Un gol como trofeo
El tanto de Koeman en Wembley redimi¨® al Bar?a del fatalismo de Sevilla y Berna mientras Atenas queda como un borr¨®n
La carga simb¨®lica ha permitido al Barcelona disimular su curr¨ªculo en la Copa de Europa. Todav¨ªa son varios los jugadores que se sorprenden cuando en su presentaci¨®n constataban que la instituci¨®n barcelonista ¨²nicamente contaba con una Liga de Campeones. El club catal¨¢n es el que m¨¢s Copas del Rey ha ganado (24) y tambi¨¦n m¨¢s Recopas de Europa (4), lo que ratifica su car¨¢cter competitivo y capacidad de movilizaci¨®n en las finales que disimulaban sus carencias en la Liga (suma 18 por 29 del Madrid) y la Copa de Europa (una frente a nueve, hasta ayer).
La dificultad que ha tenido hist¨®ricamente para manejarse en el d¨ªa a d¨ªa ha condicionado su participaci¨®n en el m¨¢ximo torneo, que por lo dem¨¢s ha cambiado de formato y permite la participaci¨®n de hasta el cuarto de la Liga. El Barcelona ha disputado cinco finales de la Copa de Europa. Ha perdido tres y ganado dos, la disputada en 1992 en Wembley, cuando un gol en la pr¨®rroga de Koeman acab¨® con el fatalismo azulgrana y sell¨® un doblete hist¨®rico y la de ayer. El triunfo ante el Sampdoria (1-0) marc¨® el punto ¨¢lgido del dream team del mismo modo que la derrota dos a?os despu¨¦s en Atenas ante el Milan (4-0) supuso el punto y final del equipo de Cruyff.
Quedan, entre una y otra, dos finales m¨¢s, presididas por la desdicha y la incapacidad para responder al cartel de favorito. El Bar?a fue incapaz de marcarle al Steaua en Sevilla en la final de 1986 (0-0) resuelta en una tanda de penaltis in¨¦dita (2-0) porque Urruti le par¨® los lanzamientos a Majearu y Lacatus mientras Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos se estrellaron ante Ducadam. Y los postes cuadrados del Wankdorf Stadion de Berna le jugaron una mala pasada frente al Benfica en 1961 (3-2) en la final m¨¢s llorada.
Las dem¨¢s participaciones (11) se han zanjado con eliminaciones de todos los colores: hist¨®rica fue la victoria en la guarida de los lobos de Wolverhampton y la posterior derrota ante el Madrid de Di St¨¦fano en el torneo de 1959-60. Todav¨ªa le escuece al barcelonismo el enfrentamiento contra el Leeds en el Camp Nou, el d¨ªa de Sant Jordi de 1973, que supuso la rendici¨®n de Cruyff como futbolista. El equipo del holand¨¦s, entonces ya en calidad de t¨¦cnico, tampoco pudo con el CSKA de Mosc¨² (1992-93) en octavos ni con el Paris St. Germain en cuartos (1994-95). Ni siquiera super¨® el Bar?a las liguillas en 1997-98, 1998-99 y 2000-2001; cay¨® en la semifinal de 1999-00 ante el Valencia del Piojo L¨®pez y en la de 2001-02 contra el Madrid de Zidane; y, finalmente, un gol de Zalayeta firm¨® su adi¨®s ante el Juventus (2002-03) y otro de Terry le apart¨® del torneo en los octavos ante el Chelsea (2004-05).
La mayor¨ªa de derrotas en las finales desencadenaron, por otra parte, reacciones tormentosas y estuvieron precedidas de situaciones conflictivas. Luis Su¨¢rez fue traspasado al Inter despu¨¦s de perder en Berna-61 mientras Ramallets y Kubala firmaban el finiquito, Schuster desafi¨® al club tras salir por piernas de Sevilla-86 y Zubizarreta y Laudrup pagaron los platos rotos de la goleada de Atenas. Incluso la victoriosa final de Wembley estuvo condicionada por la intervenci¨®n de N¨²?ez, quien dos d¨ªas antes anunci¨® que no continuar¨ªa en la presidencia. En cambio, el Barcelona alcanz¨® Par¨ªs en son de paz, sin mayor contencioso que el de las entradas, cuya gesti¨®n no ha comprometido al equipo.
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