Secretos aut¨¦nticos
?lvaro Urquijo ha sabido superar las peores rachas y retomar la inspiraci¨®n de su carism¨¢tico hermano Enrique, que cay¨® v¨ªctima de las drogas, para dar nuevo aliento a Los Secretos. Su ¨²ltimo disco, 'Una y mil veces', suena a lo mejor de este grupo.
?lvaro Urquijo, madrile?o, nacido en 1962, reside con su mujer y su hija en una urbanizaci¨®n junto a la capital. El l¨ªder actual de Los Secretos se siente orgulloso de su elecci¨®n: "Escucha: ni un ruido. Con lo que pagu¨¦, en Madrid s¨®lo conseguir¨ªa un pisito". Estamos en un chal¨¦ discreto de asc¨¦tica decoraci¨®n n¨®rdica: nadie adivinar¨ªa que all¨ª reside un m¨²sico de rock. Pero bajando unas escaleras aparece una jungla de instrumentos: 15 guitarras, bater¨ªa, teclados, ordenador. Una mezcla de estudio de grabaci¨®n y local de ensayo, con vistas a la piscina y un perezoso perrazo como vigilante.
Si se creyera en la idea de justicia c¨®smica, un hogar tan confortable ser¨ªa la recompensa a una trayectoria repleta de infortunios. ?lvaro alza los ojos al cielo cuando se hace el repaso de ca¨ªdos. En las primeras horas de 1980 muri¨® Jos¨¦ Enrique Cano, alias Canito, baterista de la primera encarnaci¨®n del grupo. Otro accidente de circulaci¨®n, en 1984, se llev¨® a Pedro D¨ªaz, sustituto de Canito. Y la puntilla fue la desaparici¨®n del miembro principal, Enrique Urquijo, en circunstancias s¨®rdidas, a finales de 1999.
"Detesto la est¨¦tica de los ochenta. Adem¨¢s, escuchas aquellas grabaciones y se te cae el alma a los pies"
"Enrique no era el toxic¨®mano t¨ªpico. La ¨²ltima vez me dijo: 'Llevadme a la cl¨ªnica, que me doy miedo"
Pero ?lvaro se muestra positivo. Debe serlo, ante tal cadena de desastres. As¨ª, la tragedia de Canito propici¨® la emergencia de lo que entonces se autodenominaba "nueva ola madrile?a", y que se universalizar¨ªa como movida. El concierto homenaje a Canito es ahora el centro de una exposici¨®n, Caminos de un tiempo (1973-1987), en la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid. A pesar de la insistencia de amigos y organizadores, ?lvaro no particip¨® en los actos musicales paralelos que se desarrollaron en la Escuela de Caminos. S¨ª lo hizo su hermano mayor, Javier, tambi¨¦n fundador de Los Secretos, que ten¨ªa m¨¢s motivos de resentimiento: abandon¨® el grupo cuando Enrique, para abreviar, le hizo la vida imposible.
En la negativa de ?lvaro subyace algo m¨¢s que la prudencia propia de muchos veteranos de la movida que huyen del encasillamiento en epopeyas pasadas. Asegura que carece de nostalgia: "Detesto la est¨¦tica de los ochenta. Me echan atr¨¢s las vestimentas y los peinados, de un mal gusto horrible. Adem¨¢s, escuchas aquellas grabaciones, incluyendo algunas nuestras, y se te cae el alma a los pies. Se abusaba de los efectos de estudio, trabaj¨¢bamos en condiciones muy cutres".
Tampoco encajaban socialmente en Rock-Ola y similares: "Ten¨ªamos fama de bichos raros, pero ?es que ¨¦ramos muy cortados! Ni siquiera presum¨ªamos de que, entre los grupos que salieron en 1980, fuimos los ¨²nicos que no nos estrellamos con el primer lanzamiento. Nuestro elep¨¦ vendi¨® 28.000 copias, una cifra m¨¢s que buena para entonces, pero en Polydor [su discogr¨¢fica] nos trataban como tontitos. Tardamos en entender que se esperaba que sali¨¦ramos de copas con los disqueros y altern¨¢ramos con los medios. Hubi¨¦ramos hecho relaciones p¨²blicas, pero nadie nos lo explic¨®".
"Siempre pecamos de falta de ambici¨®n", suspira. "Ni se nos ocurri¨® que pod¨ªamos funcionar en Latinoam¨¦rica. Luego, cuando finalmente aterrizamos en M¨¦xico, nos encontramos con p¨²blicos de 2.000 personas que se sab¨ªan las canciones? sin que nuestros discos se hubieran publicado".
