Lecciones de v¨¦rtigo
Quiz¨¢ sea una leve tara moral, relacionada con el voyeurismo y con el masoquismo, o quiz¨¢ un atavismo de primitivo cuando ve unas cuentas de cristales de colores, lo que alguna vez nos inclina hacia las tarjetas postales viejas, usadas, que exhiben algunos ropavejeros en cajones de madera, y que se encuentran tambi¨¦n en ferias de brocanteurs como las que se celebran ante la catedral y en la plaza del Pi; y en la plaza Reial, los domingos por la ma?ana, entre las mesas de filat¨¦licos y numism¨¢ticos; y sobre todo en el suelo de los Encantes: all¨ª en toda exposici¨®n de escombros y cosas rotas, cosas usadas y gastadas, atraen nuestra atenci¨®n los montones desmoronados, desparramados, en querencia de la horizontal, de las postales usadas. En el reverso de las fotograf¨ªas rectangulares de colores vivos, lustrosos, satinados, optimistas, est¨¢n impresas en tinta las huellas de empat¨ªa y cordialidad, a menudo protocolaria, que iban dejando a su paso los remitentes, seres desconocidos y con toda probabilidad muertos, puesto que este que nos ocupa no es g¨¦nero que se comercie al detall, sino que llega a los comerciantes de segunda mano en mazos o en cajas de cart¨®n, despu¨¦s de vaciarse pisos y viviendas que han quedado desiertos por fallecimiento del due?o.
Las postales de colores brillantes y sellos tachados siempre nos dejan con preguntas
La norma general es escribir observaciones rutinarias, trivialidades meteorol¨®gicas o gastron¨®micas, conformaciones de afecto y felicitaciones, como en el motivo de flores que el 22 de septiembre de 1952 enviaron Pepita y Rosita Munn¨¦, desde Piera, a Mercedes Miragall de Soteras, en Barcelona: "Apreciada Sra. Le deseamos un feliz d¨ªa de su Santo, que lo pase feliz en compa?¨ªa de su esposo hijos y dem¨¢s familia de su agrado, y que su Santo le colme de gracias y bendiciones. Sus afms...". Seg¨²n avanza el siglo se pierde la solemnidad, el tono de las comunicaciones es m¨¢s fresco, como en el "Recuerdo de Huesca" que una joven o una ni?a envi¨® a Ana Llopis desde Pole?ino el 8 de septiembre de 1978: "Hola, Ana. Por aqu¨ª me lo paso muy bien he ido a muchas fiestas y me lo he pasado chupi. No te he escrito antes porque no sab¨ªa tu direcci¨®n de San Cugat. Tu amiga, Mabel Al¨ªos".
Todo esto, con ser conmovedor (pero nada tan conmovedor como las faltas de ortograf¨ªa, como las que distinguen esta vista de la Font dels Capellans de Manresa, enviada el 24 de septiembre de 1976 a Mercedes Teixid¨® en Barcelona: "Merc¨¦ avui dia de la teva onom¨¤stica ad dasitgem u pasis ben feliz acompa?ada da tota la familia. Tu dasitgan la teva germana y nabots. Mols racors. Sofia, Pola y Ram¨®n"; todo esto, dec¨ªa, entra dentro de lo corriente, y es l¨®gico que de las postales viejas emane una melancol¨ªa abrumadora. Pero a veces el breve mensaje nos sorprende por su sutileza y siente uno orgullo de pertenecer a la misma especie animal que ha producido espec¨ªmenes como una tal Mari Carmen que el 21 de mayo de 1963 envi¨® desde Madrid al "Sr. Don Francisco de A. S.", en La Roca, Barcelona, una bonita imagen de la Puerta del Sol, por la que circulan muy a sus anchas unos pocos autom¨®viles y dos autobuses verdes: "Hasta Pronto! Desde los madriles donde paso unos breves d¨ªas te env¨ªo mi saludo afectuoso en la creencia que existes y que el otro d¨ªa no fue una visi¨®n lo que tuve al saludarnos de lejos... Te recuerda con... Mari Carmen".
A juzgar por la diferencia en el tama?o y grosor de las letras me parece que el "hasta pronto!" del encabezamiento fue agregado despu¨¦s de escribir el resto, cuando ella comprob¨® que quedaba espacio para esa promesa o ese deseo; le¨ªdo como conclusi¨®n, el "hasta pronto!" cambia ligeramente el tono del texto, lo alegra y proyecta hacia un futuro inmediato, feliz. Pero aqu¨ª el detalle importante, el que me abisma en un paroxismo de admiraci¨®n, es la formalidad del "saludo afectuoso", tan contradictoria con la intensidad que sugieren los puntos suspensivos.
?Esos puntos suspensivos! Qu¨¦ buena escritora aficionada eras, o eres, Mari Carmen. Me recuerdas el poema de Pessoa: "Casi an¨®nima sonr¨ªes/ y el sol dora tu cabello./ ?Por qu¨¦ para ser feliz/ es preciso no saberlo?". Desde luego, una poeta traviesa, h¨¢bil en juntar la duda metaf¨ªsica con la alusi¨®n er¨®tica. Pero por qu¨¦, si les un¨ªa tal complicidad, Mari Carmen y Francisco se saludaron de lejos es cosa que no sabemos, y hay que resignarse a ello.
Las postales viejas, con aquellos colores tan brillantes y con los sellos tachados, siempre nos dejan con preguntas. Por simples que sean las palabras y clara la caligraf¨ªa, tienen algo de enigma, pues los mensajes al viento han de ser por definici¨®n discretos, y el rect¨¢ngulo de la tarjeta postal no alcanza a contener m¨¢s que una alusi¨®n lateral, impresionista, a algo que fue vast¨ªsimo. ?Ah!, pero igual que haremos caminar otra vez sobre la tierra especies extinguidas gracias a un poco de ADN preservado en una gota de ¨¢mbar, y as¨ª regresar¨¢ a las islas del ?ndico el p¨¢jaro dodo, que desapareci¨® porque carec¨ªa por completo de malicia y era tan f¨¢cil de cazar, no cabe duda de que se acerca el d¨ªa en que a partir de una sola de estas postales los cient¨ªficos reconstruir¨¢n al remitente y al destinatario, y a los seres queridos que les hicieron compa?¨ªa. ?Hasta pronto!
museosecreto@hotmail.com
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