Oh Carol
Versi¨®n Original Subtitulada, de Carol L¨®pez, fue uno de los indiscutibles sleepers de la anterior temporada. En Broadway llaman sleeper al espect¨¢culo, por lo general modesto o de peque?o formato, que de la noche a la ma?ana, y sin que medie despliegue publicitario, emprende un jubiloso galope y se convierte en un ¨¦xito. La noche del estreno de V. O. S. en el Lliure eran muchos los que contemplaban a Carol L¨®pez como si fuera una extra?a planta brotada por generaci¨®n espont¨¢nea. Pero no era ni una cr¨ªa ni una debutante (ni una planta). En 1999 hab¨ªa ganado el Premio Mar¨ªa Teresa Le¨®n con Susie, r¨¦plica femenina del Edmond de Mamet: la aventura de una muchacha a la deriva, perdida en la jungla nocturna de Nueva York. All¨ª ya empezaban a perfilarse sus estrategias: escenas cortas, montaje sincopado, di¨¢logos afilados y sint¨¦ticos. Entre 2000 y 2003 aprendi¨® el oficio con los que considera sus maestros, Mario Gas y ?lex Rigola, para los que trabaj¨® como ayudante de direcci¨®n en siete espect¨¢culos. Entre uno y otro, estudi¨® cine en la Escuela de San Antonio de los Ba?os, en Cuba, y escritura dram¨¢tica en el Royal Court. En 2003 present¨® en el Lliure su primer espect¨¢culo como autora y directora, No pido nada excepto tiempo soleado, una singular zambullida en el universo de Raymond Carver a partir, curiosamente, de su obra po¨¦tica. Al a?o siguiente regres¨® con Una historia en cuatro partes, una puesta creada a partir de improvisaciones con los actores, sobre la dificultad de las relaciones y/o la esquiva frontera entre amor y amistad. Esos asuntos y ese sistema de trabajo cristalizar¨ªan plenamente en V. O. S., una pieza que comenz¨® en tono dram¨¢tico y pronto devino comedia. Porque Carol L¨®pez es, ante todo (rar¨ªsima avis, sobre todo en Espa?a) una autora (y directora) de comedias. De comedias ligeras en el mejor sentido del t¨¦rmino (carentes de pretensiones pl¨²mbeas, de "reflexiones" obvias), con un don especial para el timing, para la r¨¦plica brillante y natural¨ªsima, para la situaci¨®n irresistiblemente hilarante. Carol L¨®pez elige -o es elegida por- la comedia porque le permite, seg¨²n la frase de Mihura tantas veces citada, "dar liebre por gato", y porque es el g¨¦nero ideal para seducir al espectador y, al mismo tiempo, abrirle ventanas inesperadas para que el aire circule por su cerebro. Se habl¨® mucho en su momento de las "influencias cinematogr¨¢ficas" de V. O. S., pero a menudo tiende a confundirse la estrategia con la mera referencia. Los protagonistas de V. O. S. eran, cierto, cin¨¦filos consumados, pero lo importante era el tejido estructural de la historia, que "constru¨ªan" entre todos, como si se tratara de un gui¨®n con sucesivas variaciones, reescaletajes y cambios de punto de vista. Y, desde luego, el tono. El tono de una hija de Billy Wilder y Woody Allen que mezclaba el retrato generacional con la cr¨®nica de costumbres, logrando el milagro de hacer f¨¢cil lo dif¨ªcil: que todo fluya, que nada aburra, que la arquitectura no resulte evidente o pedante. Carol L¨®pez acaba de presentar en el Espai Lliure un nuevo espect¨¢culo, Last Chance, en el que la historia, igualmente ligera (y breve: apenas hora y media) pero con no pocas cargas de profundidad, se despliega en tres direcciones para regalarnos un juego de espejos y un tour de force actoral. El relato, ba?ado en rojo y humo, arranca en un tugurio de frontera (el Last Chance del t¨ªtulo), donde una dama misteriosa con gafas oscuras (Dolo Beltr¨¢n), un polic¨ªa corrupto (Paul Berrondo) y un mafioso gay (Andr¨¦s Herrera) luchan por un malet¨ªn que contiene un mill¨®n de d¨®lares. Los di¨¢logos estereotipados y los perfiles de clich¨¦ revelan, a los pocos minutos, que asistimos al rodaje de una pel¨ªcula, un p¨¦simo film noir de serie Z que un joven cineasta psic¨®pata y sin escr¨²pulos (Andr¨¦s Herrera 2) rueda, traicionando su proyecto original, para que su productor blanquee pasta. La pareja del director es la actriz que interpreta, muy a su pesar, a la dama misteriosa (Dolo Beltr¨¢n 2), una M¨®nica Vitti a la catalana que lograr¨¢ escapar de su Desierto Rojo para convertirse (a los gloriosos acordes de Across the 113th Street, de Bobby Womack) en una lib¨¦rrima Modesty Blaise. Con la complicidad escenogr¨¢fica de Sebasti¨¤ Brosa, Carol L¨®pez aprisiona a su protagonista femenina, verdadero eje de la historia, en un doble encuadre: el de la c¨¢mara vamp¨ªrica de su ambicioso marido y el de la ventana de su apartamento de lujo, un espacio g¨¦lido en el que hay m¨¢s gritos que susurros. Para escapar de esa jaula duplicada, la actriz vaga por la ciudad nocturna (de nuevo Susie) y aterriza en un descampado lunar, un territorio libre que pronto ser¨¢ demolido por el taimado (e invisible) productor para levantar all¨ª una zona residencial donde el cineasta, cerrando el c¨ªrculo, comprar¨¢ un piso de lujo. En ese espacio abierto malviven, pobres pero felices, dos ¨¢ngeles de suburbio: un humilde dealer porte?o (Andr¨¦s Herrera 3) y un chapero loqu¨ªsima, que ha abrazado el juda¨ªsmo por amor a Barbra Streisand; otro personaje bomb¨®n para Paul Berrondo, tambi¨¦n desdoblado como actor hiperadicto al M¨¦todo en el desastroso rodaje (escena cumbre: la "escenificaci¨®n de los subtextos" ante la creciente histeria del director). La trama recuerda a un cuento de hadas escrito a cuatro manos por Godard y Zavattini: una comedia trilateral descaradamente rom¨¢ntica pero nunca almibarada, que a ratos parece un musical encubierto (con tangos, canciones en directo -Tres Calles, gentileza de Dolo Beltr¨¢n- y un descacharrante play back de Yentl) y, como dec¨ªa antes, un regalo para los espectadores, que salen del Lliure felices y esponjados, y para los actores, que juegan como ni?os felices en una tienda de disfraces. Mis favoritos: Dolo/Vitti descubriendo el placer de un chorip¨¢n bajo el cielo abierto; Andr¨¦s Herrera convirtiendo su skate en una carroza improvisada para su inalcanzable princesa; Paul Berrondo danzando entre escombros, lib¨¦rrima, con una astrosa boa azul. Last Chance posiblemente sea menos "redonda" que V. O. S. pero multiplica sus malabarismos y, por encima de todo, rebosa toneladas de encanto.
A prop¨®sito de Carol L¨®pez que presenta en el Espai Lliure, de Barcelona, Last Chance
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