?De qu¨¦ hablan los animales?
Los animales invierten mucho tiempo y energ¨ªa comunic¨¢ndose entre s¨ª y, en ocasiones, intentando hacerlo con nosotros. Una fenomenal algarab¨ªa que se extiende a nuestro alrededor y de la que ni nos percatamos. Los especialistas comienzan a desvelar el enigma
Los animales no saben hablar, por lo menos no como nosotros; sin embargo, a nuestro alrededor, miles de especies charlan animadamente. Entender lo que se dicen tiene intrigada a la humanidad, aunque, hasta no hace mucho, comprender su parloteo quedaba reservado a figuras m¨ªticas como el rey Salom¨®n, cuya sabidur¨ªa abarcaba todas las lenguas animales; a santos como Francisco de As¨ªs, que tan bien se entend¨ªa con el hermano lobo, o al doctor Doolittle de la pel¨ªcula hom¨®nima, capaz de conversar con una llama o un caracol. Hoy, gracias a cient¨ªficos empe?ados en descifrar hasta el m¨¢s opaco de los c¨®digos, nuestra curiosidad empieza a verse satisfecha. Algunos de estos estudios se est¨¢n mostrando en un ciclo de conferencias en el Museo de la Ciencia CosmoCaixa Madrid, gestionado por la Fundaci¨®n La Caixa.
Los perritos de las praderas emiten gritos informando de la llega de enemigos, su tama?o y velocidad
Dos bonobos lograron expresar: s¨ª, bananas, uvas y zumo. 'Koko', la gorila, aprendi¨® el lenguaje de los sordomudos
El loro '?lex' manejaba un centenar de palabras, y pod¨ªa identificar siete colores, cinco formas y cuarenta objetos
A?os de minuciosas observaciones est¨¢n sacando a la luz los curios¨ªsimos modos desarrollados por las especies para enviarse mensajes, a menudo con sonidos para nosotros inaudibles. Tal es el caso de los paquidermos de las vastas sabanas: los elefantes, en concreto, se coordinan a kil¨®metros de distancia mediante infrasonidos s¨®lo perceptibles para sus grandes orejas. Las hembras, por su parte, los emiten a fin de dar su ubicaci¨®n e informar de que han entrado en celo, un evento digno de ser pregonado, pues s¨®lo les ocurre cada cuatro a?os y por un lapso de cuatro d¨ªas. Debido a la naturaleza de esas ondas sonoras, uno puede pasear un d¨ªa entero por una reserva natural africana sin percatarse en lo m¨¢s m¨ªnimo del tremendo griter¨ªo proferido por elefantes, hipop¨®tamos y rinocerontes.
El enigma del canto de los p¨¢jaros tambi¨¦n se va disipando. Ya sabemos que sus trinos persiguen metas precisas: atraer hembras, delimitar su territorio o distinguir a familiares de extra?os. Pero las aves canoras no han entregado todos sus secretos; que a veces canten sin un auditorio ha llevado a los ornit¨®logos a asimilar sus melodiosos sonidos a la m¨²sica, o sea, a un medio de expresi¨®n emocional. Una hip¨®tesis muy parecida a lo que siempre han pensado los propietarios de canarios, convencidos de que sus pajaritos cantan, sencillamente, de alegr¨ªa por vivir.
M¨¢s sorprendente resulta el descubrimiento del canto de los ratones. Cuando Kafka escribi¨® su cuento Josefina la cantora o el pueblo de los ratones, lo hizo en sentido figurado: en aquel entonces no se pensaba que tales roedores pudieran cantar. Estudios recientes han detectado que lo hacen mediante ultrasonidos, posiblemente como parte del rito de cortejo.
