Al servicio de Fidel Castro
Existen diversos modos de escribir la autobiograf¨ªa dialogada de un personaje, pero aqu¨ª nos interesan las dos variantes principales. Una de ellas consiste en tomar el camino de la confrontaci¨®n: el interlocutor se documenta a fondo y plantea al biografiado las cuestiones m¨¢s relevantes que conciernen a su trayectoria vital, dando as¨ª pie a aclaraciones, discrepancias y contradicciones. Son las reglas para elaborar un documental veraz, que nos recordaba Marc Ferro en su Cine e historia, con Le chagrin et la piti¨¦ de Oph¨¹ls hijo a modo de ejemplo.
La v¨ªa opuesta consiste en ejercer de lazarillo, llevando al autobiografiado por los temas que ¨¦l mismo desea, saltando por encima de los que resultan inc¨®modos, renunciando a las objeciones cuando topa con una evidente falsedad y sirviendo de trampol¨ªn para la exposici¨®n doctrinal de sesgo propagand¨ªstico. Resulta obvio que a estas alturas Fidel Castro no iba a prestarse a otro juego que el de la entrevista-r¨ªo convertida en rampa de su propio lanzamiento, de acuerdo con la segunda v¨ªa citada, y ello explica el escaso inter¨¦s de trabajos como Comandante, del cineasta Oliver Stone, o la autobiograf¨ªa con Ignacio Ramonet de segunda voz que ahora comentamos.
FIDEL CASTRO. BIOGRAF?A A DOS VOCES
Ignacio Ramonet
Debate. Barcelona, 2006
655 p¨¢ginas. 23 euros
Al margen de la ya constata
da presencia en el libro de supuestas declaraciones de Fidel Castro que reproducen literalmente textos ya conocidos, relatan las innumerables ocasiones en que nuestro hombre cuenta lo que quiere y borra lo que le da gana, sin objeci¨®n alguna por parte de Ramonet. El cap¨ªtulo 10, Revoluci¨®n, primeros pasos, primeros problemas, puede servir de ejemplo. Ninguna informaci¨®n sobre el proceso pol¨ªtico que desde la entrada en La Habana convierte en poco tiempo a Castro en dictador, ni sobre sus prop¨®sitos ni sobre los resultados. "Nombramos presidente a Urrutia, realmente, relata Castro, y le respetamos sus atribuciones". Ramonet no tiene nada que decir al respecto, ni pregunta sobre el contenido de los cambios pol¨ªticos o el incumplimiento de las promesas de democracia constitucional. Sobre el papel del partido comunista, Fidel se despacha con una cr¨ªtica al sectarismo y a las consignas de Mosc¨².
Y de inmediato se pasa a largas digresiones sobre los juicios p¨²blicos, el racismo y el machismo (persecuci¨®n de los homosexuales), tema como tantos otros al correr de las p¨¢ginas en trance de superaci¨®n por su sabio gobierno. P¨¢ginas casi siempre in¨²tiles: m¨¢s vale tragarse los discursos de Fidel colgados en la web. O mejor, leer el Fidel, de Volker Skierka. Excepci¨®n a pesar del enga?o: el episodio sobre el golpe anti-Ch¨¢vez de 2002. Punto final: a poca gente le doli¨® tanto como a ¨¦l fusilar al general Ochoa y a La Guardia. El dictador es un pedazo de pan, "un so?ador", nos dice, "que ha tenido el privilegio de ver realidades que ni siquiera fue capaz de so?ar". Sin duda, Fidel no pasea por La Habana acompa?ado por los recuerdos de la ciudad hoy destruida que ¨¦l conoci¨® en su juventud.
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