J. I. Pla y la racionalidad del votante desinformado
En el prefacio de su obra capital, J. M. Keynes, el economista m¨¢s importante del siglo XX, subray¨® que las ideas all¨ª tan laboriosamente expuestas, las mismas que modificaron para siempre la concepci¨®n de la econom¨ªa, eran extremadamente simples y obvias. La dificultad, indicaba Keynes, no resid¨ªa en su complejidad sino en la resistencia a abandonar las viejas ideas, cuyas ramificaciones se esparc¨ªan por todos los rincones de la mente de quienes hab¨ªan sido educadas en ellas.
Tomo prestada esta generalizable constataci¨®n sobre la dificultad de abandonar planeamientos caducos, para referirme a las posibles dificultades del PSPV, y en concreto de J. I. Pla, para avanzar hacia la victoria en mayo de 2007. La plasmaci¨®n de un diagn¨®stico como el de Keynes al PSPV podr¨ªa ser que seguimos anclados en formas de acci¨®n del pasado en defensa de nuestros valores para gobernar en el futuro. Una situaci¨®n debida a m¨²ltiples causas entre las cuales deber¨ªa incluirse una escasa, incluso nula, atenci¨®n al pensamiento ante la urgencia concedida al d¨ªa a d¨ªa. En especial por las aportaciones de cuantos analizaron en el campo de la pol¨ªtica la transformaci¨®n irreversible de los comportamientos electorales y de la propia actuaci¨®n de ciudadanos y pol¨ªticos desde, al menos, mediados del siglo XX. Y as¨ª, empe?ados, en tantas ocasiones, en confundir nuestros deseos con la realidad, y en considerar lo m¨¢s inmediato lo ¨²nico importante, la reflexi¨®n a partir de aportaciones ¨²tiles para comprenderla y transformarla como, entre otras muchas, las de Mancur Olson han quedado relegadas. En el mejor de los casos, al terreno acad¨¦mico. En el peor, al puro y completo olvido.
Lo cual no reduce la sagacidad de planteamientos como los del ya desaparecido Olson, al margen de su genial disecci¨®n sobre la l¨®gica de la acci¨®n de los grupos de presi¨®n que Pla, sometido de continuo a su estrategia, deber¨ªa repasar cada d¨ªa. O el expuesto en su inacabado Power and Prosperity sobre el comportamiento racional de los electores que votan sin informarse al que me quiero referir. Comportamiento racional porque analizar con detalle los diferentes programas electorales o la actividad cotidiana de los candidatos tiene una recompensa individual inferior al coste de oportunidad del tiempo requerido para ello. Por lo cual, s¨®lo si su esfuerzo coincidiera con el de muchos otros electores, ser¨ªa racional dedicar tiempo y trabajo a este an¨¢lisis. Pero sin posibilidad de influir sobre los dem¨¢s, lo racional es votar desinformadamente.
Las implicaciones de esta constataci¨®n a un a?o de las elecciones auton¨®micas son importantes. Entre otras, obliga a transmitir machacona y eficazmente una n¨ªtida diferenciaci¨®n de liderazgo asociada a un n¨²mero reducido de propuestas. Guste o no, la inmensa mayor¨ªa de los electores, al votar delega en uno u otro candidato (Cuesti¨®n muy distinta es la extensi¨®n de la delegaci¨®n que hoy algunos parecen considerar infinita). Y lo hace no en funci¨®n del programa presentado, que ni conoce en detalle ni le interesa conocer siendo racional como es. Decide votarlo por la mayor empat¨ªa derivada por un grupo muy reducido de propuestas claras y concisas. Las cuales, en primer lugar, entiende, en segundo lugar, diferencia y asocia con ese candidato y s¨®lo con ¨¦l, y, en tercer lugar, vincula a sus intereses; esto es, considera que llevadas a la pr¨¢ctica la situaci¨®n de quienes le importan (y no s¨®lo la suya) mejorar¨¢ (o lo har¨¢ en mayor medida). Por eso, el elemento clave para el candidato que parte desde la oposici¨®n es transmitir una imagen precisa absolutamente diferenciada para combatir la l¨®gica pretensi¨®n del candidato gobernante de difundir una semejanza b¨¢sica entre todos. Si lo consigue convence de la inutilidad de cambio.
Aun a riesgo de que, quienes en el PSPV o en la prensa, se arrogan el papel de martillo de herejes hagan uso una vez m¨¢s del reaccionario argumento seg¨²n el cual criticar al amigo es hacer el juego al enemigo -la m¨¢s gastada forma de chantaje moral e intelectual en nuestra modesta cultura pol¨ªtica- de lo expuesto se infiere un interrogante elemental: ?es hoy suficiente la nitidez diferencial de J. I. Pla en los temas fundamentales para los ciudadanos? O, por el contrario, ?sigue intentando componer equilibrios imposibles? Me refiero a si los ciudadanos conocen, diferencian y asocian y valoran como superiores esas pocas y n¨ªtidas propuestas de una imagen diferenciada, crucial para ¨¦l para gobernar a partir de 2007. Entre las cuales, parece imposible que pueda delegar en otros, transmitir con total nitidez y superior persistencia su posici¨®n sobre la especulaci¨®n urban¨ªstica, desde la puramente ilegal hasta el trato de favor a determinadas sociedades an¨®nimas deportivas -ahora intentado el papel de v¨ªctimas-; el peso de la ¨¦tica -de lo que se puede y de lo que no se puede hacer- en los comportamientos de los hombres p¨²blicos de su confianza, o el papel de la excelencia y el esfuerzo personal en la futura sociedad valenciana gobernada por el PSPV.
Entre otras cuestiones, lo se?alado implica considerar un grave error hacer descansar la estrategia de los meses venideros en el creciente ruido provocado por la imputaci¨®n judicial de significados actores del partido contrario. No se trata de que no sea importante, pero es un error incluso aunque dentro de la algarab¨ªa haya momentos en que parezca que para el PP el mero cumplimiento de las leyes sea una opci¨®n m¨¢s del debate partidario y no la exigencia m¨ªnima en democracia. Y es un error porque el deterioro del contrincante por estos, u otros, hechos no tiene traducci¨®n autom¨¢tica en una mejora de la valoraci¨®n propia ni, por tanto, en el aumento de la movilizaci¨®n electoral. No fue as¨ª ni siquiera en el acoso y derribo a Felipe Gonz¨¢lez por parte del t¨¢ndem Aznar-?lvarez Cascos. Por eso, en una sociedad de votantes inteligentes aunque racionalmente desinformados, querer contentar a todos y sentarse a ver pasar por delante de la puerta el cad¨¢ver del enemigo tienen un gran riesgo: quedar uno mismo convertido en difunto.
Jordi Palafox es catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universitat de Val¨¨ncia.
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