La gran noche de cuatro generaciones

Fue de los primeros en viajar a Nueva York para aprender el oficio. A los veintitantos a?os, ya nos hemos acostumbrado a que Miguel ?ngel Chastang nos traiga un regalito cada vez que vuelve de visita a su ciudad, d¨ªgase por Al Foster, baterista autodidacto elevado a los altares del g¨¦nero por sus majestades Sonny Rollins y Miles Davis; algo que ni el propio interesado acierta a explicarse: "Es como si hubiera bajado Dios del cielo y me hubiera otorgado el don de tocar la bater¨ªa". Est¨¢ claro: Foster no es un bater¨ªa cualquiera. Ni se sienta como los dem¨¢s bater¨ªas, ni cuanto ejecuta guarda demasiada relaci¨®n con lo que se lleva entre sus colegas de instrumento. ?l va por libre y, por eso, cuanto hace suena a reci¨¦n inventado. A su lado, lo mejorcito del jazz made in Spain.

En total, eran cuatro generaciones reunidas en un mismo espacio; de los 63 a?os de Foster a los 27 de Colom, el emergente prodigio de la trompeta que ni mucho menos se achic¨® por tener a quien ten¨ªa a su vera. De Chastang, lo sab¨ªamos todo, tambi¨¦n de Bover. Aun as¨ª, el barcelon¨¦s consigui¨® sorprendernos una vez m¨¢s. En el repertorio, predominio de las piezas originales sobre los est¨¢ndares. Resultado: una gran noche de jazz de muy alta intensidad que podr¨¢n revivir quienes acudan a los pr¨®ximos conciertos del cuarteto en tierra espa?ola.