Volver a caminar
Romeu, Luciana y Casilda llegaron a Barcelona con muletas. Una mina antipersona les saj¨® una pierna en Angola, su pa¨ªs, no saben d¨®nde ni cu¨¢ndo. Vinieron a Espa?a para que una pr¨®tesis les permitiera andar. S¨®lo dos de los tres lo lograron.
Tienen 14, 10 y 5 a?os y son solamente un bot¨®n de muestra de la tragedia que vive Angola a consecuencia de la guerra, aunque ¨¦sta ya sea historia. Su pa¨ªs es un semillero de minas antipersona, un artefacto que cuesta menos de dos euros y que no suele matar; simplemente mutila. Es parte de la inteligencia de la guerra: el da?o a una v¨ªctima de una mina es mayor, ya que se le inutiliza de por vida y se le hace dependiente de otros. Luciana, Romeu y Casilda son s¨®lo tres de las m¨¢s de 100.000 personas mutiladas por pisar minas en Angola, pa¨ªs donde se calcula que hay uno de estos dispositivos por cada dos habitantes.
Estos tres ni?os fueron seleccionados por el Instituto Nacional de Crianza de Angola para que la Fundaci¨®n Pax les facilitase la intervenci¨®n quir¨²rgica, las pr¨®tesis y la rehabilitaci¨®n de su minusval¨ªa en Barcelona. Llegaron en avi¨®n desde el sur de ?frica hasta un continente lleno de luces, carreteras, escaparates? Les esperaban 30 voluntarios listos para cuidarlos durante tres meses las 24 horas del d¨ªa. Con ellos tambi¨¦n viajaba Raquel, una enfermera angole?a de 40 a?os, viuda, que dejaba a sus cuatro hijos en su pa¨ªs durante las semanas estimadas para que los ni?os pudieran volver a andar.
Los voluntarios fueron los que m¨¢s sufrieron cuando Casilda no pudo operarse o Romeu dijo que quer¨ªa que le adoptasen
Los ni?os crecen, y las pr¨®tesis necesitan como m¨ªnimo una revisi¨®n anual. Romeu necesitar¨¢ hasta 20 cambios
?se era el plan, pero los tres peque?os no han podido volver caminando. El principal problema que sufrieron los voluntarios, el personal del hospital de Sant Pau -que trabaja en el proyecto de manera altruista- y la propia fundaci¨®n fue la falta de informaci¨®n. No saber c¨®mo estaban f¨ªsicamente los ni?os hasta su llegada impidi¨® que se pudiera tratar definitivamente en Barcelona a la m¨¢s peque?a, que requer¨ªa de m¨¢s tiempo y de otro tipo de operaci¨®n que la inicialmente prevista.
Una vez en Angola, ning¨²n m¨¦dico espa?ol -a kil¨®metros de distancia y sin ning¨²n dato o historial de los chicos- puede aventurarse a predecir c¨®mo van a quedar ni si es posible la recuperaci¨®n total de los ni?os. Seg¨²n el doctor Maj¨®, cirujano responsable de las intervenciones, el caso de Casilda (la m¨¢s peque?a del grupo) era mucho m¨¢s dif¨ªcil porque la mina le amput¨® el f¨¦mur de la pierna derecha y le lesion¨® tambi¨¦n la izquierda, la que conserva. Para tratarla hab¨ªa que operar primero la pierna que conserva y reconstruirle el tobillo. Una vez hecho eso se har¨ªa la cirug¨ªa normal para adaptar la pr¨®tesis. De haber conocido el estado de sus lesiones no se habr¨ªa tra¨ªdo a la peque?a Casilda, que ha tenido que volverse con las muletas que le acompa?an desde que gatea.
Sobre el pasado de los ni?os, todo es confuso: en sus pasaportes no siempre aparecen las figuras de sus padres, no tienen una familia estructurada, no est¨¢ claro que hayan ido a la escuela, no se sabe a qu¨¦ tipo de rehabilitaci¨®n se les ha sometido? Luciana, la ni?a mayor, ya tuvo una vez una pierna ortop¨¦dica, pero nadie sabe qu¨¦ fue de ella. Raquel, que trabajaba con ellos en el centro de rehabilitaci¨®n de Luanda, en Angola, cuenta que la peque?a Casilda se pas¨® un a?o en Alemania, donde una organizaci¨®n quiso ponerle la pierna que le falta desde no se sabe bien cu¨¢ndo; pero no se lleg¨® a hacer. Y ni la fundaci¨®n, ni los m¨¦dicos, ni las instituciones angole?as se explican qu¨¦ le hicieron o c¨®mo la trataron durante su estancia. Tampoco ella: no habla mucho, y aunque a veces parece que olvida su lesi¨®n y repta por el suelo del piso donde viven, jugando y riendo como la ni?a que es, otras se calla y resulta impenetrable.
