A Holanda le viene grande Hirsi Al¨ª
La dureza de la ministra de Inmigraci¨®n al aplicar la ley a la diputada de origen somal¨ª destapa la fragilidad del Gobierno
"Fant¨¢stico, Holanda entera a mis pies". Rita Verdonk, ministra liberal de Inmigraci¨®n, explicaba as¨ª esta semana la sensaci¨®n que le produjo llegar en helic¨®ptero a una cita de empresarios. Horas antes, un ¨¢spero debate parlamentario le hab¨ªa obligado a revisar su decisi¨®n de privar de la nacionalidad a la diputada de origen somal¨ª Ayaan Hirsi Al¨ª. Verdonk a punto estuvo de perder el cargo por desde?ar el margen humanitario de maniobra ofrecido por las leyes de asilo. Hirsi Al¨ª, miembro de su mismo partido (VVD) y amenazada de muerte por sus cr¨ªticas al islam, consegu¨ªa mantener el rumbo a pesar de tan serio vaiv¨¦n. Catorce a?os despu¨¦s de su petici¨®n de refugio en Holanda, donde deja su casa por el miedo de los vecinos, se marcha a Estados Unidos. Un penoso cierre de su segundo trayecto vital -pasaportes al margen- m¨¢s reconocible en el exterior.
El primer viaje de Ayaan, hija de Hirsi, nacida en Mogadiscio en 1969, ocurri¨® cuando ten¨ªa seis a?os. Huy¨® con su familia, opuesta al r¨¦gimen comunista somal¨ª, a Kenia. All¨ª residi¨® durante una d¨¦cada en un campo de refugiados y consigui¨® luego colaborar en el programa de desarrollo de la ONU para Somalia y la propia Kenia. Con 23 a?os, el padre acord¨® su matrimonio con un primo lejano residente en Canad¨¢. Por el camino, decidi¨® entrar en Holanda y pedir asilo pol¨ªtico. Por miedo a que su progenitor la buscara, false¨® la fecha de nacimiento (dijo que era 1967) y el apellido (dio el de uno de sus antepasados, Al¨ª). Una mentira que ella misma reconoci¨® en 2002 y en la que nadie parec¨ªa haber reparado hasta que lleg¨® Verdonk.
Rita la Firme, uno de sus apodos m¨¢s conocidos, ha ganado adeptos con una estricta pol¨ªtica de inmigraci¨®n. "La ley es igual para todos", suele decir. Empe?ada en liderar su partido, no le parece inalcanzable una candidatura a la jefatura del Gobierno en las legislativas previstas para 2007. As¨ª que en el caso de Hirsi Al¨ª no ha dudado un instante. En cuanto supo que hab¨ªa mentido en su solicitud de refugio, le dijo que la habr¨ªa echado de haber tenido la potestad en 1992. Menos de 72 horas despu¨¦s de esta conversaci¨®n privada, la diputada recib¨ªa una carta donde Verdonk le notificaba que no pod¨ªa considerarse holandesa.
Fuertemente protegida a ra¨ªz del asesinato de su amigo, Theo van Gogh, director de su corto Submission, que denunciaba la opresi¨®n de las musulmanas, Hirsi Al¨ª tuvo que precipitar el anuncio de la segunda escala de su vida adulta: Estados Unidos.
Lo curioso es que ambas pol¨ªticas coincid¨ªan en la l¨ªnea dura adoptada por el Gobierno para favorecer la integraci¨®n de las minor¨ªas musulmanas. Adem¨¢s, la ministra sab¨ªa desde hac¨ªa tiempo que su colega no ser¨ªa candidata en 2007. Cansada de no hacerse o¨ªr en Holanda y de tener que esconderse, deseaba trabajar en Washington. "Cambio de podio, pero mi lucha contra el terror religioso y por la emancipaci¨®n de la mujer musulmana contin¨²a", asegur¨® el lunes al despedirse. Lo que no pensaba era tener que hacerlo como una ap¨¢trida. De no recuperar su nacionalidad, cosa que el Parlamento pr¨¢cticamente exigi¨® a Verdonk a cambio de no forzar su dimisi¨®n, s¨®lo le queda un pasaporte de refugiada. Pero al margen de sus actuales problemas jur¨ªdicos, su aventura holandesa ha estado marcada por la controversia.
Duras cr¨ªticas
Para sus cr¨ªticos (un 49% de los holandeses aprobaba que perdiera la ciudadan¨ªa en los sondeos de esta semana, un 43% lo ve¨ªa mal y cerca de un 80% aplaud¨ªa la firmeza de la ministra) es una mala diputada porque encona el debate sobre el islam. Eso, y tambi¨¦n una aprovechada que apret¨® la mano tendida en 2003 por el VVD para hacerse un nombre y ganar dinero.
"Habr¨¢ sido holandesa seg¨²n los papeles, pero a m¨ª no me representa", dec¨ªa una de las muchas oyentes que llam¨® a los debates radiof¨®nicos que proliferaron al saberse que dejaba Holanda. Para otro sector cr¨ªtico, algo m¨¢s pragm¨¢tico, su relaci¨®n con los liberales ha sido un matrimonio de conveniencia truncado. Cuando la mayor¨ªa del sufragio inmigrante fue a parar en las pasadas elecciones municipales a la oposici¨®n socialdem¨®crata (PvdA), el VVD reconsider¨® su contrato con Hirsi Al¨ª.
Menos sutiles han sido sus detractores en el seno de la comunidad musulmana holandesa. El Centro Musulmanes y Administraci¨®n, por ejemplo, ha asegurado que por fin podr¨¢ comenzar el di¨¢logo con las autoridades. En Internet, los t¨¦rminos usados por j¨®venes tambi¨¦n musulmanes para despedirla destacan por su rudeza. "Ha sido demasiado jaleada y adorada por diablos y blasfemos", rezaba uno de los mensajes en el sitio El Qalem.
Sus seguidores, por el contrario, sostienen que ha tenido el valor de plantear por fin el debate sobre la integraci¨®n de las minor¨ªas ¨¦tnicas y criticado el lado oscuro del islam sin atender a pactos pol¨ªticos. "Es posible que en ning¨²n otro pa¨ªs una refugiada hubiera llegado al Parlamento en tan poco tiempo. Pero tambi¨¦n lo es que se la ha despellejado por no atenerse a las normas tradicionales del consenso", ha dicho el pensador Paul Scheffer. Otro de sus amigos, el fil¨®sofo Afshin Ellian, ha calificado de in¨¦dito en la historia reciente del pa¨ªs que una diputada de su calibre "sea acallada de esta forma".
Al final quedan las maletas de Hirsi Al¨ª por hacer y una profunda crisis de liderazgo nacional. Ni el primer ministro, el democristiano Jan Peter Balkenende, ni el titular de Justicia supieron convencer a Verdonk de que interpretara bien las leyes de asilo. Su falta de autoridad y el hecho de que el Parlamento temiera provocar una crisis de Estado de pedir la dimisi¨®n de la ministra ilustran el parecer de los ¨ªntimos de Hirsi Al¨ª: "A Holanda le viene grande su figura".
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