Argelia, las verdaderas causas de un rechazo
Con pacto de amistad o sin ¨¦l, con el consentimiento o no de los presidentes Buteflika y Chirac, ya existe una realidad franco-argelina forjada, gracias o a pesar de la historia, por innumerables intercambios. De las poblaciones musulmanas y magreb¨ªes de Francia, los argelinos son los m¨¢s numerosos y los que mejor se han implantado. Viajan sin cesar y el Mediterr¨¢neo no los separa de su pa¨ªs m¨¢s de lo que el Sena separa a los habitantes de sus dos orillas.
A pesar de la codicia de estadounidenses y chinos, todos los grandes grupos industriales franceses est¨¢n presentes en Argelia. Exceptuando el sector de los hidrocarburos, Francia sigue siendo el principal proveedor y cliente de Argelia. Finalmente, el viaje a Francia sigue siendo el objetivo de gran parte de la juventud argelina. Adem¨¢s, a partir de ahora, ya no se trata ¨²nicamente de ir a Francia, sino de integrarse en las sociedades argelinas que ya existen all¨ª. En cuanto a los franceses que van o vuelven de Argelia, se maravillan del trato que reciben.
Ante esta din¨¢mica irresistible, en ocasiones aparecen crispaciones en Francia. A los conservadores de la "naci¨®n blanca, europea y cristiana" amada por De Gaulle -concepci¨®n que contribuy¨® a su decisi¨®n inicial de oponerse a la Argelia francesa- no les queda m¨¢s que desear que no se reniegue del recuerdo de la antigua Francia: la anterior al famoso multiculturalismo. Posiblemente fuese un sentimiento como ¨¦se el que, entre otros, llev¨® al Gobierno franc¨¦s a promulgar esta conflictiva ley que recomendaba a los profesores poner de relieve los "aspectos positivos" de la colonizaci¨®n. Los primeros en indignarse, antes incluso que los antillanos, fueron los profesores de historia. Se opon¨ªan al hecho de que el Estado pudiese otorgarse el poder de recomendar una forma de interpretar el pasado y de decretar que existieron "aspectos positivos" en la colonizaci¨®n.
Este proyecto de ley fue una de las razones principales esgrimidas por los argelinos para oponerse al pacto de amistad. ?Hab¨ªa abrogado el presidente franc¨¦s esta ley? Desde luego, pero el Parlamento, es decir el pueblo, la hab¨ªa votado. Por tanto, esperamos de nuestros diputados un gesto, como simple se?al de arrepentimiento. ?Desfachatez? Efectivamente, se podr¨ªa mencionar que no se pidi¨® ese arrepentimiento a los islamistas argelinos, que sin embargo eran genocidas de su propio pueblo.
De hecho, mis ¨²ltimas conversaciones con el presidente Abdelaziz Buteflika me han hecho comprender otra cosa. El presidente argelino, superviviente de una enfermedad temible, resplandeciente en su convalecencia pero al que ha habido que disuadir de peregrinar a la Meca, ha decidido no abandonar la escena sin marcar hist¨®ricamente el destino de su pa¨ªs. Con Mois¨¦s y Camus de su parte, me pareci¨® m¨¢s convencido que nunca de la validez del proyecto de reafirmaci¨®n de la autonom¨ªa cultural e hist¨®rica de Argelia, de su pertenencia espiritual al Islam, de las dimensiones misericordiosas y prof¨¦ticas del Cor¨¢n y del respeto a la lengua en la que se expres¨® Al¨¢ a trav¨¦s de Mahoma. Eso explica la deplorable decisi¨®n de cerrar temporalmente unos cuarenta colegios privados y franceses, de introducir inesperadamente en televisi¨®n la llamada al rezo cinco veces al d¨ªa, y el proyecto de construcci¨®n de una de las mayores mezquitas del mundo. ?C¨®mo es posible que uno de los hombres de Estado argelinos m¨¢s franc¨®fonos, m¨¢s franc¨®filos y m¨¢s laicos haya sido llevado a tal punto de inflexi¨®n en su misi¨®n?
Las relaciones entre Francia y Argelia siempre han sido propias de enemigos complementarios o de amantes destrozados. Los argelinos nunca le han perdonado a Francia -y esto es algo que Buteflika recuerda con una vehemencia vindicativa- el haber decidido un buen d¨ªa no crear en Argelia ese "Reino de Argel" deseado por Napole¨®n III sino tres departamentos franceses.
