Alarma nuclear en secreto
El Gobierno ocult¨® en 1970 una fuga radiactiva que contamin¨® el agua y las orillas de los r¨ªos Manzanares, Jarama y Tajo
Faltaban 15 minutos para las tres de la tarde del 7 de noviembre de 1970 cuando Madrid vivi¨® un accidente nuclear. Era s¨¢bado y en las instalaciones del Centro de Investigaciones Energ¨¦ticas, Medioambientales y Tecnol¨®gicas (Ciemat) -antes conocido como Junta de Energ¨ªa Nuclear-, los trabajadores se dispon¨ªan a comenzar el fin de semana; muchos a esas horas hab¨ªan dejado ya sus puestos y estaban haciendo deporte en las instalaciones. En una de las salas se segu¨ªa realizando la tarea de trasvasar del tanque de la A-1 de la planta M-1 donde hab¨ªa un reactor nuclear, al dep¨®sito T-3 de la planta CIES, donde se trataban los residuos.
Pero en la operaci¨®n algo fall¨®. Algunos t¨¦cnicos hablan de que una soldadura salt¨® y litros de l¨ªquido radiactivo llegaron al r¨ªo Manzanares. Estos vertidos conten¨ªan estroncio-90 (se fija en la masa ¨®sea y produce leucemia), cesio-137 (puede producir diversos c¨¢nceres y se fija especialmente en el tejido muscular) y part¨ªculas de plutonio (afecta a h¨ªgado y huesos). Del r¨ªo Manzanares lleg¨® hasta el Jarama y de all¨ª se fue al Tajo. Cientos de huertas fueron regadas con aguas contaminadas. Nadie en esas fechas habl¨® de lo sucedido. El accidente se mantuvo en secreto.
El 14 de enero de 1971, un informe confidencial de la Comisi¨®n asesora de Seguridad del Centro Nacional de Energ¨ªa Nuclear Juan Vig¨®n (JEN) hac¨ªa la siguiente recomendaci¨®n: "Impedir el consumo de vegetales que crezcan en las parcelas contaminadas, (....) impedir el riego con agua de los canales y r¨ªos que contengan agua o fangos contaminados". En el mismo informe se ped¨ªa una evaluaci¨®n de "los riesgos a causa de la ingesti¨®n de alimentos contaminados con estroncio-90". A los dos meses del accidente, miles de hortalizas contaminadas ya hab¨ªan sido consumidas.
Informes
Un documento fechado el 21 de diciembre de 1970 indica que se detectaron 48 parcelas con elevada contaminaci¨®n, algunas de ellas con una radiactividad 20 veces mayor a la permitida. En estos informes ya se comienza a hablar de la cantidad de l¨ªquido fugado: en uno de dice que fueron 40 litros; en otros, 80.
Los datos eran alarmantes, y m¨¢s a¨²n, cuando las autoridades portuguesas detectaron niveles altos de contaminaci¨®n en la desembocadura del Tajo. Hasta all¨ª lleg¨® el l¨ªquido radiactivo.
De este accidente nuclear apenas se habl¨® en ese momento. Fue muchos a?os despu¨¦s, en 1994, cuando el diario EL PA?S tuvo acceso a algunos documentos oficiales. Por primera vez, en actas se hablaba de lo sucedido. De los datos rese?ados en los informes secretos, en esos momentos desvelados, se desprend¨ªa que la contaminaci¨®n era muy superior en el agua de los r¨ªos y en los lodos de los canales de regad¨ªo. Uno de los t¨¦cnicos de la JEN que realiz¨® inspecciones, y que prefiere mantenerse en el anonimato, cuenta que iba por la vega del Jarama con un detector de radiactividad del tipo SPP-2 y que "en muchas ocasiones", recuerda, "el contador sub¨ªa al l¨ªmite, que era 15.000 cuentas por segundo, cuando lo normal en el ambiente suele ser entre 100 y 120 cuentas por segundos". Por los informes a los que tuvo acceso este peri¨®dico se sabe que la propia sede del JEN, muy pr¨®xima a la Ciudad Universitaria, se midieron dosis de radiactividad un mill¨®n de veces superior a lo tolerable a lo largo de todo un a?o. Diez d¨ªas despu¨¦s del accidente, en los r¨ªos Manzanares y Jarama se detectaron dosis de hasta 10.000 veces la permitida. Y en Aranjuez la cifra se elev¨® a 75.000 veces la dosis permitida.
