Quignard vuelve a la novela
De repente, el infatigable Pascal Quignard, ha interrumpido la redacci¨®n de la indefinida serie del ?ltimo reino (cinco vol¨²menes publicados en Grasset, en 20022005, con el primero de los cuales obtuvo un inesperado Premio Goncourt, pues parece m¨¢s un conjunto de "peque?os tratados" que una novela) y se ha dedicado a cambiar de editor y republicar as¨ª textos antiguos (de hasta 1960, su "prehistoria") en Editions Galil¨¦e y ha vuelto a la novela en apariencia cl¨¢sica con esta Villa Amalia para celebrar su regreso a Gallimard y evocar la historia de la desaparici¨®n -o desapariciones sucesivas- de un personaje, cuyo nombre recuerda extra?amente al de Blanchot, Anne, que recordar¨¢n como la sombr¨ªa protagonista de la primera gran versi¨®n de Thomas el oscuro, sospecha que se reafirma cuando es nombrado el nombre del protagonista, que es Thomas, el primero en desaparecer a su vez, como si as¨ª quisiera borrar la sombra del influjo de su gran antecesor, que no figura entre los maestros de Quignard, salvo quiz¨¢ en la que plantea sobre su primer "relato" El lector (1976), m¨¢s abstracto de lo que debiera tal vez. Es la mayor novedad que nos ofrece Quignard, y resulta que se trata de la desaparici¨®n de un personaje, m¨²sica y mujer a la vez, enfrentada primero al agua, donde intenta que sus huellas desaparezcan del mundo que le rodea, mientras prosigue su trabajo y sus amores fracasados, frente a las aguas de diversos r¨ªos y del mar, que le expulsan de los lugares donde es a la vez inmensamente feliz y desdichada, y que la afectan hasta su ¨²ltimo refugio, esa Villa Amalia en la costa de la isla italiana de Ischia, que tampoco le ofrecer¨¢ el reposo adecuado, pues parece destinada a hundirse en las aguas con todas sus m¨²sicas, como el personaje mismo, Anne, del lejano Blanchot, que desaparece con su Thomas en las aguas del mar universal que le rodea.
Es curioso que esta historia de la desaparici¨®n de un personaje nos traiga a la vez el recuerdo de otro de los libros nuevamente reeditados entre nosotros de Quignard, que trata de la desaparici¨®n del lenguaje -el autor fue autista en su primera juventud en dos ocasiones- y que ya hab¨ªa sido publicada en 1994 por Debate, en una buena traducci¨®n de Fabi¨¢n Cuesta: El nombre en la punta de la lengua, y ya est¨¢ bien de reediciones de Quignard aqu¨ª, donde abundan m¨¢s de lo necesario quedando tanto por traducir. No se trata de un libro, sino de dos, un cuento propiamente dicho de final extra?amente feliz -que da el t¨ªtulo del libro- y un "peque?o tratado sobre Medusa", como si perteneciera a la serie de petits trait¨¦s, que ya configuran la marca de f¨¢brica con la que Quignard combate en¨¦rgicamente contra el g¨¦nero "novela", que ha llegado a ser -como dijo Cioran- "la prostituta del mercado", a la que sin embargo el escritor vuelve una y otra vez, como si no acabara de separarse de ¨¦l.
Pues de la misma manera
que el recuerdo de su autismo le obsesiona, es el deseo de la desaparici¨®n a su vez quiz¨¢ su meta final, la que no acaba de llegar al final, ni siquiera a trav¨¦s de ese "¨²ltimo reino" al que tampoco parece haber llegado y todav¨ªa pendiente, por lo que tiene que abordar una nueva novela una vez m¨¢s y ya van doce o trece, pues entre sus m¨¢s de cincuenta t¨ªtulos contabilizados los apelativos y subt¨ªtulos var¨ªan sin parar (por ejemplo, ha desaparecido de su bibliograf¨ªa la novela semier¨®tica firmada con el seud¨®nimo de Agustina Izquierdo Un recuerdo indecente, aqu¨ª publicada por Plaza & Jan¨¦s), pero no la de El amor puro (¨ªdem), recuperada ya con su propio nombre. De todas formas, este libro, mixto de un relato y un ensayo, me recuerda extra?amente a Del pozo y del Numa, de nuestro inolvidable Juan Benet, compuesto de un ensayo sobre Thomas Mann y de una estampa narrativa del misterioso guardi¨¢n de "Regi¨®n", sin que sirva de precedente.
Esta reedici¨®n del mixto entre relato y breve ensayo, acertadamente traducido por Antonia Barreda en este caso, nos llega doce a?os despu¨¦s de la primera en Debate, como ya he dicho. Resulta curiosa la coincidencia, que viene a su vez avalada por una imagen de la Gorgona -o Medusa- y que se refiere a la segunda parte del libro, el "peque?o tratado sobre Medusa", que complementa muy bien el cuento de la primera, de final extra?amente feliz, pero del que extrae las debidas consecuencias. Pues, como Quignard afirma en el texto recordando su autismo personal, "s¨®lo tengo memoria de lo que no recuerdo", y por eso escribe, ya que escribir es el ¨²nico lenguaje que a la vez es mudo, del que s¨®lo la poes¨ªa puede arrancarle. La imagen de Medusa, de la que s¨®lo Perseo puede salvarle reflej¨¢ndola en su escudo, devolvi¨¦ndosela, puede hacer que el lenguaje vuelva a la punta de la lengua de una vez. Como se ve, en la punta de la lengua, reticente a la memoria, est¨¢ la imagen feliz que nos recuperar¨¢ la memoria perdida.
Los temas de Quignard son recurrentes y salvadores, todos sus extremos se juntan para recuperar un tiempo perdido en las im¨¢genes sucesivas de lo primordial, en lo que insiste tambi¨¦n esta Villa Amalia, donde coinciden la desaparici¨®n del personaje, como la crisis que padece Carus en su primera novela -que es un escritor que parece m¨²sico, lo que se aclara en la nueva edici¨®n en Folio, donde se explicita que se trata de Tito Lucrecio Caro, disfrazado de m¨²sico-, como la memorable compositora Anne, que aspira a ser tragada por el mar y desaparecer a su vez, como ya ha desaparecido de nuestra memoria todo el lenguaje perdido. Esta aspiraci¨®n a desaparecer, tanto el lenguaje como el ceeador, resulta memorable, como si fuera el final del "¨²ltimo reino" en el que el autor est¨¢ empe?ado, pero que no puede tener final, esa Ultima Thule tras la que est¨¢ empe?ado, y suma y sigue felizmente.
Pascal Quignard. Villa Amalia. Gallimard. Par¨ªs, 2006. 300 p¨¢ginas. 18,50 euros. El nombre en la punta de la lengua. Traducci¨®n de Antonia Barreda. Arena Libros. Madrid, 2006. 80 p¨¢ginas. 10 euros.
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