Ante la angustia e impotencia que provoca esta realidad, la Fundaci¨®n Pax (www.fundacionpax.org), cuyo objetivo es la lucha contra las minas antipersona, apunta la parte positiva: la de los dos ni?os que s¨ª han sido operados y que vuelven caminando tras una estancia de cuatro meses en Barcelona. Tambi¨¦n recuerdan la experiencia anterior, seis meses antes, con otros tres peque?os tra¨ªdos de Angola que volvieron a su pa¨ªs felices y sobre sus nuevos pies. Esperan tambi¨¦n poder volver a traer a Casilda y, entonces s¨ª, con m¨¢s tiempo -por el tipo de intervenci¨®n que requiere- poder operarla y ponerle una pierna nueva.
"No saber nada de ellos, si tienen o no familia, con qui¨¦n o c¨®mo viven, con qu¨¦ a?os pisaron la mina, si se acuerdan?, nos hac¨ªa m¨¢s dif¨ªcil tratarles. A veces nos sent¨ªamos como ciegos ante sus problemas", comenta Carles Barbero, uno de los voluntarios, que todas las semanas se pasaba tres horas con ellos intentando jugar, quitarles la mirada de la televisi¨®n o ense?arles a leer en una mezcla de castellano y portugu¨¦s (el idioma de estos ni?os).
Una de las principales preocupaciones de la fundaci¨®n es que los chicos estuviesen siempre acompa?ados de sus voluntarios: j¨®venes de entre 18 y 30 a?os que se comprometieron a estar con ellos durante todo el tiempo que estuviesen en Barcelona. Se establecieron turnos, y en una hoja del piso donde viv¨ªan Luciana, Romeu, Casilda y Raquel aparec¨ªan sus nombres y las franjas horarias que les tocaban. Ellos fueron los que m¨¢s sufrieron la angustia de que Casilda no pudiese ser operada; de que Romeu, de 10 a?os -una vez operado y feliz con su pr¨®tesis- y sin ning¨²n referente familiar, pasados los previstos tres meses por los retrasos e intentos de solucionar el caso de la m¨¢s peque?a empezase a decir que se quer¨ªa quedar, que no quer¨ªa volver a su pa¨ªs, que quer¨ªa que una familia europea le adoptase? Geni Flos, una de las voluntarias con amplia experiencia en cooperaci¨®n, confiesa con pesar sentirse un poco decepcionada con los resultados: "Siendo realistas, el problema es muy macro y el resultado es muy peque?o. Detr¨¢s de estos tres ni?os hay 50.000 sin piernas. No s¨¦ si hacemos bien trayendo aqu¨ª a unos pocos. F¨ªjate en el chico: no quer¨ªa volver a Angola. ?Qu¨¦ pensar¨¢ de nosotros y de nuestro mundo?", pregunta. No obstante, y a pesar de sus comentarios, asegura que volver¨ªa a repetir la experiencia por ayudar a gente que lo necesita.
La Fundaci¨®n Pax responde de manera contundente ante estos inconvenientes y problemas diciendo que ¨¦sta s¨®lo ha sido una expedici¨®n, que su proyecto es a largo plazo y que el objetivo es que la gente tome conciencia del problema de las minas antipersona, especialmente aqu¨ª, a muchos kil¨®metros de distancia. "Nuestro prop¨®sito es mentalizar a nuestra sociedad de un drama que nos pilla muy lejos. Por eso es importante traer a los ni?os aqu¨ª y que la gente les vea y entienda el horror que sufren. En la medida en que hagamos visible el problema, la gente presionar¨¢ a los pol¨ªticos para erradicar las minas", afirma Enric L¨®pez Mil¨¢, director de la fundaci¨®n.
Y con respecto a los pocos ni?os que son tratados y el coste humano y econ¨®mico que supone traer y tratar a cada uno -unos 9.000 euros por ni?o, seg¨²n la organizaci¨®n-, el director asegura que siempre es mejor haber cambiado y mejorado la calidad de vida de 15 que de ninguno, y que mandar a m¨¦dicos a los pa¨ªses minados no acercar¨ªa la crudeza de las mutilaciones a nuestros ojos. Tambi¨¦n recuerda que la organizaci¨®n es joven, que funciona como tal desde noviembre de 2004. Son tambi¨¦n los primeros pasos de esta entidad, nacida con la intenci¨®n de conseguir la abolici¨®n de las minas antipersona y que empez¨® a gestar esta lucha hace casi siete a?os por iniciativa del Rotary Club del Bergued¨¤, con el apoyo de m¨¢s de 60 clubes de rotarios del norte de Espa?a y de la Obra Social de La Caixa.
