Lul¨², en el para¨ªso
Hay gente que la ponen en medio del para¨ªso y s¨®lo ve mosquitos, miseria, problemas y enfermedades. Por fortuna, tambi¨¦n los hay que, como Lul¨² Martorell, saben apreciarlo como los dioses mandan. La Casamance, al sur de Senegal, es uno de esos para¨ªsos contrastados. Claro que si hubiera un consejo regulador de la denominaci¨®n de origen Para¨ªso (cualquier d¨ªa de estos lo va a inventar alg¨²n aburrido miembro de Bur¨®cratas sin Fronteras), se pasar¨ªa el tiempo examinando informes, certificados, sellos, garant¨ªas y otras mandangas, sin darse cuenta de que el para¨ªso est¨¢ como quien dice ah¨ª, a la vuelta de la esquina, al otro lado de su mont¨®n de papeles.
Lul¨² Martorell -de 48 a?os, barcelonesa, periodista, cineasta- descubri¨® la Casamance hace tres a?os y decidi¨® quedarse all¨ª. "?Puedes ir m¨¢s all¨¢ cuando encuentras el para¨ªso?", se pregunta con un brillo especial en la mirada. En cualquier caso, ella lo tuvo claro: se instal¨®, junto con su compa?ero, en ese lugar donde crecen las palmeras, los baobabs y las ceibas y se dedic¨® a vivir, a apreciar cada segundo de su vida y a no dejarse enredar por las trampas de la sociedad occidental. Afirma que es feliz. "La Casamance tiene la suerte de no estar intoxicada todav¨ªa por la marabunta yanqui", se?ala. "Admiro mucho a la gente de all¨ª. No quieren cambiar porque les gusta lo que tienen y acogen al extranjero con una sonrisa y con gran generosidad".
Despu¨¦s de un a?o y cinco meses de no pisar Barcelona, Lul¨² ha regresado por unos d¨ªas, pero se nota que su mente sigue all¨ª. "Esto me desborda", dice. "La gente va de prisa y siempre est¨¢ haciendo demasiadas cosas. En Senegal se dice que s¨®lo hay que hacer una cosa al d¨ªa. Me gusta el ritmo de vida de all¨ª. El tiempo, en la Casamance, ni se gasta, ni se gana, ni se pierde. T¨² eres el tiempo. El tiempo no es una mercanc¨ªa. Tienes tiempo porque est¨¢s vivo".
Lul¨² empez¨® viviendo en Husui, un agradable pueblo del interior, rodeado de bosques sagrados y campos de arroz, y acab¨® instal¨¢ndose en Djembereng, muy cerca de una bella costa en la que abundan, entre la selva y los manglares, los pescadores y los rastas. All¨ª ha montado un peque?o hotel, ? la plage, y se dedica a vivir sin urgencias. "Hay que adaptarse a lo que hay", explica. "Se llega hasta all¨ª caminando y no tenemos ni tel¨¦fono ni electricidad, pero se est¨¢ muy bien. Hay que sacarse las man¨ªas de encima. Tres meses al a?o llueve mucho, pero es bueno aprender a pisar el fango. Puede ser incluso un placer. Desde aqu¨ª pensamos que aquello es ex¨®tico, pero es al rev¨¦s. Esto es lo ex¨®tico, lo raro. De hecho, all¨ª hay mucho menos c¨¢ncer".
Para narrar de alg¨²n modo su viaje al para¨ªso (y no se trata s¨®lo de un viaje f¨ªsico), Lul¨² ha publicado un libro titulado La familia Jammin' en Senegalize (Bellaterra). En ¨¦l encontramos una descripci¨®n del pa¨ªs, notas de viaje, reflexiones, correos electr¨®nicos enviados a los amigos, muchas fotos de buen rollo y una extensa documentaci¨®n sobre su admirado Bob Marley. En la portada leemos: "Bob Marley sigue en ?frica 25 a?os despu¨¦s y se le busca". Cuando le pegunto d¨®nde cree que est¨¢ Bob Marley ahora, sonr¨ªe y responde: "Est¨¢ vivo, muerto, escondido y de viaje, todo a la vez. Bob Marley va muy bien para explicar Senegal, ya que los colores rojo, amarillo y verde est¨¢n en la bandera del pa¨ªs y fue all¨ª donde apareci¨® el primer rasta. Cuando les ves andar, de un modo muy r¨ªtmico, se nota que sienten la m¨²sica de Bob Marley incluso antes de conocerla". ?Y qui¨¦n es la familia Jammin' del t¨ªtulo? "Jammin', seg¨²n cantaba Bob Marley, significa 'l¨ªo, fiesta, alegr¨ªa, felicidad'. La familia Jammin' son los enrollados, el contubernio de los amigos. Creo que he escrito un libro de redenci¨®n absoluta".
En la Casamance se lleva la religi¨®n animista, que considera que toda cosa viva tiene un alma, sea un vegetal, un animal o un humano. "Cuando te mueres", cuenta Lul¨², "piensan que entras en otra dimensi¨®n, pero que sigues participando de alg¨²n modo de la vida antigua. La muerte, para ellos, forma parte de la vida. Por eso, los funerales acaban siempre en una gran fiesta, con m¨²sica, bailes y vino de palma. A la muerte, piensan que el fallecido traspasa sus dones a alguien, y todos saben qui¨¦n es sin necesidad de preguntarlo".
En el tiempo que lleva en la Casamance, Lul¨² ha realizado un documental de una hora de duraci¨®n en el que se siguen todas las ceremonias por las que pasa un hombre de all¨ª, desde que nace hasta que muere. Es un reportaje hecho desde dentro, sin prisas. "Cuando llegas", explica, "te sientes muy bien acogido y hay que corresponder de alg¨²n modo. En la Casamance hay una docena de lenguas y nosotros hemos aprendido la lengua del lugar, el kwatai, y eso que s¨®lo se habla en el pueblo de Djembereng. De todos modos, all¨ª las distintas lenguas nunca suponen un conflicto. Hay un buen rollo general por todas partes. Es como un para¨ªso".
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