A otros seres les va la vida en comunicarse con eficacia. Ah¨ª est¨¢n los perritos de las praderas del oeste de EE UU, cuyos gritos transmiten alarmas espec¨ªficas para cada predador. Mediante ellas se alertan de la llegada del coyote o del halc¨®n, y se dan informaci¨®n sobre su tama?o, color y velocidad. Un vocabulario similar manejan los monos vervet de Kenia: un gru?ido, un ¨¢guila; un ladrido, un jaguar? Al referirnos a criaturas locuaces resulta imposible obviar a los delfines; no tanto por sus dotes comunicativas reales como por el revuelo period¨ªstico suscitado en los a?os sesenta, cuando el neurofisi¨®logo norteamericano John Lilly se propuso descifrar sus silbidos y as¨ª conversar con ellos. Pese a la vehemente defensa de su "inteligencia sobrehumana" -lleg¨® a pedir que estuvieran representados en la ONU-, Lilly nunca prob¨® sus afirmaciones. Con todo, sus teor¨ªas tuvieron un gran impacto en la imaginaci¨®n colectiva, hasta el punto de inspirar la pel¨ªcula El d¨ªa del delf¨ªn (Mike Nichols, 1973), centrada en un cient¨ªfico que logra ense?ar ingl¨¦s a una pareja de delfines. Hoy sabemos que el silbido de las marsopas sirve de firma ac¨²stica con la que se reconocen unos a otros. Es su forma de resolver el problema al que se enfrentan los animales gregarios: ?c¨®mo comunicarse en una multitud donde todos se parecen y suenan igual?
Parecida funci¨®n tendr¨ªan los clics emitidos por los cachalotes. Los bi¨®logos Michel Andr¨¦ y Cees Kamminga, que estudiaron este s¨®nar natural empleado para orientarse, creen que les sirve adem¨¢s para identificarse. No s¨®lo cada manada emite clics parecidos -se?al de un aprendizaje social-, sino que tambi¨¦n cada individuo cliquea con un ritmo propio, denominado por ellos "medida r¨ªtmica de identidad". Observar de cerca c¨®mo se comunican constituye una experiencia ¨²nica, asegura Hal Whitehead, el bi¨®logo canadiense que ha pasado a?os buceando entre cachalotes para tender redes de hidr¨®fonos. "Sentir sus poderosos clics recorriendo tu cuerpo es algo impresionante", comenta (www.whalesongs.org/cetacean/sperm_whales/home.html).
Muy distintas son las artes vocales de la ballena. El enorme cet¨¢ceo sortea los obst¨¢culos planteados por el medio marino con ayuda de infrasonidos, en secuencias que viajan a trav¨¦s del agua a gran rapidez y pueden o¨ªrse a 4.800 kil¨®metros. Sus llamadas fueron identificadas por primera vez en los a?os cincuenta, siendo al principio confundidas con submarinos sovi¨¦ticos. La ballena es, adem¨¢s, el ¨²nico mam¨ªfero compositor de canciones, aparte del murci¨¦lago y el ser humano. El canto de una ballena jorobada se emite en frecuencias audibles para nuestros o¨ªdos, dura hasta 20 minutos y var¨ªa cada a?o (www.oceanmammalinst.org/songs.html). Se ignora si sus canciones les sirven de identificaci¨®n individual. S¨ª parecen jugar un papel en el apareamiento y su coordinaci¨®n en inmensas distancias.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la fama de parlanchines ha pasado a los simios. Cada especie utiliza un gran n¨²mero de llamadas, expresiones faciales y gestos corporales. El grito m¨¢s impresionante lo lanza el orangut¨¢n: un rugido audible en dos kil¨®metros a la redonda. Con su vozarr¨®n, el macho anuncia su presencia, reclama un territorio y llama a las hembras. Los chimpanc¨¦s, por su parte, disponen de un amplio cat¨¢logo de gru?idos, alaridos y morisquetas. Su vocalizaci¨®n m¨¢s t¨ªpica suena como si tocasen la arm¨®nica sin instrumentos, y cada esp¨¦cimen lo hace de forma distinta; por lo que podr¨ªa servirle de tarjeta de presentaci¨®n, barruntan los expertos, sin descartar funciones adicionales como informar de la ubicaci¨®n de aliados y rivales.
Las facultades expresivas de los simios atrajeron la atenci¨®n de los cient¨ªficos. De sus laboratorios han salido estrellas de la talla de Koko, la gorila adiestrada por la experta Francine Patterson en manejar algunas palabras y, ocasionalmente, crear nuevos vocablos. Aunque aprendi¨® el lenguaje de los sordomudos y se lo ense?¨® a otros gorilas, jam¨¢s pudo hablar porque, entre otras cosas, los simios no poseen una laringe como la humana ni nuestro control de la respiraci¨®n. Comparten el estrellato los bonobos Kanzi y Panbanisha, capaces de articular sonidos espec¨ªficos para cuatro conceptos diferentes: bananas, uvas, zumo y s¨ª. Recientemente, Liberius, el bonobo entrenado por la primat¨®loga Katie Slocombe, se ha sumado a la lista al dar pruebas de comprender los gru?idos alusivos a las manzanas, una muestra de comunicaci¨®n referencial en la especie.