Aparte de su hermetismo, Los Secretos padecieron varios malentendidos. En los c¨ªrculos de la movida era art¨ªculo de fe que los Urquijo proven¨ªan de una familia privilegiada, y no era as¨ª: "Urquijo es un apellido muy com¨²n en Bilbao. Nuestro padre era ingeniero t¨¦cnico de minas, s¨®lo que destac¨® en su profesi¨®n y viaj¨® mucho. Se nos pod¨ªa definir como clase media, viv¨ªamos en un piso de renta antigua en Arg¨¹elles". El equ¨ªvoco produjo situaciones chuscas: "Con el primer dinerillo que ahorr¨¦ como m¨²sico, unas 20.000 pesetas, abr¨ª una cuenta en el banco m¨¢s cercano, que era casualmente una sucursal del Banco Urquijo. Me trataron de maravilla y hasta me mandaron una Visa Oro. Pero debieron consultar con la central: me retiraron la tarjeta y me obligaron a hacer cola como cualquiera".
M¨¢s hiriente result¨® que, en 1982, Los Secretos fueran clasificados dentro del n¨²cleo de los babosos, el sector musical a batir para Derribos Arias y otros grupos irreverentes, autotitulados "las hornadas irritantes". Aquellas lejanas guerras est¨¦ticas no se olvidan: "A¨²n me siento ofendido. Creo que fue fruto de la envidia; toc¨¢bamos un poco mejor que ellos y hab¨ªamos tenido algo de ¨¦xito con D¨¦jame. Nunca nos sentimos queridos por la prensa, por la radio; se prefer¨ªan grupos m¨¢s pretenciosos o con mejor imagen".
Pero, insisto, la tem¨¢tica de Los Secretos era realmente parodiable: chica-deja-a-chico y ¨¦ste reacciona con m¨¢s o menos lagrimeo. ?lvaro no quiere entrar en an¨¢lisis textuales: "A m¨ª siempre me cost¨® hacer letras, todav¨ªa ahora le pido ayuda a Jos¨¦ Mar¨ªa Granados [ex Mam¨¢]. Lo que nadie reconoci¨® es que abrimos brechas. Durante 1981 dimos 100 conciertos, y aqu¨¦lla era una Espa?a antediluviana, sin infraestructuras. Ni respeto: en Reinosa [Cantabria], el due?o de la sala llam¨® a su hija para que certificara que s¨ª, que nosotros ¨¦ramos los de Ojos de perdida y otras canciones que a ella le gustaban. ?Nos hizo pasar un examen!".
Con las giras entraron en aluvi¨®n las drogas. ?lvaro no reh¨²ye el tema, pero se levanta y cierra la puerta. Resume: "No est¨¢bamos preparados para una vor¨¢gine semejante; los managers abusaron de nuestra inocencia. Cuando sientes tal agobio te ofrecen algo que te hace sentir bien? y caes. Ariel [Rot] me ha confesado que igual sucedi¨® en Tequila. ?ramos tan pardillos que no entendimos que aquello nos iba a desequilibrar a¨²n m¨¢s. Primero la coca¨ªna, luego la hero¨ªna. Yo me sal¨ª en 1984, sin m¨¢s tratamiento que la ayuda de un psic¨®logo. Pero mi hermano Enrique?".
Sobre toda la conversaci¨®n planea Enrique Urquijo: adi¨®s tristeza (Rama Lama Music), el minucioso libro de Miguel ?ngel Bargue?o que narra la turbulenta trayectoria del m¨¢s carism¨¢tico de Los Secretos. Aunque indispensable, es una biograf¨ªa lastrada por el barullo de testimonios y algunos errores. ?lvaro se revuelve constantemente contra el retrato que se desprende de esas p¨¢ginas: "Nunca fuimos tan drogotas como se dice ah¨ª. Ni siquiera Enrique. De otro modo, ?c¨®mo hubiera sido capaz de sacar al grupo del pozo de mediados de los ochenta? Adem¨¢s, lo que te queda tras la lectura es la tragedia, no hay nada de los momentos bonitos".
