La leyenda Nadal
El espa?ol derrota a Federer tras un partido incre¨ªble e iguala el r¨¦cord de Vilas de 53 victorias seguidas sobre tierra
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Hay, decididamente, algo de enga?oso en la placidez con que Roger Federer habla, se mueve, act¨²a. "Jugar contra Nadal me ayuda a mejorar mi juego en tierra batida", dijo, por ejemplo, el suizo, el n¨²mero uno del mundo, el jugador m¨¢s completo de la historia seg¨²n la mayor¨ªa de los especialistas, minutos despu¨¦s de perder con Rafa Nadal la final del torneo de Montecarlo hace tres semanas, su tercera derrota consecutiva ante el espa?ol en el ¨²ltimo a?o. S¨ª, lo dijo as¨ª, como si fuera un alumno aplicado, un joven ¨¢vido de conocimiento.
Hay, evidentemente, algo enga?oso, en la humildad, en la buena educaci¨®n, con que Rafa Nadal se manifiesta antes y despu¨¦s de los partidos con Federer. "?l es el favorito", suele decir el n¨²mero dos del mundo, el tenista imbatido sobre la roja tierra batida desde hace m¨¢s de un a?o. "?l es el n¨²mero uno". S¨ª, habla as¨ª Nadal, como si la victoria o la derrota fueran un asunto secundario.
Fueron casi cinco horas de tenis sublime, sudado, trabajado, sufrido; de tenis incre¨ªble
La suya es una rivalidad hist¨®rica, que huele a la de Borg con McEnroe, o a Nastase contra Vilas
Si ambos, los dos mejores tenistas del mundo, fueran lo que quieren aparentar, que no lo son, el partido de ayer en el Foro It¨¢lico de Roma, habr¨ªa sido no m¨¢s que un enfrentamiento entre dos, por ejemplo, ge¨®metras, m¨¢s atentos a los ¨¢ngulos que trazan las bolas en los rect¨¢ngulos de juego, al bote alto, molesto, producido por la raqueta envolviendo la pelota al contactar con ella, a asuntos secundarios, seguramente.
Pero ni geometr¨ªa, ni ¨¢ngulos, ni botes, ni sangre fr¨ªa, ni educaci¨®n, ni resignaci¨®n. Federer y Nadal son, en realidad, dos gladiadores que saltan a la pista dispuestos a no perder ni un punto, a no dejar de luchar tras una pelota mientras el aliento lo permita; dispuestos a no dejar nunca al otro creer que puede dominar, que puede ganar. Y por eso, precisamente, el partido de ayer, las poco m¨¢s de cinco horas de juego, de tenis sublime, de tenis sudado, trabajado, sufrido, de tenis incre¨ªble, la final del torneo de Roma no fue, directamente, un fr¨ªo choque de funcionarios, sino el comienzo de dos leyendas. Las dos ya se intu¨ªan, se ve¨ªan llegar. Una, la leyenda Nadal, la presunta invencibilidad del espa?ol sobre tierra batida. Otra, la leyenda Nadal-Federer, un duelo con aroma a rivalidad hist¨®rica, una rivalidad que huele a la de Borg con McEnroe, por ejemplo, o a Nastase contra Vilas.
"En ning¨²n momento pens¨¦ que no iba a perder", dijo Nadal al final, con absoluta sinceridad. Y ninguno de los millones de aficionados que goz¨® del partido levantar¨ªa ahora la mano para llevarle la contraria. Y tampoco Federer, claro.
El tenista suizo es como uno de esos magos que prefiere adecuar la realidad a sus necesidades antes que cambiar ¨¦l. Y as¨ª, en vez de someterse a los mandamientos de la tierra batida, al juego de fondo de pista, a la estrategia de la paciencia, al liftado exagerado, a los juegos de movimintos, parece decidido a te?ir la tierra de hierba, a inventar una nueva forma de moverse, de mover al rival, de ejecutar el tenis.
Federer jug¨® de una manera perfecta, un tenis nunca visto en tierra. Fue una muralla en la red, un maestro del saque, de la volea, del juego r¨¢pido, expeditivo. Y pese a eso, perdi¨®. Nadal jug¨® como siempre, pero ante Federer, o sea, a la rastra. Sometido, desplazado, a la contra. Chocando una y otra vez con la presencia imponente de Federer en la red. Forzando una y otra vez golpes imposibles para superarlo. Paralelos, cruzados. Nada. Persiguiendo bolas imposibles colocadas con maestr¨ªa, velocidad y potencia en los v¨¦rtices de la pista. Y pese a eso gan¨®. Nunca se rindi¨®. Nunca, ni a¨²n cuando serv¨ªa con 15-40 en su contra en el duod¨¦cimo juego del quinto set, y con 5-6 en contra. Dos bolas de partido, de campeonato, de felicidad, que tuvo Federer, que Federer no aprovech¨®. Y por eso gan¨®.
Humildemente, Nadal declar¨® despu¨¦s que hab¨ªa tenido suerte, que hab¨ªa ganado por cent¨ªmetros. "A Roger le habr¨ªa bastado con que un buen golpe de derechas le hubiera entrado. Y se le fue por cent¨ªmetros", dijo el campe¨®n de Manacor. Pero el fen¨®meno, siempre los pies en la tierra, siempre modesto, no explic¨® por qu¨¦. Por qu¨¦ no s¨®lo Federer sino cantidad de jugadores que aparentemente tienen un tenis m¨¢s completo, m¨¢s sabidur¨ªa t¨¢ctica, m¨¢s variedad de golpes, menos lagunas, llegados los momentos decisivos, siempre echan la bola fuera, aun por mil¨ªmetros. Y, viceversa, por qu¨¦, llegado el momento, el instante en que todo se decide, ¨¦l, Nadal, el joven de 19 a?os que no es s¨®lo un brazo izquierdo hipertrofiado, unos gl¨²teos incre¨ªbles, una melena morena, un grito y un gancho liftado de izquierdas, sino todo eso y una fuerza de car¨¢cter, un grito y un deseo de luchar siempre, solo contra todos, contra la l¨®gica, llega y no falla, clava la bola donde ¨¦l solo es capaz de arriesgarse a enviarla. Y gana el partido, el campeonato, los r¨¦cords. La leyenda.
El primer set lo perdi¨® con un rosco en el tie break. Pero lleg¨® la muerte s¨²bita del segundo y no se puso a jugarla pensando c¨®mo hab¨ªa perdido antes, y la gan¨®. El qunto set lo iba perdiendo 4-1, el hi¨¦ratico Tony Roche, el zurdo entrenador de Federer, ya se hab¨ªa relajado y empezado a re¨ªrse y, zas, en un plis plas, empate a cuatro. Va perdiendo 5-6 y 15-40, y ni por esas. Llega el desempate del ¨²ltimo set,los puntos decisivos, va perdiendo 5-3, y ni por esas, en un plis, plas, dos carreras, dos bolas colocadas pcon toda la decisi¨®n y fuuerza, y zas, 7-5. Y el ¨¦xtasis.

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