Del 'pub' Dickens a Eindhoven
El Middlesbrough, un equipo familiar y en bancarrota hace 20 a?os, irrumpe en Europa
"Muy tranquilo, muy tranquilo", susurra Fabio Rochemback, en un tono de voz tan suave que parece que se acaba de levantar. Se refiere a Middlesbrough, un puntito al noroeste de Inglaterra. En realidad, el centrocampista portugu¨¦s vive a casi 30 kil¨®metros de la ciudad. "Vivo en un pueblecito con un amigo y no voy nunca al centro, ni siquiera a tomarme una pizza", confiesa. Ning¨²n futbolista de la plantilla vive en la peque?a poblaci¨®n industrial, 70.000 habitantes, en la que naci¨® James Cook en 1728. El capit¨¢n Cook descubri¨® Australia, un lugar muy lejano de Merton, el suburbio donde a¨²n permanece su casa natal, ahora convertida en la mayor atracci¨®n tur¨ªstica de la comarca.
Tampoco Steve Gibson, el propietario del club, vive en el coraz¨®n de Middlesbrough. En 1986, el equipo estaba en banca rota. Fundado en 1876, tras m¨¢s de un siglo de opaca existencia, tuvo que ser refundado por un muchacho de 26 a?os. Gibson, seg¨²n su propio relato del asunto, cre¨® un consorcio salvador y pocos a?os m¨¢s tarde, en 1995, ascend¨ªa a Primera Divisi¨®n. El directivo controla el 90% de las acciones de la entidad. Gibson dirige una compa?¨ªa de transporte petroqu¨ªmico. La fund¨® al poco de cumplir veinte a?os con un pr¨¦stamo de 1.000 libras de su padre. El ¨²nico gran logro del Boro, adem¨¢s de sus "heroicos" ascensos, mil veces recordados por los m¨¢s viejos del lugar, es la Carling Cup de 2004.
Gibson, que con 26 a?os salv¨® al club de quebrar, dirige una petroqu¨ªmica fundada con 1.500 euros
La ciudad est¨¢ dividida. A un lado del r¨ªo, chimeneas onduladas de hormig¨®n y tubos de metal de las industrias qu¨ªmicas de las que vive la mayor¨ªa de la poblaci¨®n; al otro, la Universidad y las callejuelas comerciales por las que esa misma gente deambula en procesi¨®n hasta la puesta de sol. En todas las tiendas hay carteles que recuerdan la cuenta atr¨¢s hacia la final de la Copa de la UEFA del mi¨¦rcoles en Eindhoven ante el Sevilla. Banderines y mensajes de ¨¢nimo. Pegatinas en los escaparates en los que se reflejan los ciudadanos de Middlesbrough, pero por los que raramente transitan los jugadores.
"Este es un club familiar y salimos de vez en cuando a cenar todos juntos y a beber algo. Conservamos algunas tradiciones", revela el delantero holand¨¦s Hasselbaink. Pero esas confraternizaciones no son en el centro de Middlesbrough, donde, al margen de dos restaurantes de hotel y alguna pizzeria, la oferta se reduce a los sandwiches de los pubs.
En uno de esos establecimientos, Peter, de unos 45 a?os y con la cabeza rapada, grita para hacerse oir: "?Nuestros enemigos son los del Newcastle, enemigos!". Una rivalidad fundada en la cercan¨ªa de las dos ciudades, a las que separan 70 kil¨®metros de autopista y v¨ªa de ferrocarril.
Cerca de la estaci¨®n del tren destaca otro bar por su entusiasmo. Est¨¢ completamente empapelado de merchandising del club. Tiene una explicaci¨®n. Es un pub del equipo. Un adhesivo en la cristalera certifica que es "miembro oficial" de los bares cuya existencia gira alrededor del Boro. El resto de establecimientos, muchos, se limita a avisar de que retransmiten en directo todos los partidos del equipo y que, especialmente, sintonizar¨¢n sus pantallas gigantes y ofertar¨¢n muchas pintas de cerveza muy baratas el d¨ªa de la final contra el Sevilla.
El entrenador, Steve Mac Laren -nuevo seleccionador ingl¨¦s-, no es partidario de que los jugadores "tengan vicios perjudiciales". O sea, que no le gusta que beban alcohol. Una actitud que contrasta con la dieta que le impusieron a ¨¦l sus primeros t¨¦cnicos: hamburguesas y cerveza Guiness para ganar corpulencia.
No muy lejos de la estaci¨®n de tren, en la orilla del r¨ªo, est¨¢ el estadio Riverside. Es nuevo, fue fundado cuando el equipo ascendi¨® a la m¨¢xima categor¨ªa en 1995 de la mano de Brian Robson. Un grupo de seguidores grita enfadado. Les hab¨ªan dicho que tendr¨ªan entradas para Eindhoven, pero, al parecer, no es cierto. Son un grupo peque?o, unas 30 personas, pero est¨¢n muy molestos. Sin embargo, los peri¨®dicos locales y los carteles de las agencias, siguen ofreciendo paquetes econ¨®micos (desde 90 a 300 euros) para asistir al encuentro. Los hinchas enojados est¨¢n a unos metros de una puerta met¨¢lica que da la bienvenida al recinto. Alrededor de la cancela, un mont¨®n de adoquines. Imitan placas como las que indican los n¨²meros de las calles. Pero llevan una leyenda en su interior. Un mensaje escogido por cada socio. Los hay tristes, como uno que recuerda a un ni?o fallecido o de entusiasmo: "?Contigo hasta la muerte!". Es una campa?a para conmemorar los primeros diez a?os de vida del estadio.
"Los hinchas son una parte muy importante de la personalidad del club", dice su capit¨¢n, Southgate. El Riverside, como su propio nombre indica, est¨¢ junto al r¨ªo, muy cerca del centro de la ciudad. Pero en la zona abiertamente industrial. Hay vagones de mercancias oxidados, hay trozos de madera mojada, viejas construcciones medio ahogadas por el cauce del r¨ªo. A unos 100 metros, la mole met¨¢lica del puente colgante. Middlesbrough tiene su puente colgante. Contruido en 1911, traslada dos veh¨ªculos en cada trayecto.
Paul s¨ª tiene entradas. Lleva un peculiar tocado que le cubre las orejas. Viene de Stockton. En realidad, Stockton est¨¢ pegado a Middlesbrough. Desde la carretera da la impresi¨®n de que es la cara m¨¢s deprimida de la misma ciudad. Adem¨¢s, las pr¨®ximas Billingham y Redcar tambi¨¦n son parte de la causa, lo que justifica un estadio de 35.000 localidades.
El crecimiento del equipo, adem¨¢s de por su capacidad de convocatoria, se aprecia en la evoluci¨®n de la publicidad en sus camisetas. Hace 20 a?os anunciaba a un pub local, c¨¦lebre entre sus universitarios, el Dickens. Ahora figura el logotipo de un casino de Internet. Tambi¨¦n su progresi¨®n en el gasto en jugadores: su traspaso r¨¦cord en 1991 eran los poco menos de un mill¨®n de euros que tuvo que pagar al Hull por Payton. Despu¨¦s han llegado futbolistas como el brasile?o Juninho, por m¨¢s de seis millones, o el italiano Ravanelli, por unos 10. Tambi¨¦n ha jugado en estos a?os de bonanza Gascoigne, c¨¦lebre por cubrir el trayecto entre su casa y el estadio, cerca de 30 kil¨®metros, borracho y en s¨®lo ocho minutos.
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