Sustituci¨®n aplazada

La sustituci¨®n del jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito, Jos¨¦ Antonio Garc¨ªa Gonz¨¢lez, cuya capacidad organizativa e influencia en la modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas est¨¢n fuera de toda duda, fue acordada el viernes por el Consejo de Ministros. Pero se trataba, seg¨²n todos los indicios, de una decisi¨®n ya prevista y pendiente del momento oportuno para formalizarla, igual que la del director general de la Guardia Civil, Carlos G¨®mez Arruche. El relevo al frente del Ministerio de Defensa ha brindado la ocasi¨®n propicia: el nuevo titular, Jos¨¦ Antonio Alonso, propuso como jefe del Ej¨¦rcito de Tierra al general Carlos Villar, que ayer tom¨® posesi¨®n del cargo.

El relevo se daba por descontado a causa de su aparente pasividad ante el caso Mena: la confusa apelaci¨®n del entonces jefe de la Fuerza Terrestre,

teniente general Jos¨¦ Mena, en un discurso el d¨ªa de la Pascua Militar, a la posibilidad de intervenci¨®n del Ej¨¦rcito si el nuevo Estatuto de Catalu?a, en tramitaci¨®n, desbordaba los l¨ªmites constitucionales. Fue el ministro Jos¨¦ Bono quien intervino, cesando a Mena y ordenando su arresto domiciliario por ocho d¨ªas. Pero se ech¨® en falta cualquier tipo de reacci¨®n por parte de Garc¨ªa Gonz¨¢lez, jefe directo de Mena.

Tard¨® en decir algo, y cuando habl¨® fue, primero, para elogiarle por su participaci¨®n en determinadas tareas organizativas, sin menci¨®n alguna al incidente, y luego, casi un mes despu¨¦s, para indicar, en lo que pareci¨® una justificaci¨®n de su pasividad, que los militares "hablamos por nuestras acciones", y a veces incluso "con nuestros silencios". Pero era Mena quien hab¨ªa roto esa norma al aventurar un juicio pol¨ªtico en t¨¦rminos inaceptables, sugiriendo, adem¨¢s, que sus palabras eran expresi¨®n de opiniones muy extendidas y que su jefe, Garc¨ªa Gonz¨¢lez, estaba al corriente del contenido esencial de su discurso.

Es cierto que el silencio es oro para los profesionales de la milicia, y de ah¨ª que los franceses llamen al Ej¨¦rcito "el gran mudo", para resaltar que la primera virtud castrense debe ser el silencio ante las disputas pol¨ªticas, como expresi¨®n de su neutralidad. En Espa?a, esa virtud est¨¢ recogida como mandato en las Ordenanzas Militares, y concretamente en la Ley Disciplinaria, que proh¨ªbe a los militares "expresar p¨²blicamente opiniones que supongan infracciones del deber de neutralidad en relaci¨®n con las diversas opciones pol¨ªticas". El precepto parece especialmente destinado a evitar interferencias como la de Mena, con el efecto, entre otros, de alimentar el victimismo de sectores nacionalistas, que exigieron la derogaci¨®n del art¨ªculo de la Constituci¨®n que atribuye a las Fuerzas Armadas (como muchas otras Constituciones democr¨¢ticas) la tarea de defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional.