Un nuevo futuro para los museos de Ciencias
El origen de los museos de Ciencias se encuentra en los gabinetes de Historia Natural de los siglos XVI y XVII. Lugar de encuentro de fil¨®sofos, naturalistas y personajes ilustrados, el rango de materias tratadas cubr¨ªa pr¨¢cticamente todas las ramas del saber. Pensados como instituciones de investigaci¨®n y difusi¨®n del conocimiento, los primeros museos de Ciencias, entre los que se encuentra el de Madrid, se abrieron para estimular el inter¨¦s y provocar la curiosidad sobre la Naturaleza, incluyendo la humana. "Los visitantes son animados a reflexionar sobre los misterios de la Naturaleza y el n¨²cleo del pensamiento humano", dijo Hans Sloane, fundador del British Museum. Sin embargo, los museos han evolucionado hacia una especializaci¨®n y compartimentaci¨®n que olvida ese puente necesario con el conocimiento general.
De una forma simplificada, el conocimiento se puede disponer en tres niveles jer¨¢rquicos de rigor progresivo, pero de aplicaci¨®n m¨¢s restringida. El saber, el m¨¢s general de los tres, es aqu¨¦l que aplican con experiencia e intuici¨®n los pueblos primitivos y nosotros mismos, en nuestra vida diaria. Jared Diamond, bi¨®logo evolutivo y ganador del premio Pulitzer, pone un ejemplo de este tipo de conocimiento en las tribus de Pap¨²a Nueva Guinea. ?stas dependen de la sabidur¨ªa (experiencia) de los m¨¢s viejos para afrontar fen¨®menos irregulares y raros, como los huracanes que aniquilan sus medios habituales de alimentaci¨®n, de manera que deben de buscar otros que s¨®lo los mayores conocen. El conocimiento racional combina experiencia y argumentaci¨®n l¨®gica para llegar a conclusiones generales; tiene m¨¢s de concepci¨®n del mundo, y sirve para poner el l¨ªmite entre lo que consideramos conocimiento y seudoconocimiento. Finalmente, el conocimiento cient¨ªfico hace de la observaci¨®n sistem¨¢tica y del experimento sus herramientas para responder preguntas bien delimitadas o probar consecuencias que se derivan de hip¨®tesis s¨®lidamente construidas.
No hay ninguna raz¨®n para que los museos renuncien a intervenir en estos tres niveles del conocimiento y lo enlacen con su ¨¢mbito de especializaci¨®n. Los museos de Ciencias pueden desempe?ar un papel crucial para asegurar la difusi¨®n de un pensamiento cr¨ªtico que suministre no s¨®lo unidades de saber, sino tambi¨¦n elementos metodol¨®gicos con los que enfrentarse ante lo que se ofrece como nuevo conocimiento.
Un art¨ªculo que publicamos recientemente en la revista Museum Management and Curatorship (2006, n¨²mero 21) reivindica esta funci¨®n original de los museos y gabinetes. Proyectar este pasado hacia un futuro supone asumir que, en cierta medida, deben de cambiar las relaciones de la instituci¨®n muse¨ªstica con el p¨²blico, considerado en ocasiones como un receptor pasivo de informaci¨®n y de actividades. En este sentido, es necesario potenciar la figura del transmisor del conocimiento, papel que ha pasado de ser representado por los propietarios de los gabinetes a los monitores y gu¨ªas de los museos actuales.
?C¨®mo efectuar ese cambio?
Primero, reforzando aspectos b¨¢sicos de nuestra concepci¨®n del mundo y proporcionando herramientas conceptuales que ayuden a delimitar la creencia privada del saber racional.
Segundo, en el propio ¨¢mbito de la ciencia, consolidando la idea de que algunos problemas carecen todav¨ªa de respuesta definitiva o no hay una opini¨®n un¨¢nime entre los expertos. As¨ª, es necesario reafirmar que los museos de Ciencias no deben trasmitir conocimientos cerrados y deben huir de la glorificaci¨®n del experto. Hace a?os que ya no existen los sabios. Aunque los hubiera, lo importante no es su glorificaci¨®n medi¨¢tica, sino la posibilidad de hacer part¨ªcipe al p¨²blico del conocimiento que ellos han tenido el privilegio de poder buscar. Se puede poner la pir¨¢mide al rev¨¦s e intentar que ese conocimiento cr¨ªtico sea ejercido por el mayor n¨²mero posible de personas.
No obstante, esto no se lograr¨¢ si no se atiende adecuadamente al eslab¨®n que conecta el conocimiento entre museos y p¨²blico, los monitores. En la cadena establecida entre los que producen el conocimiento, los que lo preparan y adecuan para un p¨²blico no experto y el propio p¨²blico, ellos tienen informaci¨®n de primera mano sobre el lenguaje que hace entender las lagunas que hay que llenar y estimular para que ese camino sin fin que es el aprendizaje se vea reforzado con cada presencia particular. A d¨ªa de hoy, los monitores de museos llevan una existencia tan eficaz como an¨®nima y desatendida. La pregunta es: ?por cu¨¢nto tiempo?
Antonio G. Valdecasas (investigador) Ana M. Correas (monitora) y Carmen Sanz D¨ªaz (conservadora). Museo Nacional de Ciencias Naturales
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