Don Manuel Fraga y 100 navarros en un'seiscientos'
Es un hecho que nos pasamos la vida asociando cosas que no guardan la menor relaci¨®n entre s¨ª. Con ellas fabrican los poetas valientes sus verdades; los dem¨¢s mortales procuramos no pensar demasiado en ellas y olvidarlas pronto, porque somos un hatajo de cobardes e intuimos que son peligrosas. M¨¢s peligrosas cuanto m¨¢s imprevistas o disparatadas.
Hace un par de domingos, mientras le¨ªa el peri¨®dico que est¨¢n ustedes leyendo, asociaba yo absurdamente una frase de Juan Cruz Alli, ex presidente del Gobierno de Navarra y actual l¨ªder del partido que sostiene el Gobierno de Uni¨®n del Pueblo Navarro, con una entrevista de Mar¨ªa Antonia Iglesias a don Manuel Fraga Iribarne. La frase de Alli es sin duda un dicho popular en Navarra, un dicho que Alli aduc¨ªa para demostrar que cualquier acci¨®n encaminada a presionar a los navarros para que se incorporen a Euskadi resulta contraproducente: "?No sab¨¦is c¨®mo se meten 100 navarros en un seiscientos? Pues dici¨¦ndoles dos cosas: una, que no caben, y la otra, que no tienen cojones para hacerlo". En cuanto a la entrevista con Fraga, quienes la hayan le¨ªdo coincidir¨¢n conmigo en que se trata de una pieza antol¨®gica. Es verdad que, entre los numerosos vicios que me adornan, se cuenta el de leer entrevistas con pol¨ªticos retirados: aunque es cierto que, seg¨²n todos los indicios, el ejercicio del poder resulta a menudo intelectualmente abrasivo, no lo es menos que el pol¨ªtico en activo vive y ve y lee y oye cosas que los dem¨¢s mortales jam¨¢s podremos vivir, ver, leer u o¨ªr, y que un pol¨ªtico retirado goza de una libertad para contarlas que jam¨¢s se permitir¨ªa un pol¨ªtico en activo, lo que, sumado al inter¨¦s irresistible que provocan las personas de larga experiencia y edad provecta y carentes por tanto de cualquier atisbo de ambici¨®n o ilusiones, hace a menudo de lo m¨¢s atractiva y provechosa la lectura de esos textos. Adem¨¢s, no es infrecuente que incluso el pol¨ªtico m¨¢s antip¨¢tico u opuesto a las ideas que profesamos acabe suscitando en nosotros alguna forma de adhesi¨®n personal o incluso de gratitud, porque cedemos con facilidad a la tentaci¨®n de pensar que, despu¨¦s de todo, alguna cosa buena (o al menos no del todo mala) habr¨¢ hecho. Es indudable, por ejemplo, que a don Manuel Fraga le debemos algunos buenos chistes ("?Qu¨¦ es una sardina?", le o¨ªmos preguntar desde la tribuna del Congreso en los a?os de Felipe Gonz¨¢lez. "Es una ballena que ha pasado por las manos de un gobierno socialista"); tambi¨¦n le debemos, de acuerdo con todos los analistas, el hecho de haber domesticado a la salvaje derecha franquista, pastore¨¢ndola hasta el redil de la democracia. Pero, a juzgar por la mencionada entrevista, don Manuel sigue igual de ind¨®mito y expeditivo y autoritario que siempre, por no decir m¨¢s que nunca. Periodista experta, Mar¨ªa Antonia Iglesias trata de seducirlo, de arrancarle alguna forma de reconocimiento, simpat¨ªa o cordialidad; todo en vano: don Manuel rechaza preguntas, se niega a contestar otras, a punto est¨¢ de abandonar la entrevista. Pero eso no es lo mejor. En determinado momento, Iglesias le recuerda a don Manuel la evidencia de que fue un servidor leal y activo de la dictadura franquista. "?No, no!", brama don Manuel. "?Yo no fui un servidor de una dictadura que yo contribuyera a crear!". Y m¨¢s tarde. "?Yo, lo de mi complicidad con la dictadura no se lo voy a aceptar de ninguna manera!". Y por fin, tras recordar los rifirrafes que tuvo con determinados sectores del franquismo, concluye: "?Para que usted me acuse ahora de complicidad!". La respuesta es memorable: que quien durante siete a?os fuera ministro de Informaci¨®n y Turismo de Franco niegue haber colaborado con el franquismo resulta tan extraordinario como que Ronaldo no admitiera haber sido en el pasado jugador del Bar?a, o -creo que la comparaci¨®n es mejor- como que, dentro de treinta a?os, Josu Ternera se negara en redondo a aceptar que hab¨ªa pertenecido a ETA y s¨®lo recordara haber sido miembro de la Comisi¨®n de Derechos Humanos del Parlamento Vasco (lo fue, incre¨ªblemente, y ¨¦ste es sin duda el mejor chiste negro que se recuerda desde que Henry Kissinger obtuvo el Nobel de la Paz).
Montaigne asegura que no siempre es posible (tal vez ni siquiera justo o bueno) decir la verdad, pero que siempre es bueno y justo y posible no mentir. ?C¨®mo interpretar entonces las palabras de don Manuel? ?Su memoria de anciano empieza a fallar? ?Se trata de uno de sus chistes? Es desde luego inimaginable que trate de tomarles el pelo a 40 millones de personas negando hechos que ni siquiera los ni?os ignoran y por los que por cierto no ha sido juzgado ni de los que nadie le acusa. ?Entonces? Entonces, como si por un momento dejara de ser un cobarde y me convirtiera en un poeta, imagino una explicaci¨®n. La explicaci¨®n es ¨¦sta: "?No sab¨¦is c¨®mo se convence a 40 millones de personas de que es verdad una mentira? Pues dici¨¦ndoles dos cosas: una, que es verdad, y la otra, que no tienen cojones de decir que es mentira". El m¨¦todo no es nuevo: el doctor Goebbels lo puso en pr¨¢ctica con extraordinaria eficacia; y, antes y despu¨¦s de ¨¦l, lo hicieron muchos otros, y lo seguir¨¢n haciendo. No se sabe si en este caso funcionar¨¢, pero no ser¨¢ porque no haya quien lo intente.
Pobre don Manuel. Pobres de nosotros.
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