El tomo se hizo con el apoyo total de familia y amigos. Algunos lo lamentan, caso de ?lvaro: "Cuando Miguel ?ngel me dio las galeradas, me pas¨¦ una noche sin dormir: no me reconoc¨ªa all¨ª. Muchos hab¨ªan embellecido sus recuerdos o los hab¨ªan matizado sabiendo lo que ocurri¨® despu¨¦s. Me parece simpl¨®n el argumento de que Pedrito [D¨ªaz, segundo baterista] nos pervirti¨®. Y mil cosas m¨¢s. Yo nunca llegu¨¦ a soltarle a Enrique lo de 'ojal¨¢ te mueras'; fue ¨¦l quien dijo que lo mejor para todos ser¨ªa que se muriese. Y no estaba muy sereno cuando pronunci¨® esas palabras".
Lo cierto es que aquellos cantantes de amores tiernos pasaron a describir el lado m¨¢s amargo de la existencia. De "sobre un vidrio mojado / escrib¨ª su nombre / sin darme cuenta" al necrol¨®gico "te juro que era buena chica / aunque con poco apego a la vida". De las cr¨®nicas de sentimientos fr¨¢giles a las confesiones de alienaci¨®n con resonancia generacional. Del pop adolescente al country dolorido y, de vuelta, al pop melanc¨®lico.
Sigilosamente, acumularon un p¨²blico importante: el primer volumen de sus Grandes ¨¦xitos lleva despachados medio mill¨®n de ejemplares. Tras a?os de atormentadas reflexiones, ?lvaro est¨¢ convencido de que Enrique "no era el toxic¨®mano t¨ªpico". "Su enfermedad le llev¨® a la adicci¨®n, no al rev¨¦s. Y la m¨²sica no tuvo nada que ver: de cualquier manera, hubiera terminado encerrado o suicid¨¢ndose. Era un maniaco depresivo que, por rachas, consum¨ªa drogas de modo compulsivo. Fuera de esos bajones, ten¨ªa ¨¢ngel. Coincidi¨® con el pr¨ªncipe Felipe en el Honky Tonk, y, por lo que s¨¦, mantuvieron una conversaci¨®n agradable, aunque insistiera en llamarle Juan Carlos, por puro despiste. La ¨²ltima vez me dec¨ªa: 'Llevadme a la cl¨ªnica, que me doy miedo'. Todo un avance, que tomara la iniciativa. Lo que no pod¨ªamos imaginar es que se diera de baja, recuperando 200.000 pesetas del anticipo del tratamiento, y se fuera a pillar. Hubo negligencia m¨¦dica".
Aun antes de llegar el desenlace, el destino de Los Secretos luc¨ªa incierto. Enrique ten¨ªa a Los Problemas, grupo ac¨²stico donde daba salida a su identificaci¨®n con las rancheras, los boleros, las canciones a coraz¨®n abierto. ?lvaro ratifica: "Necesitaba cantar y prefer¨ªa hacerlo en un antro que en un gran escenario. ?Yo? Musicalmente soy m¨¢s popero, y mis modelos son los Eagles; Crosby, Stills, Nash & Young; Tom Petty? Desde la modestia, quer¨ªamos hacer algo parecido, lo cual exig¨ªa equipos caros y profesionalidad".
Hasta entonces se contentaba con ejercer de segundo de a bordo. "Enrique llevaba el tim¨®n y yo me ocupaba de dar sentido musical a su obra. Pero siempre un paso por detr¨¢s. Tard¨¦ en atreverme a cantar y componer". Aun as¨ª, ?lvaro fue adquiriendo seguridad y puso m¨²sica a una de las grandes canciones de Joaqu¨ªn Sabina, Por el bulevar de los sue?os rotos. "Hab¨ªa escrito la letra en el dorso de una factura, muchos versos con una letra diminuta. Se la pas¨® a Enrique, como con Ojos de gata, pero esta vez mi hermano no hizo nada, aunque tratara de Chavela Vargas, a quien adoraba. Hasta que le ped¨ª permiso para intentarlo. Cuando se lo present¨¦ a Joaqu¨ªn, ya estaba grabada, con una melod¨ªa de Pancho Varona. Me qued¨¦ chafado. Y ocurri¨® la cosa m¨¢s grande, les quer¨ªa besar los pies: escucharon mi versi¨®n y Pancho asegur¨® que la m¨ªa era mejor. Yo no me atrever¨ªa a decir tanto: igual necesitaban un buen single para la radio y les ven¨ªa bien mi m¨²sica, era m¨¢s comprimida y directa".
