La secreta historia de Marley
El jueves se cumplen 25 a?os de su muerte. Bob Marley sigue siendo uno de los iconos pop m¨¢s universales. Sin embargo, entre esa hojarasca del ¨ªdolo 'rasta' se suele olvidar su obra musical, en gran parte desconocida fuera de Jamaica. Un libro intenta recuperar ese legado.
Lo saben todos los viajeros avezados: Bob Marley es omnipresente. En un puerto de Polinesia, en una choza perdida por la sabana africana, en un centro comercial japon¨¦s, en el rinc¨®n m¨¢s insospechado surge su imagen hirsuta o su vibrante m¨²sica. En palabras de Andr¨¦s Calamaro, "la voz de Marley te toca, primero, por esa fatiguita que conmueve; luego te reconforta, ya que cuenta que en alg¨²n lugar del mundo est¨¢ brillando el sol y la vida es simple".
Para la historia, Bob Marley ha quedado como la primera estrella global surgida de un gueto poscolonial. Y la suya no fue una fama fugaz. Tras su muerte, en 1981, su m¨²sica se ha difundido m¨¢s que antes. Legend, recopilaci¨®n de sus grandes ¨¦xitos que Island sac¨® en 1984, es un pasmoso fen¨®meno comercial: no ha dejado de venderse, llegando a despachar hasta un mill¨®n de copias anuales en alg¨²n momento de la d¨¦cada de los noventa. Las sinuosas canciones de Marley son consumidas por sucesivas generaciones que se han apuntado a la liturgia can¨¢bica de la teolog¨ªa rastafariana, pero tambi¨¦n por gente que ser¨ªa incapaz de liarse un porro.
Cuando fue lanzado mundialmente por Island Records, ¨¦l ya llevaba m¨¢s de diez a?os grabando en Jamaica
Como tr¨ªo vocal, los Wailers reconoc¨ªan su deuda con los Impressions, que Crtis Mayfield fund¨® en Chicago
La leyenda de Marley ha superado muchas pruebas. Su golosa herencia provoc¨® una catarata de batallas judiciales que a¨²n colean, demandas y resoluciones que son estudiadas en los cursos de propiedad intelectual. Ha sido v¨ªctima de la sobreexplotaci¨®n: cada a?o se publican discos suyos con alguna curiosidad m¨¢s o menos in¨¦dita, aparte de que se pongan nuevos envoltorios a sus mil grabaciones. Abundantes libros, incluyendo la espinosa autobiograf¨ªa de su esposa, Rita Marley (No woman, no cry. Ediciones B, 2004), han desvelado aspectos ingratos de su personalidad. A pesar de todo, su reputaci¨®n ha sobrevivido casi intacta.
Pero, ay, en la recepci¨®n de su obra s¨ª se aprecia que Marley ten¨ªa origen tercermundista. Muchos de los que todav¨ªa compran Legend ignoran que ese disco s¨®lo cubre una parte de su trayecto, de 1973 a 1981, cuando se internacionaliz¨® como profeta tropical. Para cuando Bob fue lanzado por Island Records -una audaz operaci¨®n dirigida desde Londres por su compatriota Chris Blackwell-, ya llevaba m¨¢s de diez a?os grabando exclusivamente para Jamaica y su di¨¢spora. Muchas de sus piezas cl¨¢sicas se registraron para su p¨²blico natural y m¨¢s tarde se reconstruyeron para el mercado del rock. Seg¨²n sus devotos m¨¢s puristas, en ese proceso se adulter¨® su esencia. De hecho, no faltan los que aborrecen parte de los discos millonarios y se concentran en los registros jamaicanos, ingresando en la secta de los coleccionistas dispuestos a pagar fortunas por vinilos con una tirada de, por ejemplo, 50 copias.
Si alguien desea conocer profundamente esa etapa isle?a, surge el problema. En realidad, varios problemas anudados. Primero, habituar el o¨ªdo. Las placas jamaicanas poseen la fuerza de lo aut¨¦ntico, pero las t¨¦cnicas de captaci¨®n del sonido eran all¨ª, en los a?os sesenta, rudimentarias. Por decirlo suavemente, Bob no se expresaba en estudios equivalentes a los de Abbey Road.