Superficie afectada
Jos¨¦ ?ngel Azuara fue director general del Ciemat entre 1983 y 1992, y ahora es vicepresidente del Consejo de Seguridad Nuclear. ?l conoce lo que sucedi¨® porque tuvo acceso a los informes. "Fue un accidente grave, importante, probablemente el m¨¢s importante que ha habido en Espa?a. Afect¨® a mucha superficie de terreno, r¨ªos y vegas, y por eso tuvo muchas consecuencias medioambientales. Pero no puedo decir que afectara a la salud de las personas", explica. Azuara asegura que hace esta afirmaci¨®n sin datos. "Porque no se hizo un informe epidemiol¨®gico, pero por los datos que recuerdo, una persona deber¨ªa de haber consumido muchas hortalizas regadas con el agua de esos r¨ªos para que su salud se viera afectada por la radiactividad". El secretismo con que se llev¨® el asunto es, en su opini¨®n, "un reflejo m¨¢s de la Espa?a preconstitucional en la que todo era oscuro y secreto".
Miguel Yuste, de la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT) y miembro de la secci¨®n sindical del Ciemat, trabajaba en el centro el d¨ªa que se produjo el accidente. Treinta y seis a?os despu¨¦s todav¨ªa sigue denunciando lo que pas¨®: "Durante todos estos a?os hemos sido en muchos casos los trabajadores los que hemos recabado datos para saber lo que sucedi¨®. El lunes siguiente al s¨¢bado de la fuga fuimos a trabajar y nadie nos dijo nada. Somos muchos los que creemos que el da?o fue muy grande y que afect¨® a la salud de las personas. En algunos estudios que manejamos se habla de que en 12 a?os hubo 42 muertes por procesos cancerosos entre los trabajadores del centro. Hoy todav¨ªa creemos que es necesario hacer un estudio epidemiol¨®gico".
"En el trasvase de residuos l¨ªquidos procedentes del reproceso de un elemento combustible, se rompi¨® una tuber¨ªa y se vertieron a la red de alcantarillado 60 litros de l¨ªquidos radiactivos, en total 300 Ci (curios), casi todo, conteniendo is¨®topos de corta vida y una peque?a fracci¨®n de is¨®topos de estroncio y cesio, con 30 a?os de vida media", explica Juan Antonio Rubio, actual director general del Ciemat. "La gravedad en dosis fue presumiblemente baja, ya que el vertido qued¨® diluido en los caudales del Manzanares y el Tajo", a?ade. "No se piensa que tuviera influencia en la salud de las personas, aunque no hubo un seguimiento hist¨®rico. Ya es demasiado tarde para hacer un estudio epidemiol¨®gico fiable".
El trabajo de los ratoneros
Anastasio G¨®mez Moya est¨¢ a punto de jubilarse. ?l fue ratonero. En el Ciemat se conoce as¨ª al equipo de personas que tras la fuga de l¨ªquido radiactivo trabaj¨® durante meses por las acequias y las huertas buscando restos del accidente nuclear.
"No sab¨ªamos muy bien qu¨¦ era lo que hab¨ªa pasado. Con el paso del tiempo hemos descubierto el peligro que corrimos", recuerda Anastasio.
"Un d¨ªa llegamos a la Junta de Seguridad Nuclear, ahora el Ciemat, y nos ofrecieron un trabajo voluntario. Nos iban a pagar dietas, la comida y un plus en el sueldo a cambio de salir cada d¨ªa en unos camiones a realizar mediciones", recuerda. "Nos apuntamos casi todos los de mantenimiento. S¨®lo nos dieron un mono de trabajo y unos guantes. Hab¨ªa unos t¨¦cnicos que realizaban las mediciones con unos aparatos y nos dec¨ªan: 'Hay que retirar toda esta tierra'. Nosotros la met¨ªamos en los camiones y la llev¨¢bamos hasta el Ciemat. All¨ª se enterraba en bidones y luego se trasladaba a las minas. Estuvimos muchos meses haciendo esta tarea. Sab¨ªamos que se hab¨ªa producido una fuga, pero nadie nos advirti¨® del riesgo".
Anastasio es el ¨²nico que queda en el Ciemat de ese equipo de ratoneros. "El resto ya se ha jubilado. Yo estoy deseando olvidarme de todo eso. Con los a?os me he ido enterando de lo que pas¨® y s¨®lo quiero quitarme de all¨ª", afirma.
El equipo de ratoneros del Ciemat tambi¨¦n ten¨ªa una divisi¨®n comandada por el entonces jefe de cocina. "Se llamaba Mu?oz Aguilar", recuerda Anastasio. "?l se encargaba de comprar a los agricultores las hortalizas que estaban contaminadas. Como en el caso de la tierra, se hac¨ªan mediciones, y sin dar demasiadas explicaciones, se compraban las cosechas a los hortelanos. Las frutas y verduras se llevaban al Ciemat junto a la tierra contaminada".
La recogida de cosechas y tierras contaminadas, que se hizo en secreto en los meses posteriores, en la denominada Operaci¨®n Tajo, supuso as¨ª el enterramiento de importantes cantidades de residuos radiactivos en las instalaciones del Ciemat, en lo que es ahora la zona deportiva, aunque posteriormente se llevaron parte de ellos a una mina, donde permanecen desde entonces a varias decenas de metros bajo tierra.
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