Historia de un ultraje en M¨¦xico
Dos activistas espa?olas, expulsadas del pa¨ªs latinoamericano la semana pasada por participar en una protesta social, denuncian que fueron golpeadas y vejadas por la polic¨ªa
"Era una fiesta para los polic¨ªas. Nos pasaban de manos de uno al otro y se animaban entre ellos para golpearnos", relata Mar¨ªa Sostres, una activista de derechos humanos espa?ola que fue expulsada de M¨¦xico de forma ilegal junto a Cristina Valls -ambas barcelonesas-, el pasado 6 de mayo. Ambas estaban en M¨¦xico acompa?ando a la delegaci¨®n del Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN), del subcomandante Marcos, que recorre el pa¨ªs desde principios de este a?o. Los hechos que denuncian ocurrieron en un viaje de cinco horas en autocar, mientras las trasladaban desde San Salvador Atenco (en el Estado de M¨¦xico, 25 kil¨®metros al norte del Distrito Federal) a la c¨¢rcel de Santiaguito.
La Polic¨ªa del Estado de M¨¦xico desaloj¨® violentamente a vendedores ambulantes de flores el pasado 3 de mayo. La violencia fue recrudeciendo y desde el mediod¨ªa los pobladores de Atenco bloquearon algunas carreteras estatales y montaron barricadas a las entradas de la localidad. Unos 300 agentes locales intentaron retomar el pueblo, usando gases lacrim¨®genos y macanas (porras). No tuvieron ¨¦xito y los enfrentamientos continuaron.
A las 15.30 de la tarde, un ni?o de 14 a?os muri¨® tras recibir un balazo por parte de un polic¨ªa, seg¨²n el testimonio de uno de los agentes que participaron en los sucesos. Doce oficiales fueron retenidos dentro de Atenco, seg¨²n un detallado informe del centro de derechos humanos Miguel Agust¨ªn Pro Ju¨¢rez.
Valls y Sostres se encontraban en el Distrito Federal cuando se enteraron de lo sucedido y por la noche ya estaban en Atenco, esperando en las barricadas el embate de las fuerzas del orden, que entre agentes federales y estatales, reunieron a 3.000 efectivos con los que arrasaron todo lo que encontraron a su paso. Entre el 3 y el 4 de mayo la polic¨ªa detuvo a 217 personas.
Repicaron las campanas de la iglesia al alba del 4 de mayo y desde las barricadas lanzaron cohetes advirtiendo de la barbarie que se avecinaba. "Resistimos dos minutos. Sal¨ª corriendo pero todas las calles estaban llenas de polic¨ªas. Salir de all¨ª era imposible. Empezaron a golpear a todo lo que encontraban por su paso", relata Valls mientras enciende un cigarrillo. Su voz es queda y se la ve ida, recordando lo sucedido.
Las dos se escondieron en una casa durante dos horas hasta que lleg¨® la polic¨ªa. "Nos pusieron boca abajo con las manos en la espalda. Nos cubrieron la cabeza y nos empezaron a golpear", relata Sostres mientras toca la cicatriz de unos seis cent¨ªmetros que tiene en la parte de atr¨¢s del cuello, recuerdo de la brutalidad policial. Los agentes las llevaron a la plaza del pueblo, donde les ped¨ªan que dijeran su nombre y nacionalidad. "Cuando dijimos las nuestras nos insultaron: 'pinches espa?olas ?qu¨¦ hacen ac¨¢?' y 'vasca etarra, te vas a morir", recuerda Valls.
Fueron hacinadas en un autob¨²s, junto a otras 38 personas para trasladarlas a la c¨¢rcel. "Yo ten¨ªa la cara sobre un charco de sangre y a seis personas encima m¨ªo a las cuales estaban violando", relata Valls. En las cinco horas que dur¨® el infernal viaje, los agentes violaron a las mujeres. "Metieron objetos, dedos y llaves en las vaginas. A una chica la obligaron a decir 'vaquero, vaquero' mientras un polic¨ªa le pegaba en el culo", recuerdan ambas. Los agresores, seg¨²n pudo constatar Sostres al levantar la mirada, eran agentes de la Polic¨ªa Federal Preventiva, que ha evitado pronunciarse hasta que no concluya su investigaci¨®n interna.
Las dos barcelonesas no denunciaron la violaci¨®n que sufrieron, siguiendo los consejos de presuntos abogados que rondaban la c¨¢rcel. "Uno me dijo que no denunciara el abuso sexual porque me iba a causar m¨¢s problemas para salir libre y podr¨ªa estar hasta un a?o presa. Le hice caso. Despu¨¦s recapacit¨¦ y quise ampliar la declaraci¨®n pero ya no me dejaron", relata Sostres. Pr¨®ximamente presentar¨¢n una denuncia penal.
Ambas afirman que recibieron un trato distinto por parte de los polic¨ªas. Ponen un ejemplo contundente: mientras que los detenidos mexicanos ingresaron a la c¨¢rcel con sangre, los ¨²nicos limpios fueron los cinco extranjeros (junto a las espa?olas, hab¨ªa un par de chilenos y una chica alemana). "A mi me sangr¨® la nariz por los golpes recibidos y uno de los polic¨ªas me limpi¨® r¨¢pidamente la sangre", afirma Sostres.
Retenidas y expulsadas
El director del penal las entreg¨® a las autoridades migratorias que las retuvieron durante 15 horas y las expulsaron por dedicarse a "actividades no autorizadas en su visado", aplicando la Ley General de Poblaci¨®n. El procedimiento fue ilegal pues nunca tuvieron acceso a un abogado y ambas contaban con un amparo que una juez concedi¨® a las 19.00 de ese d¨ªa, que imped¨ªa su expulsi¨®n. El avi¨®n de Mar¨ªa y Cristina parti¨® a Par¨ªs a las 23.20 horas de ese d¨ªa. Fuentes diplom¨¢ticas informan de que ambas tienen prohibido volver a M¨¦xico en los pr¨®ximos cinco a?os.
La Comisi¨®n Nacional de los Derechos Humanos, un ¨®rgano p¨²blico aut¨®nomo, present¨® el pasado 9 de mayo siete denuncias por violaci¨®n y otras 16 por abuso sexual. "Tenemos fotos de chicas con las nalgas negras y los senos llenos de hematomas por los golpes", asegura Guillermo Ibarra, su portavoz.
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