Esto no es broma
Una final es una cosa tan seria que algunos se lo toman a broma. Un tal Torje Haugue, por ejemplo. Debe funcionar seg¨²n el principio que preconiza la m¨¢xima irresponsabilidad en los momentos cr¨ªticos de la vida. Es de los que se fuman un puro en medio de una guerra nuclear. A la UEFA este tipo de gente le parece una garant¨ªa de tranquilidad, as¨ª que le design¨® para arbitrar la final de la Copa de Europa. La UEFA tiene estas cosas. Maneja su impresionante negocio con un criterio sorprendente. Deja el partido del a?o en manos de un se?or que no sabe las cuatro reglas del f¨²tbol. O sea, un incompetente. Cualquier aficionado sabe que la falta de Lehman sobre Eto'o figura en los manuales de cualquier aprendiz. Se trataba de una falta y ley de la ventaja (Giuly llegaba solo) o penalti, si el ¨¢rbitro consideraba que la infracci¨®n se hab¨ªa producido en el ¨¢rea. No hay ley de la ventaja cuando se comete penalti. En los dos casos, expulsi¨®n del portero. Bromista por naturaleza, Haugue se invent¨® un reglamento sobre la marcha y convirti¨® la ley de la ventaja en una an¨¦cdota intrascendente. Perjudic¨® al Bar?a, perjudic¨® la credibilidad de la UEFA y no se perjudic¨® a s¨ª mismo. Nunca ha pretendido que le tomen en serio.
La decisi¨®n desvirt¨²o un gran partido, pero no impidi¨® una gran final. Son dos cosas diferentes. Una gran final suele ser memorable por las emociones que provoca. La victoria del Liverpool sobre el Milan, o el triunfo del Manchester sobre el Bayern en 1999, son ejemplos de finales que jam¨¢s se olvidan. Pero no por su juego. Fueron magn¨ªficas por lo imprevisto, por la sensaci¨®n de que el f¨²tbol juega a los dados con el destino de los equipos. Un gran partido tambi¨¦n exige las m¨¢ximas emociones. No las derivadas de lo imprevisto, sino del juego. Eso s¨®lo sucede cuando hay grandeza en los dos equipos y lo m¨¢s parecido al equilibrio de poder. En Par¨ªs se pas¨® de un gran partido a una final de grandes emociones. Y, pese al resultado, no sac¨® lo mejor del Bar?a.
El duelo hizo crisis con la c¨®mica decisi¨®n del ¨¢rbitro. Hasta entonces, se hab¨ªa visto un partido formidable. El Arsenal confirm¨® en la arrancada del encuentro que es un gran equipo. Jug¨® con categor¨ªa en todos los aspectos. Fue intr¨¦pido, ordenado, generoso y capaz de producir una enorme preocupaci¨®n en el Bar?a. Vald¨¦s salv¨® en dos ocasiones a su equipo, tras dos acciones espectaculares de Henry. Defensivamente el Arsenal achic¨® tanto el campo que el Bar?a se encontr¨® con una alambrada enfrente. Pero incluso en unas condiciones muy complicadas, Ronaldinho es capaz de dibujar el pase perfecto y Eto'o de resolverlo con categor¨ªa: regate largo y porter¨ªa libre. Claro que all¨ª estaba el ¨¢rbitro para hacerse el gracioso.
Una gran final tambi¨¦n modifica el car¨¢cter de la gente. A Hauge no le evit¨® su vena bromista, pero a Rijkaard le volvi¨® serio. Suele ocurrir en las grande ocasiones. A muchos entrenadores les dan ataques de entrenador. Tocan aquello que funciona y se meten en un l¨ªo. Es posible que Rijkaard pueda explicar convincentemente por qu¨¦ coloc¨® a Eto'o en la banda izquierda y situ¨® a Ronaldinho en la punta. Seguro que tambi¨¦n tiene una buena explicaci¨®n para justificar la titularidad de Van Bommel y la suplencia de Iniesta. Se le presumen estas buenas explicaciones porque Rijkaard ha sido un magn¨ªfico entrenador en el Bar?a. Si el equipo ha funcionado bien, el entrenador tiene una responsabilidad indiscutible. Pero las explicaciones que pueda dar Rijkaard de sus decisiones no las entendi¨® el equipo, ni los aficionados. Van Bommel, por ejemplo, se sinti¨® suplente durante todo el partido. La ubicaci¨®n de Eto'o sorprendi¨® porque le alej¨® del gol. Es un gran jugador y puede ganar un partido desde cualquier lado, pero su posici¨®n est¨¢ cerca de la porter¨ªa. Para algo ha sido el m¨¢ximo goleador de la Liga durante los dos ¨²ltimos a?os. A Ronaldinho tambi¨¦n le perjudic¨®. Se vio rodeado de camisetas amarillas durante los primeros minutos y tard¨® un poco en comprender la realidad: su amenaza es mayor cuando tiene algo m¨¢s de una mil¨¦sima de segundo para pensar. Cuando se retras¨® a zonas m¨¢s blandas, comenz¨® a dar se?ales de genialidad. Es decir, en el pase a Etoo. La expulsi¨®n de Lehmann desvirtu¨® el partidazo porque gener¨® un gui¨®n muy predecible: el Arsenal asumi¨® con la tranquilidad de los h¨¦roes su condici¨®n de inferioridad y al Bar?a le dio un ataque de p¨¢nico. Pas¨® de favorito a hiperfavorito. Demasiado para un equipo con bastantes fantasmas en la Copa de Europa y con defectos en la alineaci¨®n. Rijkaard tard¨® en reaccionar. Iniesta ingres¨® en la segunda parte. Ingres¨® para ganar el partido un jugador que hab¨ªa sido condenado a vivir la final como espectador.
El Bar?a sali¨® de Par¨ªs con la Copa. Es lo que importa, se suele decir. Sin embargo, pudo perder la final, atacado por la ansiedad y contraatacado por el Arsenal. El equipo ingl¨¦s jug¨® bien con once, se defendi¨® bien con diez y pudo ganar. Eso dice algo de este equipo creciente, obra de un excelente entrenador. Y aunque el Bar?a se ofusc¨® m¨¢s de la cuenta en algunos momentos, el f¨²tbol ten¨ªa una deuda con este equipo y con lo que significa de creatividad, grandeza y optimismo.
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