"El historiador da cuenta de los hechos, el novelista llega al fondo de los sentimientos"
Su compatriota, la novelista Anne Tyler, lo defini¨® como "una m¨¢quina humana del tiempo", y lo cierto es que nadie ha sabido desarticular mejor que ¨¦l ciertos episodios del pasado inmediato, haci¨¦ndoles hablarnos con sobrecogedora inmediatez acerca de lo que m¨¢s nos preocupa en el presente. Su ¨²ltima novela, La gran marcha, es un ejemplo inmejorable. La cr¨ªtica ha visto en ella una lectura prof¨¦tica de lo que han venido a significar las devastadoras secuelas (en clave de pol¨ªtica racial, entre otras cosas) de la cat¨¢strofe causada por el hurac¨¢n Katrina. Edgar Laurence Doctorow (Nueva York, 1931), uno de los novelistas vivos de mayor estatura de su pa¨ªs, es un hombre elegante, de gestos pausados, que rebosa inteligencia y humanidad.
"Cuando la victoria es contundente, el derrotado se inviste de dignidad. Pas¨® con el Sur, con Alemania y ahora est¨¢ sucediendo lo mismo con Irak"
"No acepto que el adjetivo hist¨®rico pueda modificar el sustantivo novela"
PREGUNTA. ?Por qu¨¦ dice que no se considera autor de novelas hist¨®ricas?
RESPUESTA. No acepto que el adjetivo hist¨®rico pueda modificar el sustantivo novela. No cobr¨¦ consciencia de que ubicaba mis novelas en otras ¨¦pocas hasta que me lo hizo observar un editor. Creo que la raz¨®n por la que lo hago es que a la hora de abordar una obra de ficci¨®n, el tiempo me funciona mejor que el espacio. Faulkner ubicaba sus novelas en el condado de Yoknapatawpha. Todos sus recursos imaginativos, su percepci¨®n, su sistema de pensamiento, los articulaba en torno al espacio de Misisipi. Yo necesito armar mis novelas en torno a un periodo concreto del pasado, pero en realidad no lo hago para analizar el periodo en cuesti¨®n, sino que me sirve de punto de partida para reflexionar acerca del presente.
P. En La gran marcha utiliza el recurso faulkneriano de rescatar personajes procedentes de otras novelas.
R. Cuando escribo no lo hago siguiendo un plan premeditado. Lo que me motiv¨® a escribir La gran marcha fue una fotograf¨ªa. Hab¨ªa le¨ªdo acerca de nuestra guerra civil, por supuesto, hace a?os, las memorias de Sherman, entre otras cosas. Pero el catalizador de la novela fue una foto en la que se ve al general Sherman reunido con su Estado Mayor delante de una tienda de campa?a. Cuando escribo, mi posici¨®n es id¨¦ntica a la del lector, que no sabe ad¨®nde lo va a llevar el texto. Yo tampoco s¨¦ hacia d¨®nde va la historia. Desconozco qu¨¦ es lo que va a pasar. Voy haciendo descubrimientos a medida que escribo. Y una de las cosas que descubr¨ª fue que Coalhouse Walker, uno de los personajes de Ragtime, ten¨ªa que ser hijo de esclavos.
P. Tal vez el personaje m¨¢s conmovedor de la novela sea Pearl, la esclava de piel blanca. ?C¨®mo se le ocurri¨®?
R. Nunca pienso en c¨®mo van a ser mis personajes, no me hace falta. Se me aparecen con todos sus rasgos y yo me limito a escucharlos y a transcribir lo que veo y lo que oigo. Cuando vi a Pearl sab¨ªa todo lo que hab¨ªa que saber acerca de ella. Ten¨ªa la piel blanca, como ocurr¨ªa muchas veces con los esclavos, que eran hijos de esclavas y de los due?os de las plantaciones. Pearl es una criatura a caballo entre dos culturas. Su familia paterna es blanca y la abandona porque es una esclava, pero los esclavos se mantienen alejados de ella porque sus rasgos f¨ªsicos son los de una persona blanca. Esto le inflige un gran sufrimiento.