"Claro que surgen peros y dudas, pero esas dificultades no tienen que impedirnos nuestro objetivo final", comenta Carles Pursals, responsable de comunicaci¨®n de la fundaci¨®n. "En esta ocasi¨®n, por ejemplo, decidir que se volvieran los tres ni?os, con Casilda sin operar, fue dur¨ªsimo. ?Claro que quisimos morirnos por la impotencia de no poder hacer m¨¢s y verla regresar con muletas! ?Pero la vamos a traer otra vez! Y los voluntarios lo sufrieron especialmente. Ellos, por la cantidad de horas que pasan con los ni?os, son los que m¨¢s se implican emocionalmente. Pero haber hecho esperar a los otros dos m¨¢s tiempo en Barcelona hubiera sido m¨¢s cruel, hubiera hecho la vuelta mucho m¨¢s dif¨ªcil. Mira Romeu: no quer¨ªa volver".
Otro problema a resolver es que los ni?os crecen y las pr¨®tesis que les fabrican necesitan como m¨ªnimo una revisi¨®n anual, se?ala el doctor Maj¨®. Romeu, de 10 a?os, pura energ¨ªa y cuerpo atl¨¦tico, puede llegar a necesitar hasta 20 modificaciones de su nueva pierna. Y de nuevo, las informaciones que llegan de Angola sobre c¨®mo ser¨¢ el seguimiento ortop¨¦dico y revisi¨®n de las pr¨®tesis y los mu?ones son confusas: no existe una garant¨ªa formal de c¨®mo se va a tratar a estos ni?os en un futuro.
"Cuando trabajas con un pa¨ªs desestructurado, pobre y que todav¨ªa vive las secuelas de la guerra no puedes aplicar nuestra mentalidad occidental. Sus tiempos y su forma de hacer son distintos, y tenemos que aceptarlo as¨ª: no vale ir en plan colonial y decir que ellos no saben", se?ala L¨®pez Mil¨¢. Tampoco le resulta f¨¢cil a la fundaci¨®n cerrar acuerdos con estos pa¨ªses para mejorar la tra¨ªda de los ni?os, definir las funciones del acompa?ante, facilitar los tr¨¢mites y permisos para que puedan salir del pa¨ªs, los visados? La comunicaci¨®n es muy lenta y no se terminan de firmar los tratados necesarios para que, seg¨²n vuelven unos ni?os ya operados, se traiga a otros.
Y en el d¨ªa a d¨ªa surgen muchas du-das al tratarlos. El tiempo de estancia -hasta que los m¨¦dicos les examinan, operan si procede, hacen las pr¨®tesis a medida y las acoplan- es largo, y los ni?os vienen de un pa¨ªs pobre, sin nada? Por eso, Raquel, la acompa?ante angole?a, pide e insiste a todos los que se acercan que no se les d¨¦ tanto cari?o a los peque?os -la ¨²nica forma real de comunicarse con ellos, porque, a pesar de la similitud de los idiomas, entenderse entre portugu¨¦s y espa?ol no es f¨¢cil-. "?Y qu¨¦ hago, c¨®mo les voy a dejar de abrazar o negar el algod¨®n dulce gigante que me piden a gritos comi¨¦ndoselo con los ojos? ?Les digo que no? Realmente, no s¨¦", confiesa Bernard Retali, uno de los padres voluntarios que los fines de semana los lleva de excursi¨®n con sus hijos. Ese s¨¢bado toca parque de atracciones, una locura de emociones para los tres, incansables, y que con muletas o sin ellas y a la pata coja corren m¨¢s que nadie con la pierna que tienen por subir a los caballitos.
Ese d¨ªa todos disfrutaron; tambi¨¦n Luciana, de 14 a?os, una ni?a aqu¨ª, pero una mujer en su pa¨ªs, a la que en la casa le cuesta jugar. Es la m¨¢s consciente de la situaci¨®n, pero tambi¨¦n por eso es la m¨¢s paciente, y la que, una vez con su pr¨®tesis, so?aba con estar en Angola -donde ya caminar¨¢- con pierna, con hacer una vida normal y poder ponerse unos pantalones y que no se le note la mutilaci¨®n. Hoy, Romeu tambi¨¦n corretear¨¢ por su pa¨ªs -como un ni?o sin lesiones de guerra- y con m¨¢s esperanzas, a pesar del disgusto inicial de volverse. Prometi¨® estudiar y ser maestro. Mientras, en la Fundaci¨®n Pax esperan la pr¨®xima llegada de m¨¢s ni?os para recordar un drama muchas veces olvidado y para paliar y mejorar la calidad de vida de algunas de sus v¨ªctimas.
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