'Volv¨¦ pronto, Rom¨¢n'
De pronto, Riquelme supo que viv¨ªa en un mundo vertical: la luna del escaparate. Puso aquel bal¨®n sobre el punto blanco, se sinti¨® atrapado en una extra?a turbulencia y detect¨® varios fen¨®menos inexplicables. Descubri¨® que el cosmos revienta por la garganta y percibi¨® sobre las sienes un fluido sonoro en el que se confund¨ªan el sue?o de Par¨ªs, la nariz remachada de Van Gaal, las patillas colgantes de Bianchi, los pases curvos al loco Palermo, La Bombonera, el dulce de leche y otros amores de infancia.
Levant¨® la mirada y comprob¨® que su pasado y su futuro cab¨ªan en dieciocho metros cuadrados de porter¨ªa. Antes de tomar impulso se dijo que nunca hab¨ªa tenido una lengua tan pastosa, as¨ª que decidi¨® sacudirse el hormigueo y reuni¨® las ¨²ltimas gotas de saliva. Como si el miedo se pudiera escupir.
Entonces le vinieron a la memoria las tres teor¨ªas sobre el tiro penal. A saber, pod¨ªa cruzar los dedos y pulverizar la pelota con el macizo del empeine, o confiar en que el arquero anticipase la estirada y disparar al vac¨ªo, o sencillamente elegir una esquina y lanzar un tiro rasante. En el ¨²ltimo momento opt¨® por la m¨¢s conservadora: para mayor seguridad aplicar¨ªa la tercera.
Enfrente estaba Lehmann, un descolorido mu?eco alem¨¢n que, en aplicaci¨®n de la ordenanza que patentaron sus colegas Bodo Illgner y Oliver Khan, bailaba con la suavidad prusiana de un oficial de h¨²sares o, m¨¢s exactamente, con la gracia equina del caballo del oficial.
Aquel mont¨®n de prote¨ªnas pod¨ªa saltar lo que quisiera, pensaba Rom¨¢n, porque ¨¦l, Topo Giggio, h¨¦roe de la Intercontinental y pr¨ªncipe del toque, ya ten¨ªa la decisi¨®n tomada y, mir¨¢ vos, todo el tiempo se condensaba en un instante flexible, un temblor de banderas y un zumbido arterial.
S¨®lo hab¨ªa un problema: en su cabeza teutona, Lehmann tambi¨¦n ten¨ªa un plan. Lo propio era que Riquelme golpease de derecha a izquierda; conociendo su potencia natural sacar¨ªa un morterazo junto al palo: en ese caso no lo alcanzar¨ªa ni el gato que atrapa la golondrina. As¨ª, pues, habr¨ªa que volar hacia el lado contrario por si, entre escupitajo y escupitajo, a aquel zombi de amarillo le daba la ventolera y se decid¨ªa por el toque lento, invertido y plano con el que sue?an los porteros en apuros.
Juan Rom¨¢n Riquelme mir¨® la pelota: con su triple anillo rojo parec¨ªa el logotipo de Saturno. Lanz¨® la ¨²ltima perdigonada hacia la hierba, arranc¨® como un aut¨®mata, dispar¨® con amortiguador y vio, horrorizado, que Lehmann atajaba, el mundo se deshac¨ªa y las banderas doradas eran en realidad un torbellino de hojarasca movido por el temporal.
Sabemos que aquello fue un cataclismo, pero volv¨¦ a la vida, Rom¨¢n.
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