P. Como en muchas de sus novelas anteriores, en La gran marcha hay personajes hist¨®ricos, como Lincoln, Grant, o el propio Sherman. ?Los trata de manera diferente a como trata a sus criaturas de ficci¨®n?
R. Entre otras cosas, una novela es un sistema de opiniones. Yo hab¨ªa le¨ªdo documentos hist¨®ricos acerca de Sherman y, como dije, tambi¨¦n sus memorias. Por cierto que era un gran escritor, al igual que Grant. Mi impresi¨®n es que era un hombre sumamente conflictivo, inquieto, muy nervioso, con grandes altibajos an¨ªmicos, lo que hoy dir¨ªamos alguien aquejado de una afecci¨®n bipolar. Lo que hago es a?adir sus sentimientos. Creo que ten¨ªa un gran sentimiento de culpa; por una parte cre¨ªa que la Confederaci¨®n supon¨ªa un acto de alta traici¨®n hacia Estados Unidos. Se mov¨ªa por el Sur, donde ten¨ªa buenos amigos, y conoc¨ªa bien a la gente. Tras la rendici¨®n, ayud¨® a llevar a cabo la reconstrucci¨®n. Y no era abolicionista, era racista. Eso le caus¨® graves problemas en los c¨ªrculos pol¨ªticos de Washington. Se negaba a que hubiera ex esclavos entre sus soldados. Pod¨ªan hacer otra clase de tareas, pero no vestir el uniforme. Si lo juzgaba necesario, actuaba de manera cruel y despiadada. Por otra parte, le preocupaba mucho el coste de vidas, en eso era muy diferente de nuestra actual secretaria de Estado. Me fascinaba lo complejo de su personalidad. Pero volviendo a su pregunta, por lo que se refiere a t¨¦cnica compositiva, no hago distingos entre personajes reales e inventados, les aplico exactamente el mismo tratamiento.
P. ?Es dif¨ªcil escribir sobre la guerra?
R. Cuando se escribe acerca de algo hay que sentirlo f¨ªsicamente, es como cuando se sue?a, que todas las sensaciones f¨ªsicas est¨¢n muy presentes. Y en el caso de la guerra a veces no es f¨¢cil... A veces no es f¨¢cil. Por otro lado, es exactamente lo que le dec¨ªa antes, en cuanto a que aunque sit¨²e mis novelas en el pasado en realidad estoy escribiendo sobre el presente. La idea de que el periodo de la marcha de Grant por los Estados del Sur pod¨ªa servir de armaz¨®n a una novela llevaba por lo menos 20 a?os rond¨¢ndome la cabeza, pero no se concret¨® hasta que estall¨® la guerra de Irak. Estoy totalmente en contra de lo que ha hecho nuestra Administraci¨®n, y he dejado constancia de ello por escrito. Creo que es una verg¨¹enza, una tragedia y un desastre. Y no s¨®lo para Estados Unidos, sino tambi¨¦n para una buena parte del mundo, incluyendo, por razones evidentes, a Espa?a. Hay algo m¨¢s que me parece importante, y es que el efecto de las guerras civiles, a diferencia de otro tipo de guerras, persiste a lo largo de muchas generaciones. Las guerras civiles no se olvidan f¨¢cilmente, tal vez nunca. Hace poco di una charla en la sede de los veteranos de la Guerra Civil espa?ola que se alistaron en la Brigada Abraham Lincoln. Tambi¨¦n me ocupo de la guerra del 36 en un libro de ensayos que voy a sacar pronto. En uno de los ensayos comparo el tratamiento que hace Hemingway de la Guerra Civil espa?ola con el de Andr¨¦ Malraux. Son dos tratamientos completamente diferentes entre s¨ª. Hemingway ahonda en cuestiones de sensibilidad, mientras que Malraux, que no es un buen escritor, ofrece un panorama m¨¢s amplio y profundiza m¨¢s en cuestiones de partidismo pol¨ªtico.