Cuando ocurri¨® la tragedia -el cuerpo de Enrique fue abandonado en un portal de Malasa?a-, el mundo se cay¨® sobre los Urquijo: "Enrique hab¨ªa dado alegr¨ªa a mucha gente y ahora era un cad¨¢ver para las estad¨ªsticas, a tratar en la secci¨®n de Sucesos". ?lvaro huy¨® y pas¨® un a?o alejado de la m¨²sica, intentando recuperarse emocionalmente. Pero el hermano desaparecido todav¨ªa le pidi¨® un esfuerzo m¨¢s: "Dej¨® deudas, un piso a medio pagar, una ni?a, dos mujeres". Se opt¨® por la v¨ªa tradicional de recaudar dinero para un autor fallecido: el disco de homenaje. Y el prurito de ?lvaro le empujo a mojarse: "Hay temas buenos, malos o mediocres juntados sin orden ni concierto. Reun¨ª a Los Secretos para que sirvieran de banda oficial, al menos habr¨ªa coherencia sonora. Est¨¢bamos en el estudio y los cantantes iban desfilando. En dos meses ten¨ªamos el disco". Titulado A tu lado (DRO, 2000), conten¨ªa 17 canciones secretas con las voces de Antonio Vega, Luz, Miguel R¨ªos, Pau Don¨¦s, Manolo Tena y otros: "Enrique ten¨ªa muchos admiradores. Se sent¨ªa reivindicado cuando m¨²sicos duros, como Fito y los Fitipaldis, grababan sus canciones".
'A tu lado' se acerc¨® a las 200.000 copias: el futuro de Mar¨ªa, la hija de Enrique, qued¨® solucionado a medio plazo. El de ?lvaro sigui¨® en el aire. "Sinceramente, terminamos la gira de presentaci¨®n del homenaje, donde cant¨¦ con varios de los participantes, y dije: ya basta, que ya se hab¨ªa acabado. Y yo no ten¨ªa una salida prevista". Ya hab¨ªa grabado en solitario en 1998, un tiro al aire de una multinacional que no tuvo continuaci¨®n.
No pod¨ªa ser el final: "Carlos Go?i, de Rev¨®lver, o Alfonso P¨¦rez, de DRO, insist¨ªan para que sigui¨¦ramos. En la gira de A tu lado notamos un cari?o extraordinario, aunque pod¨ªa ser una reacci¨®n sentimental ante lo de Enrique. Volvimos por la puerta de atr¨¢s, actuando en locales peque?os. Fuimos metiendo canciones nuevas, y la acogida era buena. En 2002 hicimos 60 bolos y sacamos un disco, S¨®lo para escuchar. Al a?o siguiente editamos un desenchufado con secci¨®n de cuerdas, Con cierto sentido. Ahora tenemos otro disco, Una y mil veces. Con una historia si quieres truculenta, somos otro grupo m¨¢s. Y estos nuevos Secretos tienen un p¨²blico fijo, que no pijo, otro sambenito que nos colgaron. Tocamos en pueblos donde no hay pijer¨ªo y llenamos". Tambi¨¦n son vendedores respetables, alrededor de 50.000 ejemplares por lanzamiento. Con una actitud humilde: "Nos sigue gente maja que ha crecido con nuestras canciones y que no nos trata como rock stars, ?ni como objetos sexuales!".
Empresarialmente, se reparte el dinero seg¨²n antig¨¹edad. ?lvaro se lleva una porci¨®n superior a la del guitarrista Ram¨®n Arroyo y el teclista Jes¨²s Redondo; Juanjo Ramos y Santi Fern¨¢ndez, integrantes de la secci¨®n de ritmo, est¨¢n a sueldo. Y se reserva un peque?o porcentaje para Mar¨ªa, la hija de Enrique, "que ya tiene 11 a?os y es una maravilla [una pausa]; en las actuaciones, cuando me toca cantar Ag¨¢rrate a m¨ª, Mar¨ªa, se me pone un nudo en la garganta, soy as¨ª de blando".
Los otros Secretos han ido haciendo acto de presencia por este grato local de ensayo, que se llena de bromas y planes. Algunos se prueban los ultimate ears, unos auriculares que se elaboran a medida, a partir de un molde de la oreja de cada comprador. Arroyo muestra su ¨²ltima adquisici¨®n (2.000 euros): una guitarra Martin de prodigiosas prestaciones. ?lvaro Urquijo se relaja, aliviado de que la entrevista haya concluido. En un d¨ªa radiante, las nubes negras son historia pasada.
Los Secretos acaban de publicar 'Una y mil veces' (DRO Atlantic). M¨¢s informaci¨®n: www.los-secretos.net.
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