense que hay mucha gente que tiene un puesto noble que es despreciable? En La Celestina vemos una microsociedad femenina, la casa de la Celestina, que funciona dentro de la macrosociedad masculina y es m¨¢s permanente que ¨¦sta? Al final de la obra no s¨®lo ha muerto Calixto, sino que toda la sociedad est¨¢ en duelo; mientras que si matan a la Celestina, toda su sociedad va a seguir? Yo pienso que la Celestina ser¨ªa hoy la due?a o directora de una empresa publicitaria, o de contactos?
?Se divierte usted con lo que hace?
No s¨®lo me interesa, sino que me divierte lo que hago. Mi mujer me dec¨ªa el otro d¨ªa que est¨¢ muy contenta de que mi trabajo me atraiga como hace 50 a?os. Me pasa desde que conoc¨ª a mi tutor, el profesor Robert Pring-Mill? Mi tutor en el primer a?o de la licenciatura fue Alberto Jim¨¦nez-Fraud, que hab¨ªa sido director de la Residencia de Estudiantes. Un hombre muy simp¨¢tico, pero ten¨ªa poca idea de c¨®mo eran los alumnos de Oxford? En la primera semana de mi segundo a?o vi anunciada una clase informal sobre Calder¨®n, que iba a impartir el profesor Pring-Mill, y fui. Para m¨ª fue una sorpresa que se pudiera explicar literatura de esa manera. Le ped¨ª que fuera mi tutor. Inspir¨® todo lo que s¨¦ como profesor, dirigi¨® mi tesis sobre La Celestina [Petrarca como fuente de La Celestina], que se transform¨® en mi primer libro, de 1961?
?C¨®mo estaba el medievalismo cuando usted se puso a estudiarlo?
Se publicaban pocos libros, y los instrumentos que ten¨ªamos a mano eran del siglo XIX o al menos de 1913. No se hab¨ªa iniciado el proceso de editar los textos medievales. El cantar de M¨ªo Cid se estudiaba pr¨¢cticamente s¨®lo desde el punto de vista hist¨®rico, o en todo caso se hablaba del valor nacional, del valor hist¨®rico, y al final se le dedicaba un espacio ¨ªnfimo al valor po¨¦tico del texto.
?Hab¨ªa mucha relaci¨®n entre ustedes, los medievalistas ingleses, y los espa?oles?
Poca. Un d¨ªa le present¨¦ un investigador ingl¨¦s del teatro medieval a un veterano colega suyo, espa?ol. Cuando ¨¦ste supo en qu¨¦ trabajaba su compa?ero m¨¢s joven le dijo: "Todo lo que se puede saber sobre el teatro espa?ol est¨¢ en mi libro. Buenos d¨ªas", y se fue. Es un caso extremo. Ahora, Espa?a est¨¢ llena de medievalistas brillantes, que saben mucho y tienen ideas nuevas, son muy abiertos, generosos; tan generosos que mantienen la impresi¨®n equivocada de que yo tengo algo que decir.
Cuando fue a Espa?a encontrar¨ªa un pa¨ªs muy medieval?
No exactamente. Era un pa¨ªs del siglo XIX. Bueno, me corrijo: Madrid era muy del siglo XIX. Y el campo era la Edad Media. La primera vez fui en 1952, para una visita a Granada, con estudiantes. Pasamos un d¨ªa en Madrid. Me encant¨® desde el primer momento. Era demasiado joven e ingenuo para apreciar Espa?a totalmente. Lo que cambi¨® mi relaci¨®n con Espa?a ocurri¨® a ra¨ªz de la invitaci¨®n que me hizo el profesor Francisco Rico para que me encargara del tomo de Historia y cr¨ªtica de la literatura espa?ola [editorial Ariel] dedicado a la Edad Media? Me di cuenta de que mi relaci¨®n con el espa?ol se hac¨ªa cada vez m¨¢s fluida, y despu¨¦s de eso siempre me he sentido muy c¨®modo con Espa?a y con el idioma?
Seguro que ya Espa?a no tiene los rasgos medievales que advirti¨® en un principio.
No, pero tiene los rasgos naturales e inconscientes que la relacionan con ese periodo. Claro que tiene edificios medievales magn¨ªficos. Pero los espa?oles no han cambiado tanto, se me ocurre. Y siguen siendo igual de generosos. En ning¨²n otro pa¨ªs se crear¨ªa un premio como el Lebrija para los que estudian su medievo? Cuando me dieron ese premio en 1994 tuve oportunidad de decirlo: es un verdadero placer sentir esa generosidad que viene seguramente de la Edad Media, y que a m¨ª siempre me ha emocionado mucho.
Muchos a?os estudiando nuestro pa¨ªs. ?Ya sabe de d¨®nde viene, ad¨®nde va?
No s¨¦ ad¨®nde va. Pero ahora estoy m¨¢s de acuerdo que nunca con Am¨¦rico Castro: Espa?a es el resultado de una fusi¨®n, de un conflicto, de una convivencia de tres culturas? No se puede recrear esa convivencia en el mundo, parece que es imposible; esa separaci¨®n entre las comunidades musulmana, cristiana y jud¨ªa crece. Puede que me equivoque, pero la divergencia crece?
?Y su pa¨ªs, el Reino Unido, ad¨®nde va?
Me preocupa la diferencia entre pobres y ricos; hay personas que ganan un mill¨®n de libras al a?o y otras que no tienen para vivir dignamente. Esa diferencia se acrecienta, y no es buena? Pas¨® con Margaret Thatcher; pasa con Tony Blair, que es consecuencia del modelo de su antecesora? ?Un hombre que pasa las vacaciones con Berlusconi! Me preocupa tambi¨¦n el antiintelectualismo de esta sociedad. ?Hasta en los peri¨®dicos serios hay m¨¢s errores que antes! Antes yo llamaba a los diarios para advertirles de los errores, y hace a?os se sent¨ªan consternados. Ahora no les importa nada cuando les llamo.
?Y los brit¨¢nicos le perdonar¨¢n a Blair su participaci¨®n en la guerra de Irak?
Es posible, pero yo no se lo perdono. Fue una guerra ilegal, un crimen con la ley internacional en la mano. No es que me oponga a toda guerra, no soy tan pacifista; de hecho, la otra guerra contra Irak, cuando este pa¨ªs invadi¨® Kuwait, me pareci¨® justificada, y la guerra contra Argentina por las Malvinas tambi¨¦n me lo pareci¨®. Pero no hubo raz¨®n alguna para la invasi¨®n de Irak.
?Le hubiera gustado vivir en la Edad Media?
No, no podr¨ªa vivir sin anestesia, sin calefacci¨®n? Los hombres y las mujeres medievales tienen que haber tenido una resistencia incre¨ªble a los dolores.
?Qu¨¦ tiene esta ¨¦poca que se parezca a la medieval?
La naturaleza humana? A esta ¨¦poca la veo a veces con admiraci¨®n, a veces con mucha esperanza y a veces con desesperanza? Un optimismo con muchas precauciones.
Cuando ven¨ªa a verle, el taxista musulm¨¢n ha dicho: "Ah, Espa?a, la Inquisici¨®n".
S¨ª, una imagen. Pero Guant¨¢namo no est¨¢ en Espa?a. La Inquisici¨®n fue terrible, pero trabaj¨® con reglas fijas; hubo mucha injusticia, pero no fue caprichosa, como ocurre en tantos pa¨ªses de ahora que se llaman dem¨®cratas? Lo de Guant¨¢namo es intolerable. La Inquisici¨®n nunca habr¨ªa tolerado los encarcelamientos sin investigarlos.
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