?Autogobierno?
En los festejos montados para celebrar el paso del ecuador de su primera legislatura, los gobernantes socialistas se han vanagloriado del ¨¦xito que les sonr¨ªe. Y ten¨ªan perfecto derecho a hacerlo, pues seg¨²n las encuestas demosc¨®picas han recuperado los niveles de popularidad con que llegaron al poder. Pero si descontamos la maquiav¨¦lica desactivaci¨®n del Estatut y la rendici¨®n de ETA que le ha ca¨ªdo del cielo, ?hasta qu¨¦ punto son consistentes los dem¨¢s ¨¦xitos pol¨ªticos de los que alardea Zapatero? Es verdad que ha habido ciertos gestos progresistas en la agenda del g¨¦nero. Pero a pesar de su talante pol¨ªticamente correcto, es dudoso que logren transformar la resistente realidad espa?ola. En cuanto al resto, el saldo neto parece m¨¢s problem¨¢tico.
El continuismo de una pol¨ªtica econ¨®mica desequilibrada, dependiente de la revalorizaci¨®n del patrimonio inmobiliario, adem¨¢s de objetivamente derechista resulta m¨¢s que dudoso, pues ha hundido la productividad, ha hinchado la inflaci¨®n y ha desbocado el d¨¦ficit comercial. De modo que, a falta de la prometida reforma laboral que desbloquee el empleo juvenil, y en ausencia de una pol¨ªtica de vivienda que proteja el derecho a formar familia, para cumplir con una agenda de izquierdas s¨®lo queda la Ley de Dependencia. Pero por lo visto hasta hoy, tambi¨¦n aqu¨ª aparecen lagunas, entre las que destacan tres: la nebulosa indefinici¨®n de los servicios sociales a crear, el car¨¢cter no universalista sino asistencial de la protecci¨®n prestada (pues un tercio de su coste ser¨¢ con cargo al beneficiario medio) y la perversa desincentivaci¨®n del empleo femenino que plantea (pues en lugar de proteger a los dependientes subvenciona a las amas de casa cuidadoras).
Estas incertidumbres explican que, a la hora de hacerse el autobombo, el Gobierno haya pasado de puntillas sobre su agenda social, y en cambio ha preferido presumir de su agenda territorial, alardeando de estar profundizando con sus reformas estatutarias en el autogobierno de los espa?oles, como prueba aparente de progresismo pol¨ªtico. Ahora bien, esto es una trampa sem¨¢ntica que encubre una contradicci¨®n en los t¨¦rminos. Lo progresista no es la distribuci¨®n del poder (y de la renta) entre los territorios aut¨®nomos sino la redistribuci¨®n de la renta (y del poder) entre las clases sociales. Pero por desgracia, la izquierda espa?ola (como el conjunto de la izquierda europea occidental) ha perdido su propia agenda pol¨ªtica desde hace 25 a?os. Y al carecer de una agenda propia, la izquierda espa?ola ha optado por adoptar como suya la agenda pol¨ªtica de los nacionalistas (con los que est¨¢ coligada desde la Transici¨®n contra el franquismo y hoy contra el PP), que hace del autogobierno territorial su ¨²nico objetivo pol¨ªtico.
Pero lo malo de esta trampa sem¨¢ntica, que disfraza como progresista al autogobierno de los nacionalistas, es que oculta una evidente contradicci¨®n, pues el objetivo del autogobierno a escala territorial es incompatible con el objetivo de la redistribuci¨®n de la renta (y del poder) a escala estatal. Dividir el territorio nacional en una serie de compartimentos estancos autogobernados estrangula la capacidad de gobernar en t¨¦rminos agregados, pues lo que se gana en proximidad (con el sobreprecio a?adido de la inevitable corrupci¨®n clientelar) se pierde en descoordinaci¨®n, externalidades negativas y deseconom¨ªas de escala, con la especulaci¨®n inmobiliaria y la degradaci¨®n ambiental (reflejada por el creciente incumplimiento de Kyoto) como peores efectos perversos, ante la impotente par¨¢lisis del Gobierno central, que est¨¢ constitucionalmente maniatado al respecto.
Y lo peor de todo es que la intensificaci¨®n de la competencia entre las comunidades aut¨®nomas las mueve a exigir mayores cotas de autogobierno cada vez, profundizando as¨ª la deriva perversa del sistema. Es verdad que Zapatero s¨®lo cede autogobierno para hacer de necesidad virtud, obligado como est¨¢ a compartir el poder con los nacionalistas. Pero deber¨ªa saber que el autogobierno no es una virtud sino s¨®lo un mal menor, al que antes o despu¨¦s habr¨¢ que poner remedio.
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