Tales experiencias fueron muy criticadas por Herbert Terrace, un psic¨®logo de la Universidad de Harvard. El experto se bas¨® en sus observaciones del chimpanc¨¦ Nim para concluir que aquellos estudios exageraban los resultados: los monos sabios se limitaban a perge?ar conductas dirigidas a obtener comida, sin un entendimiento real de los signos usados. Su colega Duane Rumbaugh le replic¨®: "Aunque nadie dir¨¢ que un animal tiene la capacidad plena para el lenguaje de los humanos, nadie negar¨¢ que al menos algunos poseen dotes impresionantes de lenguaje, incluyendo la comprensi¨®n del habla humana".
?Y qu¨¦ decir de los afanes de humanos y animales por comunicarse? De este punto, muchos pueden dar testimonio, comenzando por los pastores acostumbrados a entenderse con sus reba?os a base de silbidos, chasquidos de lengua y de labios; hasta llegar a los urbanitas, cuyos perros y gatos siempre se las arreglan para hacerles saber su necesidad de salir, qu¨¦ quieren comer o su enfado por la nueva caja de arena. Los perros, en particular, hacen gala de una incre¨ªble perspicacia a la hora de interpretar nuestro lenguaje corporal: gracias a ella adivinan el inminente paseo por el parque en la mirada de su amo. Como dice una frase t¨®pica: ?s¨®lo les falta hablar!
Estudios con lobos y perros indican que estos ¨²ltimos, en caso de dificultad para realizar una tarea, miran a los humanos en busca de orientaci¨®n, algo que sus primos salvajes no atinan a hacer. Ese talento es el fruto de una convivencia de 15.000 a?os, la misma que hizo evolucionar el ladrido en una direcci¨®n comprensible a los humanos, afirma el et¨®logo ?dam Mikl¨®si. Esta autoridad mundial en c¨¢nidos de la Universidad E?tv?s de Budapest respalda sus palabras en un test con 90 voluntarios a los que hizo escuchar grabaciones de ladridos de un pastor h¨²ngaro, a fin de que adivinasen la situaci¨®n en la que fueron emitidos (juegos con perros, pedir comida, abandono, agresi¨®n?). El grupo tuvo un alto nivel de aciertos, lo cual prueba, seg¨²n Mikl¨®si, la compenetraci¨®n entre el hombre y su mejor amigo. Otra motivaci¨®n de los ladridos la pone el placer, a?aden los especialistas Raymond Coppinger y Mark Feinstein. No nos desvelemos, por tanto, buscando el mensaje oculto en sus conciertos nocturnos: la mayor¨ªa de las veces, los canes ladran por gusto.
En cuanto a los animales imitadores del habla humana, ¨¦stos han generado un divertido folclor. Pero ?imitaci¨®n equivale a comprensi¨®n? Los experimentos m¨¢s famosos dirigidos a aclarar la cuesti¨®n los ha protagonizado un loro africano de nombre Alex, bajo la supervisi¨®n de Irene Pepperberg, de la Universidad de Arizona. Aparte de manejar un centenar de palabras, el ave identificaba siete colores, cinco formas, cuarenta objetos y contaba por encima de seis. Cuando le mostraban una botella verde y un sombrero verde, y le preguntaban qu¨¦ ten¨ªan en com¨²n, Alex contestaba: "Verde". Y cuando le preguntaban en qu¨¦ difer¨ªan, replicaba: "Forma". Adem¨¢s, Pepperberg lo grab¨® a solas practicando las palabras aprendidas en el d¨ªa, hasta familiarizarse con ellas. Lo extraordinario de esas haza?as no ha convencido a sus colegas de que el loro fuese consciente de su significado.
En los anales de la comunicaci¨®n entre humanos y animales ocupa un lugar especial Hans el Listo, el caballo que en la Alemania de finales del siglo XIX sumaba y multiplicaba casi sin errar, dando golpecitos con el casco, seg¨²n las demostraciones organizadas por su adiestrador. El equino se convirti¨® en una celebridad y recibi¨® la visita de curiosos y cient¨ªficos. ?Se trataba del primer caso de comunicaci¨®n interespecies en dos direcciones! El prodigio se aclar¨® cuando dos investigadores sustituyeron al adiestrador en la formulaci¨®n de las preguntas y, acto seguido, abandonaron la habitaci¨®n; al instante, el caballo perdi¨® su sabidur¨ªa. Se descubri¨® que Hans pose¨ªa una comprensi¨®n espectacular, pero no de las matem¨¢ticas, sino del lenguaje corporal humano. El caballo intu¨ªa las respuestas correctas a trav¨¦s de los gestos involuntarios de su adiestrador. El efecto Hans ha pasado a la historia como un factor distorsionador a evitar por todo el que dise?e pruebas en comunicaci¨®n animal.
Los ejemplos ilustran la variedad de la comunicaci¨®n animal junto con las dificultades de su estudio. Entre las ¨²ltimas destaca la insistencia por aplicarle los esquemas de la ling¨¹¨ªstica, a menudo con calzador. Tal enfoque, advierten los psic¨®logos anglosajones Drew Rendall y Michael Owen, subestima "la diversidad de las funciones y mecanismos potenciales de la comunicaci¨®n animal". Un ejemplo de expresiones que no encajan en aquellos moldes "son los trinos de los monos tit¨ª de Suram¨¦rica", explica Fernando Pel¨¢ez, el et¨®logo de la Universidad Aut¨®noma de Madrid que, junto con su colega ?ngela Loeches, dirige el ciclo de conferencias de CosmoCaixa.
Por estas razones, los expertos aconsejan abandonar los t¨¦rminos "lenguaje animal", ya que la definici¨®n de lenguaje est¨¢ hecha a medida y semejanza del ser humano. Un escollo m¨¢s sutil lo interpone el sesgo antropoc¨¦ntrico: la tendencia a exagerar los resultados de las pruebas, atribuyendo a los seres estudiados un don de lenguas casi humano (posiblemente por influencia del movimiento a favor de los derechos de los animales). Especialistas que comparten dicha simpat¨ªa sostienen que en modo alguno es preciso humanizar a los animales para hacerlos merecedores de respeto.
Lo cierto es que las fronteras entre el Homo sapiens y el resto de los animales est¨¢n siendo trazadas de nuevo al comp¨¢s de los hallazgos. As¨ª ocurri¨® con la definici¨®n de cultura, modificada tras descubrirse que chimpanc¨¦s, macacos japoneses y orcas compart¨ªan algunos de sus componentes. Algo similar sucedi¨® con la noci¨®n de personalidad, desde que en 1993 apareciese en el Journal of Comparative Psychology el art¨ªculo Personalidades de pulpos, la primera vez que el concepto se aplicaba a no humanos en una publicaci¨®n acad¨¦mica. Por lo pronto, el consenso cient¨ªfico se mantiene firme en un punto: el lenguaje humano trasciende en complejidad la comunicaci¨®n animal m¨¢s sofisticada. "Los animales m¨¢s avanzados no superan las habilidades expresivas de un ni?o de dos a?os", precisa Loeches.
No nos extra?emos si esas certezas deben revisarse en un futuro no muy lejano. "Habr¨¢ sorpresas", vaticina Pel¨¢ez, y precisa que unas cuantas vendr¨¢n de la mano de la tecnolog¨ªa: "La falta de aparatos adecuados nos impide detectar muchas formas comunicativas, pero esa carencia va camino de subsanarse". As¨ª como los sensores de infra y ultrasonidos nos revelaron fragmentos de las m¨²ltiples conversaciones silenciosas que ocurren ante nosotros, cabe esperar avances similares de la aplicaci¨®n de las t¨¦cnicas de neuroimagen al estudio de los procesos cerebrales de los animales. Loeches concluye: "Posiblemente ser¨¢n los delfines y las ballenas los que nos sorprender¨¢n con los sistemas de comunicaci¨®n m¨¢s globales y complejos".
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