"?Op¨¢, yo viaz¨¦ una fin¨¢!"
Tras retrasos de hasta 12 horas, los hinchas sevillistas se mezclaron sin problemas con los brit¨¢nicos que beb¨ªan por las calles
"?Bollulos Par del Condado es sevillista!", se pod¨ªa leer en una pancarta de tela sobre los miles de sombreros de paja que coronaban las cabezas de los seguidores del Sevilla. La leyenda, junto a otras menores sobre el sevillismo incondicional de Sanl¨²car La Mayor, colgaba de una ventana abierta a la plaza donde estaba instalada la carpa del equipo. En el escenario, una presentadora de una televisi¨®n sevillana coreaba consignas victoriosas. Por los altavoces, karaoke sincopado de los himnos futboleros m¨¢s populares o ritmos flamencos.
Poco despu¨¦s, el presidente del club andaluz, Jos¨¦ Mar¨ªa del Nido, cog¨ªa el micr¨®fono y ped¨ªa a los aficionados que se comportaran con decoro. Y que no se preocupasen por las noticias que les llegaban. Una parte considerable de los hinchas hab¨ªa tenido que esperar en el aeropuerto de San Pablo. Algunos, 12 horas. Finalmente, los 38 aviones repletos aterrizaron en Eindhoven, en sus cercan¨ªas y... en Francfort (Alemania), a unos 400 kil¨®metros. "Todos van a llegar a tiempo", auguraba Del Nido. Sin embargo, en Sevilla hab¨ªa un notable alboroto. Gente que llevaba desde las dos de la madrugada aguardando no hab¨ªa despegado a primera hora de la tarde.
Karaoke sincopado de los himnos futboleros y ritmos flamencos en la carpa del club espa?ol
En total, ayer deambulaban por las calles de la ciudad de la multinacional Philips cerca de 11.000 sevillistas y un n¨²mero casi id¨¦ntico de aficionados ingleses. Junto a ellos, una decena de furgones policiales. Pero los seguidores de ambos equipos se mezclaron, a pesar de agotar casi las existencias de alcohol, sin el menor problema.
Los brit¨¢nicos fueron mucho menos ruidosos que los espa?oles y su carpa mucho menos animada, aunque tambi¨¦n contaron con su consabido escenario y sus animadores. Tambi¨¦n, con menos mujeres. De hecho, entre los hinchas del equipo de Nervi¨®n hab¨ªa hasta una ni?a de tres a?os, Carmen, ya socia. "Hemos venido 24", comentaba un hist¨®rico abonado, un fijo en los desplazamientos. Junto a unas lonchas de jam¨®n y lomo, Paco recordaba que ¨¦l, si el equipo ganaba, habr¨ªa esperado a tener la sesentona cumplida y, sin embargo, su nieta "ni se enterar¨¢" por su juventud. El padre de la criatura es un b¨¦tico "infiltrado" que se se?alaba los labios pidiendo un silencio c¨®mplice sobre su condici¨®n. Tambi¨¦n circulaba por las callejuelas c¨¦ntricas un concejal del PSOE que se paraba para hacerse fotos con quien se lo solicitaba. Tambi¨¦n, varios dirigentes del Sevilla, distinguibles, principalmente, porque llevaban traje y corbata. Adem¨¢s, en el palco estuvieron los Pr¨ªncipes de Asturias; el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, Manuel Chaves, y el vicepresidente econ¨®mico del Gobierno, Pedro Solbes. Pablo Alfaro, ex del Sevilla, estaba en ese momento en el hotel de concentraci¨®n del equipo con los que fueron hasta hace poco sus compa?eros.
Porque los sevillistas no se olvidan del Betis. Una de las curiosas estampas de confraternizaci¨®n entre las dos hinchadas fue ver como un chaval del Middlesbrough se sujetaba con camarader¨ªa a cuatro sevillistas para cantar a coro consignas contra Manuel Ruiz de Lopera y el equipo rival de la ciudad: "?Musho Beti, musha mierda es", gritaba el ingl¨¦s mientras le grababan con una c¨¢mara. Luego, cuando pretendi¨® cantar un solemne himno de su equipo, le dejaron de lado. No lejos de all¨ª, un hombre, sin ning¨²n disimulo, llevaba un cartel en el que se pod¨ªa leer manuscrito: "Tickets for sell". Vend¨ªa entradas a 400 euros cada una a tres horas del comienzo del choque. Poco despu¨¦s, y por la misma zona pr¨®xima al estadio, otro se ofrec¨ªa a comprar billetes, aunque no estaba dispuesto a pagar m¨¢s de 200 euros.
El grupo de sevillistas alcanz¨® su cl¨ªmax cuando aparc¨® junto al recinto donde juega habitualmente el PSV el autob¨²s de su equipo. Miles de banderas anudadas a los brazos empezaron a girar sobre el eje de las extremidades y se pudo escuchar a varios metros a la redonda: "?Mi Sevilla campe¨®n!". Del veh¨ªculo se fueron bajando poco a poco los futbolistas, que saludaron a los aficionados. S¨®lo uno llevaba los cl¨¢sicos auriculares para escuchar m¨²sica en las orejas. Varios comentaron en privado que era el partido "m¨¢s importante" de sus vidas. Y, por la cara que llevaban Javi Navarro o Dani Alves, parec¨ªa cierto.
Entre los arremolinados junto al autob¨²s, alguno fue capaz de colarse entre el cord¨®n policial. Pero nada sucedi¨®. Ni la polic¨ªa respondi¨® con nerviosismo ni los que rompieron la cadena hicieron nada para provocarla. Otros hinchas agitaban las manos y dejaban ver en su espalda una curiosa frase: "?Op¨¢, yo viaz¨¦ una fin¨¢!", parodiando un estribillo que ha puesto de modo un tipo llamado El Koala y que originalmente dice: "?Op¨¢, yo viaz¨¦ un corr¨¢"!
No mucho despu¨¦s lleg¨® el autocar para dejar frente a las puertas a los jugadores del equipo ingl¨¦s. No se repiti¨® la escena. Hab¨ªa muchos menos hinchas, aunque globalmente hubiera m¨¢s en la ciudad que sevillistas. Uno de ellos, Paul, ya estaba el pasado s¨¢bado recogiendo su entrada: "S¨ª, me acuerdo de cuando la recog¨ª", coment¨® antes de contar su experiencia: "He tardado miles de horas en llegar. Fui en tren hasta el Sur. Despu¨¦s, en barco hasta Francia. Y desde all¨ª, en autob¨²s hasta aqu¨ª". Y remat¨®: "Estoy cansado". Caminaba solo, aunque aseguraba que conoc¨ªa a un mont¨®n de los chicos que vagaban con su camiseta roja con el le¨®n del Middlesbrough: "Viejos compa?eros de colegio, gente que veo por los pubs y chicos que est¨¢n estudiando ahora en la Universidad conmigo". Muchos de ellos tuvieron que ver el partido en las pantallas gigantes instaladas en las respectivas carpas de los dos equipos. En principio, esas pantallas no iban a ser instaladas para desanimar a que se viajara sin entrada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.