El Watergate franc¨¦s
El 'caso Clearstream' amenaza con poner fin a la carrera pol¨ªtica de Villepin
El primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin, se encuentra en el ojo del hurac¨¢n, acusado de haber ordenado a los servicios secretos que involucraran falsamente a su rival Nicolas Sarkozy en una trama de corrupci¨®n, en lo que se conoce como el caso Clearstream. La dimisi¨®n del jefe del Gobierno parece inevitable. Incluso desde el partido gubernamental, la Uni¨®n por un Movimiento Popular (UMP), llegaban voces que denunciaban "el suicidio colectivo de la mayor¨ªa". La lenta y ag¨®nica implosi¨®n del segundo mandato del presidente Jacques Chirac escenificaba una nueva crisis que algunos ya bautizan como el Watergate franc¨¦s.
Las declaraciones del general Philippe Rondot a los jueces que investigan el caso Clearstream dejan muy poco espacio de maniobra al jefe del Gobierno. Seg¨²n revel¨® el viernes el diario Le Monde, el general, coordinador de los servicios de inteligencia franceses, habr¨ªa recibido el encargo de Villepin, entonces ministro de Exteriores, invocando "instrucciones" del presidente Jacques Chirac, de centrar en los pol¨ªticos incluidos en unas listas y en especial en Nicolas Sarkozy su investigaci¨®n sobre las posibles comisiones ilegales de la venta de unas fragatas de la empresa Thompson a Taiwan.
Pero ayer, desde el entorno del primer ministro, las se?ales que llegaban eran las de una resistencia obstinada. Como si nada hubiera pasado, Le Figaro publicaba una entrevista con Villepin en la que no se mencionaba ni una sola vez el esc¨¢ndalo y de la que lo ¨²nico destacable era la frase: "No veo la necesidad de remodelar el Gobierno". A media tarde, una cadena de televisi¨®n citaba fuentes cercanas al general Rondot que aseguraban que estaba "escandalizado" por la utilizaci¨®n "sesgada" de su declaraci¨®n ante los jueces Jean Marie d'Huy y Henri Pons, y que negaba que Villepin le hubiera pedido que investigara sobre Sarkozy, aunque admit¨ªa que "nombres de pol¨ªticos fueron lanzados durante la conversaci¨®n" que tuvo lugar el 9 de enero de 2004 en el despacho del entonces titular de Exteriores en el Quai d'Orsay.
Como acostumbra a suceder cuando una conspiraci¨®n sale a la luz, sus protagonistas, presos del nerviosismo, cometen errores al querer remendar el relato. El primer ministro, por ejemplo, sac¨® un comunicado el viernes en el que reconoc¨ªa que hab¨ªa convocado a Rondot a su despacho en la fecha mencionada y que le hab¨ªa pedido que investigara el caso Clearstream "poniendo atenci¨®n en evitar cualquier instrumentaci¨®n o manipulaci¨®n pol¨ªtica, ya que varios nombres de personalidades pol¨ªticas hab¨ªan sido citados por la prensa".
Grave error. En esta fecha, las famosas listas de cuentas corrientes que involucraban a pol¨ªticos y empresarios todav¨ªa no hab¨ªan sido hechas p¨²blicas. Fue seis meses m¨¢s tarde cuando el juez Renaud Van Ruymbeke recibi¨® dos correos an¨®nimos denunciando la existencia de la sociedad Clearstream, "un sistema financiero e inform¨¢tico" en provecho de "intereses corruptos e incluso mafiosos", junto a dos listados de cuentas corrientes en los que estar¨ªa Sarkozy.
No es la primera vez que el inconsciente traiciona a Villepin. Hace un mes, en plena crisis del Contrato de Primer Empleo (CPE), tuvo un lapsus en la Asamblea Nacional y dijo "dimitir" donde quiso decir "decidir". Poco despu¨¦s amag¨® de nuevo con dejar el cargo, aunque no de forma expl¨ªcita, diciendo que "asumir¨ªa todas sus consecuencias". Tampoco lo hizo. La sensaci¨®n, ahora, es que no tiene preparada otra salida que aferrarse al poder. Podr¨ªa pedir a los jueces que le tomen declaraci¨®n, aunque deber¨¢ darse prisa, porque, seg¨²n aseguraban ayer varios medios de comunicaci¨®n, Jean Marie d'Huy y Henri Pons tienen previsto llamarle a declarar en breve y registrar su despacho en el palacio de Matignon. Y si cae Villepin, la siguiente pieza es Chirac.
En principio, el beneficiado de esta crisis no ser¨ªa otro que la v¨ªctima de la conspiraci¨®n, Nicolas Sarkozy, que ver¨ªa definitivamente despejado el camino a convertirse en el candidato de la derecha. Pero a un a?o de las elecciones, el sentimiento de descr¨¦dito e impotencia que emana de la presidencia de la Rep¨²blica podr¨ªa perfectamente abrir el espacio de los populismos -siempre presentes en Francia- tanto de extrema derecha como de la izquierda radical. Una situaci¨®n que, en el sistema electoral a dos vueltas, puede derivar en sorpresas inesperadas.
Del desprestigio tampoco escapa la oposici¨®n socialista. Ni el despecho arrogante de su derrotado l¨ªder Lionel Jospin, tras perder la primera vuelta en 2002, ni el travestismo izquierdista de elefantes como Laurent Fabius favorecen su emergencia como recambio a la actual mayor¨ªa. Las reticencias con que los pesos pesados del PS contemplan la ascensi¨®n de S¨¦gol¨¨ne Royal en las encuestas -finalmente, una candidata ajena al aparato- tampoco calan bien en la opini¨®n p¨²blica.
Desde la izquierda se clama por el deterioro de la imagen de Francia, como la ex ministra Martine Aubry que considera "espantoso" soportar un poder que "destruye la imagen" del pa¨ªs. La mayor¨ªa pide pura y simplemente la dimisi¨®n de Villepin. El diputado Vicent Peillon, l¨ªder de la corriente renovadora del PS, lamenta que no haya dimitido antes un primer ministro "que reivindica la tradici¨®n gaullista" y denuncia "un clan que se aferra al poder de forma detestable".
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