Nacido en Ujda, en la frontera, pero del lado marroqu¨ª, el joven Abdelaziz Buteflika estuvo atento a todo lo que el estatuto del protectorado le otorgaba a Marruecos y a T¨²nez en lo relativo al respeto, al Estado y a la identidad. "Mientras, nuestra identidad argelina fue alienada, pisoteada, abofeteada y, de hecho, v¨ªctima de genocidio". De ah¨ª surge la necesidad de luchar violentamente contra esta expropiaci¨®n infamante.De acuerdo. Pero Argelia es independiente desde hace medio siglo. Su extensi¨®n es cinco veces superior a la de Francia. Su poblaci¨®n ha pasado de 10 a 34 millones de habitantes. Es un pa¨ªs financieramente rico gracias a sus recursos de hidrocarburos. Es una potencia militar que acaba de firmar contratos de armamento gigantescos con los rusos. Es respetada en todo el mundo. ?Y Argelia no ha tenido el tiempo, el espacio y el poder necesarios para superar la humillaci¨®n? ?Hasta cu¨¢ndo va a servir de coartada la colonizaci¨®n? ?No ser¨ªa m¨¢s bien a la incuria de los sucesivos gobiernos, al despotismo del partido ¨²nico, a las opciones industriales y militares elegidas y a su conservadurismo social a los que habr¨ªa que imputar la responsabilidad de los ataques a la identidad? Esto parece ser lo que piensa una nueva generaci¨®n. Buteflika no lo ignora. Pero da la impresi¨®n de que prefiere intentar que esa juventud se acerque a ¨¦l, m¨¢s que acercarse ¨¦l a ella.
Sobre todo, hay que dejar muy claro que son las 200.000 v¨ªctimas de la atroz y fratricida guerra civil, de 1992 a 1999, las que han contaminado -por lo menos en la misma medida que la colonizaci¨®n- la identidad argelina. De hecho, el presidente Buteflika est¨¢ convencido de ello. Por eso se ha identificado con la lucha a favor de la "reconciliaci¨®n nacional". Esta guerra ha sido una de las heridas m¨¢s graves que ha sufrido el honor argelino desde la conquista. Los argelinos que volvieron a su patria despu¨¦s de haber sido indoctrinados en el extranjero hicieron que se matasen entre s¨ª los hermanos de una misma familia. Una mancha indeleble. Era necesario hacer todo lo posible por borrarla. La naci¨®n fue consciente de ello. Se resign¨® a la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional.
Claro que era necesario que fuese precedida principalmente por una Carta m¨¢s expl¨ªcita y que proclamase que los enemigos se reconciliaban en torno a principios intangibles y solemnes. Estos principios llevaban sin duda a condenar el rumbo de la represi¨®n, pero a¨²n m¨¢s los destrozos causados por el fanatismo. Sin embargo, una coincidencia, desafortunada en mi opini¨®n, hizo que en nombre de esta reconciliaci¨®n fuesen puestos en libertad 2.000 islamistas no arrepentidos, justo en el momento en que Buteflika cre¨ªa indispensable reinyectar m¨¢s Islam en la identidad argelina. Con el resultado de que el discurso oficial pareci¨® m¨¢s indulgente con los "desviados" del islamismo que con sus v¨ªctimas.
Existe hoy en d¨ªa, ya lo hemos dicho, una nueva realidad franco-argelina. Y quedar¨ªa preguntarse si la identidad, la singularidad nacional y, en resumen, la argelinidad de Argelia, pueden ser definidas nada m¨¢s que por la religi¨®n isl¨¢mica y el ¨¢rabe. Despu¨¦s de una conversaci¨®n con el escritor Yacine Kateb, resumimos nuestros intercambios de la siguiente manera: "Deseo ser", dec¨ªa Kateb, "un argelino enriquecido por todas las diversidades y que no se parece a nadie, antes que ser un ¨¢rabe forzosamente unitario y que se parece a todos los dem¨¢s". Elegir el idioma del antiguo colonizador puede ser una experiencia de humillante expropiaci¨®n, casi un exilio. Salvo si, cambi¨¢ndola y us¨¢ndola, uno consigue integrarla en su universo.
Lo digo con pena, inquietud y fidelidad: no creo que est¨¦ justificado pedir arrepentimiento cuando esta exigencia se hace en nombre de lo que habr¨ªa sido un genocidio. Este t¨¦rmino se emplea en el caso de que exista una voluntad de exterminio como la que se manifest¨® durante el nazismo y, m¨¢s recientemente, en Ruanda. He denunciado suficientemente la colonizaci¨®n francesa como para poder observar que, incluso en los peores momentos, no existi¨® jam¨¢s voluntad de exterminio. Una ofensa a un pueblo no puede compararse con la voluntad de hacerlo desaparecer de la faz de la tierra. Por otra parte, se corre el riesgo de que esta operaci¨®n de salvaguarda y de resurrecci¨®n de la identidad nacional exclusivamente a trav¨¦s del retorno a la lengua y a la religi¨®n se lleve a cabo en detrimento de la especificidad argelina, tal como fue descrita magn¨ªficamente en los discursos de apertura y de universalidad pronunciados por el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, tras su llegada al poder. Deseo por encima de todo mantener la esperanza en que Buteflika, al recordar su pasado reciente, se d¨¦ cuenta de ello.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de News Clips.
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