P. Usted describe su novela como lineal, pero a m¨ª me parece que carece de centro.
R. En mi opini¨®n, hay un centro en la novela, s¨®lo que no es una persona. Para m¨ª, el personaje central de la novela es la gran marcha en s¨ª. Quer¨ªa imprimir al libro una sensaci¨®n de movimiento. Es una novela de carretera. La guerra es una situaci¨®n en extremo vol¨¢til, la gente irrumpe bruscamente, ocupa el centro de manera fugaz y desaparece. Los personajes mueren e inmediatamente surgen otros que ocupan su lugar. Mi novela es como un gran angular, un ojo que lo abarca todo, al que nada se le escapa; la voz narrativa impone una cierta distancia desde la que es posible abarcar una gran panor¨¢mica. El lector contempla simult¨¢neamente m¨²ltiples aspectos de un paisaje muy vasto.
P. ?Qu¨¦ poso dej¨® en usted la novela, ahora que ha pasado un tiempo desde que la acab¨® y puede pensar en ella con perspectiva?
R. Hay un momento del libro, despu¨¦s que ha aceptado la rendici¨®n del general del Ej¨¦rcito Confederado, en que Sherman est¨¢ solo. Es de noche, est¨¢ tomando una copa de vino y fum¨¢ndose un puro. De repente se apodera de ¨¦l una sensaci¨®n dif¨ªcil de definir, y dice para s¨ª: "Hemos ganado. La Uni¨®n tiene la inmensa satisfacci¨®n de la victoria. Puedo brindar por la bandera". Pero mientras dice esto, sabe que hay algo ambiguo en el triunfo, algo sombr¨ªo, dudoso; por detr¨¢s de todo ello, hay un sentimiento ambivalente que le va a acompa?ar hasta el final de sus d¨ªas. Sherman piensa en Joe Johnson y en sus hombres. Los soldados de la Confederaci¨®n han sufrido una derrota aplastante. Son seres humillados y ofendidos. Est¨¢n frustrados e irritados. Lo que Sherman intuye, aunque no sepa darle forma a lo que piensa, es que la derrota inviste a los confederados de una dignidad herida que les confiere una suerte de fuerza interior, una fuerza que les permitir¨¢ sostenerse durante todo un siglo. Y eso es exactamente lo que pas¨®, porque la reconstrucci¨®n fue un desastre, el efecto de la victoria fue contraproducente... Tras el triunfo de la Uni¨®n vinieron d¨¦cadas de oprobio y humillaci¨®n para los negros del Sur. Aunque t¨¦cnicamente no eran esclavos, segu¨ªa en pie la segregaci¨®n, hab¨ªa impuestos que les imped¨ªan votar, los linchamientos estaban a la orden del d¨ªa. Incluso despu¨¦s del movimiento por los derechos civiles en los a?os sesenta, con Nixon y otros despu¨¦s de ¨¦l, los republicanos siempre han dado con subterfugios que han servido para mantenerlos oprimidos. As¨ª que en cierto sentido se puede decir que el Sur gan¨® la guerra. Y creo que se puede decir algo semejante de todas las confrontaciones b¨¦licas. Cuando la victoria es contundente, el derrotado adquiere un poder invisible y secreto. Los t¨¦rminos de la derrota despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial fueron tan humillantes para los alemanes que a?os despu¨¦s les llev¨® a aceptar a Hitler. El final de la Primera Guerra Mundial conten¨ªa en germen la segunda. Y en Irak est¨¢ sucediendo exactamente lo mismo hoy d¨ªa. Nos plantamos all¨ª y los borramos de un plumazo, y ahora est¨¢ toda la resistencia, que es un movimiento animado por un sentimiento de orden nacionalista. ?Qu¨¦ hemos conseguido? Nada, absolutamente nada, salvo dejar el pa¨ªs sembrado de cad¨¢veres.
P. ?Qu¨¦ consigue la ficci¨®n que no consiga la historia?
R. Si quiero datos acerca de la Rusia del siglo XIX recurro a los manuales de historia, pero si quiero la verdad sobre aquella ¨¦poca, entonces acudo a Tolst¨®i, a Ch¨¦jov, a Turgu¨¦nev, a Gogol. Sus cuentos y relatos me proporcionar¨¢n un conocimiento profundo. El historiador da cuenta de los hechos, el novelista llega al fondo de los sentimientos. El historiador cuenta lo que pas¨®, el novelista da cuenta de la verdad que subyace a lo que pas¨®.
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