Segundo, el negocio fonogr¨¢fico de Jamaica tiene mucho de jungla, tal como qued¨® reflejado en The harder they come (en Espa?a, Caiga quien caiga), la potente pel¨ªcula de 1973 que fue, aparte de la eclosi¨®n de Marley, la baza decisiva para la aceptaci¨®n planetaria del reggae. Bob sufri¨® a bastantes sinverg¨¹enzas del negocio. Al explotar ¨¦stos la fama de Marley se multiplican las ediciones, hechas con cuidado o por la patilla: se cambian t¨ªtulos, se le atribuyen canciones ajenas, se modifican los arreglos para que queden m¨¢s contempor¨¢neos.
Tercer problema, y no se asusten. La diminuta industria musical jamaicana ostentaba entonces una peculiar econom¨ªa de subsistencia. Cantantes e instrumentistas sol¨ªan cobrar por pieza grabada, pero los productores ara?aban rentabilidad extra al transformar sus fondos musicales: en la cara B de muchos singles de Marley desaparec¨ªa total o parcialmente su voz en mezclas caprichosas, con efectos alucin¨®genos. Era el dub, invento nacido de la codicia que supuso una extraordinaria revoluci¨®n conceptual bien aprovechada por los productores occidentales hasta nuestros d¨ªas: a todos los efectos, la mesa de mezclas se transformaba en un hiperinstrumento que permit¨ªa a visionarios como Lee Perry realizar el equivalente sonoro de, por ejemplo, las recreaciones de Vel¨¢zquez por Picasso.
Para enloquecer m¨¢s la situaci¨®n, en Jamaica era y es habitual la confecci¨®n de dub plates, grabaciones exclusivas para determinadas sound systems, las discotecas m¨®viles que serv¨ªan para difundir el reggae cuando la radio estatal de Jamaica vetaba esa m¨²sica por sus mensajes o por su crudeza sonora.
Se necesita paciencia y un fiable mapa de carreteras si alguien quiere internarse en la cara oscura de la obra de Marley o hacerse una idea de la realidad comercial que molde¨® su arte cegador. La gu¨ªa podr¨ªa ser Bob Marley: su legado musical, el libro de Jeremy Collingwood que ahora se vierte al espa?ol; a pesar de la torpeza de su traducci¨®n, se erige como texto de referencia. En verdad, es un h¨ªbrido de discograf¨ªa comentada y libro visual para la mesa del sal¨®n, con abundante material gr¨¢fico poco conocido: desde carteles hasta portadas de revistas, incluyendo p¨¢ginas de la publicaci¨®n jamaicana Swing. Y fotos emblem¨¢ticas, como las que muestran la pasi¨®n de Marley por el f¨²tbol (lleg¨® a contratar brevemente como representante al jugador Allan Skill Cole). El balompi¨¦ fue la causa indirecta de su muerte: una lesi¨®n mal curada degener¨® en un c¨¢ncer invencible. Otras fotos muestran al gran seductor: en el Regine's parisiense, cortejando a una candidata a Miss Mundo; Bob terminar¨ªa cohabitando con la ganadora del t¨ªtulo, Cindy Breakspeare, y ella ser¨ªa la madre de Damian, el ¨²ltimo Marley que ha triunfado.
Estudiar el legado sonoro de Marley ofrece sabrosas revelaciones. Por ejemplo, que la tr¨ªada de sus preocupaciones estaba integrada por la pol¨ªtica, la religi¨®n y el sexo-amor. Atenci¨®n: a diferencia de lo habitual, su repertorio se radicaliz¨® seg¨²n conquist¨® mercados, con la pr¨¦dica de su fe rasta y cierta ideolog¨ªa panafricana. Pero Bob aspir¨® al estrellato internacional y estuvo dispuesto a pagar, aunque regateando, el peaje necesario. De los miembros de los Wailers fue el ¨²nico que se lo pele¨®. El m¨¢s espiritual, Bunny Livingstone, sencillamente no quer¨ªa salir de Jamaica.
