Distintos problemas
Javier P¨¦rez Royo, en su art¨ªculo del pasado viernes, realizaba algunas reflexiones sobre la puesta en marcha de los proyectos de reforma estatutarios y, en especial, sobre el andaluz. Dec¨ªa que la direcci¨®n del PP, en parte, pod¨ªa tener raz¨®n, pues afirmaba que inicialmente estas reformas interesaban a los dirigentes pol¨ªticos, pero no respond¨ªan a una demanda ciudadana, si bien terminaba afirmando P¨¦rez Royo que hoy ya no es as¨ª. Entiendo que su opini¨®n es certera. Andaluc¨ªa, en los primeros movimientos de la reforma fue silente; como si los nuevos aires de cambio, que anunciaba la clase pol¨ªtica, no fueran con ella y, efectivamente, ya no es as¨ª.
Se han dado actuaciones que han determinado que del desinter¨¦s se pase al inter¨¦s. Una de ellas ha sido la reforma del Estatuto catal¨¢n y, entiendo, que se ha debido a la forma con la que la derecha del PP ha divulgado esta modificaci¨®n estatutaria. La reforma catalana la ha vendido el PP como una ruptura con el Estado y las manifestaciones de Arenas, y tantos otros, dadas en este sentido al tiempo que se mezclaba confusamente con la andaluza, han invertido la tendencia inicial provocando el deseo, cada m¨¢s generalizado, de conocer el contenido de estas reformas. Este conocimiento es el mayor problema al que se enfrenta actualmente el PP. El conocimiento se opone a la irracionalidad adhesiva que pretend¨ªan estos mensajes de salvapatrias.
Hoy, incluso los m¨¢s reacios al uso de t¨¦rminos como nacionalidad -entre los que me encontraba- sabemos que nacionalidad es un t¨¦rmino acu?ado por la Constituci¨®n en su art¨ªculo 2?; tambi¨¦n que est¨¢ reservado para las comunidades hist¨®ricas -Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Galicia-, y tambi¨¦n para Andaluc¨ªa que, teniendo la cultura m¨¢s profunda del Estado, decidi¨® el 28 de febrero de 1980 formar parte de estas realidades integradas en el Estado. Una integraci¨®n indiscutible con la Constituci¨®n en la mano, que habla de nacionalidades y de naci¨®n al tiempo que proclama la unidad nacional.
No caben ya mensajes de ruptura. Pero lo lamentable es que se siguen dando y, a¨²n siendo triste esta realidad, m¨¢s penoso es que este PP-A y algunos de sus representantes nacionales han desembarcado en Andaluc¨ªa y han a?adido al mensaje el insulto y la ofensa. Ya no es solo ruptura, ahora tambi¨¦n califican la reforma andaluza de "cachondeo", "chirigota" o "islamista". Una situaci¨®n esperp¨¦ntica pues se aparta del contenido de las reformas y, a¨²n m¨¢s absurda, cuando se exige a qui¨¦nes no queremos comulgar con estas ruedas de molino que hagamos permanente un acto de fe espa?ola, como si solo lo fueran los nuncios de esa direcci¨®n del PP.
Mal planteamiento que debe llevar a su fracaso pol¨ªtico pues no tiene en cuenta la forma de ser andaluza, que no soporta el desprecio ni el insulto. Realmente el PP-A, de seguir por este camino, tiene un problema ante las pr¨®ximas elecciones. No obstante, no es el que m¨¢s me preocupa. Lo que me preocupa es que contin¨²en los mensajes y que no quieran aceptar que la Constituci¨®n abre una estructura descentralizada del Estado con el m¨¢ximo de derechos y obligaciones de las CCAA; que sigan ignorando que la legitimidad en democracia nace del pueblo y que al pueblo lo representa el Parlamento. Tal vez, por estas razones, deber¨ªa cambiarse la tendencia y dejar de justificar en democracia aquellos actos que surgen del Parlamento auton¨®mico, aprueban las C¨¢maras del Estado y el Tribunal Constitucional no les pone tacha. Si no es as¨ª y seguimos justificando -como exige el PP- lo que no requiere justificaci¨®n, puesto que es el resultado de la actuaci¨®n democr¨¢tica de un pueblo y de una comunidad, el problema es de todos. No del PP. Claro que, a lo mejor, se solucionaba si, en lugar de pasarnos el tiempo proclamando nuestra espa?olidad, se les exigiera una renovaci¨®n de votos constitucionales a aquellos que desprecian los resultados democr¨¢ticos. Despu¨¦s de todo si una vez votaron en contra del texto constitucional y, por tanto, en contra de un Estado democr¨¢ticamente descentralizado, sus manifestaciones e insultos hacen pensar que algunos no han cambiado. Que siguen exigiendo un Estado diferente al que declara la Constituci¨®n.
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