Tejer nuevos relatos para los museos
La brillante y sugerente remodelaci¨®n de la colecci¨®n permanente de la Tate Modern Gallery de Londres es una ocasi¨®n especialmente propicia para reflexionar acerca de la historia pasada, de la realidad presente y las perspectivas de futuro de un museo, sean cuales sean su naturaleza y el alcance del mismo. Para una instituci¨®n muse¨ªstica es, sin duda alguna, uno de los momentos o situaciones m¨¢s importantes, ya que su colecci¨®n es su raz¨®n de ser m¨¢s genuina, su carta de naturaleza. No hay museo sin colecci¨®n, y no hay buen museo sin una buena colecci¨®n. La cualidad de una colecci¨®n no se mide s¨®lo por la cantidad de obras esenciales con las que cuente, sino tambi¨¦n por su coherencia interna, por las direcciones a las que mira, por las posibilidades de lectura que permite, en definitiva. Pero para que pueda producirse una o varias lecturas interesantes, esclarecedoras y sugerentes es necesario construir un relato previo que pueda ser le¨ªdo por sus potenciales lectores. A menudo, la banalizaci¨®n de la cultura contempor¨¢nea impone presuntos relatos "para todos los p¨²blicos", como si la democratizaci¨®n del arte persiguiera como objetivo llegar al lector menos formado e informado, producto de una desconfianza en las posibles capacidades de ese lector an¨®nimo que ha de consumir, m¨¢s que apreciar obras de arte. Por el contrario, el tiempo ha demostrado que a mayor riqueza y complejidad de lenguaje, mayor perdurabilidad adquiere el relato resultante, porque permite lecturas m¨¢s abiertas, susceptibles de contaminarse y evolucionar con el tiempo y con la capacidad de lectura de sus m¨²ltiples lectores.
Pero no siempre los museos tienen a su alcance todos los elementos necesarios o deseables para construir el relato que anhelan o el que consideran necesario para su ¨¢mbito te¨®rico de representaci¨®n. As¨ª ocurre, por ejemplo, con nuestro Museo Nacional de Arte Contempor¨¢neo que no cuenta con todas las obras que conformar¨ªan plenamente su car¨¢cter nacional por s¨ª mismo y su imbricaci¨®n en un relato m¨¢s internacional, pero tambi¨¦n le ocurre a la Tate Modern, que cuenta con una magn¨ªfica colecci¨®n, pero con algunas e importantes lagunas como, l¨²cidamente, ha se?alado su director con motivo de la presentaci¨®n de la nueva ordenaci¨®n de su colecci¨®n.
En estos casos, la manera de ordenar y mostrar lo que se tiene puede indicar el camino para subsanar las carencias, como sucede en la citada Tate Modern. A menudo se olvida que la virtud del escritor est¨¢ tambi¨¦n en la forma de utilizar los pocos o muchos recursos que tiene. La experiencia reciente ha demostrado que algunos museos como el MOMA de Nueva York, despu¨¦s de haber marcado los par¨¢metros del coleccionismo del arte del siglo XX y afrontar el nuevo siglo con una nueva arquitectura de pulcra y serena belleza, no consiguen el mismo grado de intensidad de la vieja instalaci¨®n que su colecci¨®n ten¨ªa. La colecci¨®n sigue siendo excelente, pero su percepci¨®n ha empeorado.
La met¨¢fora de la tela de ara?a que se teje y crece desde un n¨²cleo original poderoso, expandi¨¦ndose en el tiempo del arte y en el espacio de las salas de la vieja f¨¢brica de electricidad de la Tate Modern parece adecuada para tiempos complejos y confusos como los nuestros.
Jos¨¦ Guirao Cabrera es director de La Casa Encendida de Madrid y fue director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa entre 1994 y 2000.
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