Como tr¨ªo vocal, los Wailers reconoc¨ªan su deuda con los Impressions, el grupo que Curtis Mayfield fund¨® en Chicago, y adaptaron varios de sus temas (pero tambi¨¦n de James Brown, que estaba al otro extremo del soul). Bob, que viaj¨® fuera de Jamaica cuando era un desconocido, no ignoraba que exist¨ªan otras m¨²sicas valiosas, aunque fueran ejecutadas por los blancos de la detestada Babilonia: la influencia de Bob Dylan aparec¨ªa cuando cantaba con una guitarra de palo; los Wailers grabaron temas de Lennon-McCartney o Sugar sugar, el himno del chicle pop.
Tipo astuto, Marley fue capaz de navegar entre las aguas homicidas de la pol¨ªtica jamaicana. A distancia, apoy¨® a Michael Manley, el l¨ªder socialista que gan¨® las elecciones de 1972. Manley comenz¨® a hacerse caranto?as con Fidel Castro, y la CIA respondi¨® desestabilizando Jamaica al introducir grandes cantidades de armas que reparti¨® entre los gatilleros de la oposici¨®n. Puede que esas mismas pistolas con remite estadounidense atentaran contra la vida de Bob en 1976. Un intento de asesinato que, seg¨²n otras fuentes, obedec¨ªa a asuntos turbios del gueto. Para ponerse a salvo, los Marley debieron exiliarse durante a?o y medio. A Bob no se le escap¨® la paradoja: en el libro de Collingwood se reproduce la portada de Soul revolution II, elep¨¦ primerizo donde los Wailers posan amenazadores con armas cortas y largas, supuestamente de juguete; en Soul rebels, otra edici¨®n del mismo disco, los cantantes han sido reemplazados por una taciturna guerrillera que lleva metralleta y ense?a sus pechos desnudos.
Marley se enter¨® de la existencia de Soul rebels durante una visita a Londres. M¨¢s que por la funda, su estupor -y la ira consiguiente- vino de comprobar que su ilustre productor, Lee Perry, estaba traficando con sus cintas sin decirles ni una palabra. Obligado a manejarse con ladrones, el joven Marley decidi¨® ser el propietario de sus grabaciones o, por lo menos, de los medios de producci¨®n. Los Wailers ya eran aut¨®nomos en 1967, cuando los Beatles todav¨ªa especulaban con la posibilidad de fundar su propio sello. La primera empresa del grupo fue Wail 'N Soul 'M, que no funcion¨®, pero que les proporcion¨® duras ense?anzas, asimiladas para la siguiente aventura independiente, la compa?¨ªa Tuff Gong, que pose¨ªa su propio estudio.
Jeremy Collingwood insiste en su car¨¢cter pragm¨¢tico: supo tratar con los grandes tiburones de la industria musical, incluso volviendo a colaborar con el carism¨¢tico Lee Perry. Para Colligwood, la relaci¨®n con esos hombres poderosos obedece a una necesidad interna de Bob, que creci¨® sin una figura paterna: apenas conoci¨® a su padre, el militar y funcionario colonial de Liverpool que se cas¨® con su madre para legitimar a su criatura. ?Psicolog¨ªa barata o percepci¨®n aguda? Lo indiscutible es que, en palabras de Collingwood, "su historia es la de una determinaci¨®n para llegar a conseguir el ¨¦xito sin dejar de ser fiel a sus m¨¢s profundas creencias. Siempre encontr¨® la manera de responder a los reveses de la vida de una manera positiva y a convivir con un mundo imperfecto. Utiliz¨® tanto sus creencias como su pasi¨®n para interactuar con el mundo, no para atacar o quejarse. Comprendi¨® el poder transformador de la m¨²sica y se convirti¨® en un cham¨¢n mundial."
'Bob Marley: su legado musical', de Jeremy Collingwood, est¨¢ editado en Espa?a por Blume (192 p¨¢ginas).
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