Al sur del S¨¢hara
Cuando hablamos de ?frica en relaci¨®n con el actual terrorismo global, suele ser para hacerlo sobre los pa¨ªses del Magreb. Sin embargo, los riesgos y amenazas que suponen tanto Al Qaeda como sobre todo algunas de sus entidades afiliadas son tambi¨¦n perceptibles al sur del S¨¢hara. En los pa¨ªses del Sahel, por ejemplo, resulta ya manifiesta la tendencia del Grupo Salafista para la Predicaci¨®n y el Combate, de origen argelino pero cuya composici¨®n es crecientemente multinacional, hacia una amplia difusi¨®n transfronteriza de sus actividades, debido a la reorientaci¨®n panisl¨¢mica de unos objetivos inicialmente nacionales y a las dificultades que encuentra dicha organizaci¨®n terrorista para extenderse en el propio ¨¢mbito norteafricano. Mauritania se encuentra especialmente afectada por esa din¨¢mica, como se deduce de los atentados all¨ª perpetrados el pasado a?o. Es asimismo significativo que, no hace mucho tiempo, fuese Osama Bin Laden en persona quien se?alara de manera expresa a Nigeria entre los pa¨ªses m¨¢s vulnerables al violento embate de sus seguidores, adeptos como es sabido a un salafismo yihadista.
Esta visi¨®n rigorista, excluyente y belicosa del credo isl¨¢mico es extra?a a la tradicionalmente vigente entre las poblaciones musulmanas que se localizan desde las costas atl¨¢nticas del noroeste africano hasta orillas del mar Rojo o la ribera del ?ndico en el este del mismo continente. Ahora bien, no es menos evidente que aquella ideolog¨ªa radical ha sido introducida, a menudo mediante escuelas cor¨¢nicas sostenidas con dinero de procedencia saud¨ª o paquistan¨ª, en el seno de esas mismas poblaciones, donde ocurren procesos de radicalizaci¨®n violenta y reclutamiento terrorista. Que las redes yihadistas auspiciadas por Al Qaeda establezcan bases log¨ªsticas, tramas financieras o campos de entrenamiento en ?frica Occidental y Central, en concreto, a?ade importantes riesgos tanto para la convivencia y la estabilidad de los pa¨ªses de esa regi¨®n como de los contiguos, unos y otros con inflamables fracturas ¨¦tnicas y religiosas, cuando no serias tensiones interestatales. A su vez, ello incide sobre la amenaza que el terrorismo global supone para otros pa¨ªses africanos, mediorientales y europeos, al igual que para la comunidad internacional en su conjunto.
Dadas las precarias condiciones econ¨®micas y los bajos est¨¢ndares de bienestar social gen¨¦ricamente comunes al conjunto de pa¨ªses de ?frica Occidental y Central, poco o nada puede extra?ar que ni el terrorismo sea entendido por sus gentes como un problema de urgente tratamiento, ni combatir dicho fen¨®meno se encuentre entre las prioridades de sus correspondientes mandatarios gubernamentales.
A quienes habitan en esa regi¨®n tan desfavorecida del mundo les suelen acuciar el hambre y las pandemias, mientras que el contexto pol¨ªtico en que se desenvuelven sus vidas adolece t¨ªpicamente de estructuras estatales m¨¢s que d¨¦biles y de casi todas las patolog¨ªas propias del mal gobierno. Quiz¨¢ el terrorismo llegue a convertirse en una preocupaci¨®n generalizada y ocupe un lugar destacado en la agenda p¨²blica de esos pa¨ªses africanos en la medida en que est¨¦n m¨ªnimamente satisfechas otras de las dimensiones inherentes al concepto de seguridad humana. Cualquier enfoque necesariamente multifac¨¦tico frente al terrorismo global, sea cual sea el nivel de gobierno en que se formule, ha de tener en cuenta esta realidad.
As¨ª las cosas, tampoco sorprender¨¢ que, de los 27 Estados ubicados en ?frica Occidental y Central, ninguno haya ratificado los 16 instrumentos contraterroristas de que se ha dotado Naciones Unidas en 40 a?os, s¨®lo cinco de aqu¨¦llos lo han hecho con 12 de ¨¦stos y 13 con apenas la mitad, en tanto que seis m¨¢s no han asumido siquiera cuatro de tales convenios o protocolos universales. Veinticuatro de los pa¨ªses implicados no cumplen debidamente con sus obligaciones ante el Comit¨¦ contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad. ?nicamente tres de ellos disponen de legislaci¨®n antiterrorista o de disposiciones al respecto en sus respectivos c¨®digos penales. En suma, las carencias en materia de instituciones y agencias imprescindibles para prevenir, contener y erradicar el terrorismo son extraordinarias, debido a deficiencias en los sistemas pol¨ªticos y a la inexistencia de recursos humanos o materiales. En la regi¨®n hay extensos territorios, normalmente des¨¦rticos, sustra¨ªdos de cualquier autoridad estatal efectiva, propicios por consiguiente al desenvolvimiento de redes terroristas.
Ante esta situaci¨®n se han implementado programas unilaterales y multilaterales para incidir sobre aquella regi¨®n. El Gobierno estadounidense puso en marcha recientemente una iniciativa contraterrorista transahariana, con el fin de facilitar asistencia a pa¨ªses del Sahel. Naciones Unidas trabaja desde 2003 en un proyecto mundial para reforzar los instrumentos legales antiterroristas, aplicable a las mitades septentrional y oeste del continente africano al sur del Magreb. La Uni¨®n Africana avanza herramientas de cooperaci¨®n antiterrorista entre sus Estados miembro. La Uni¨®n Europea contempla, dentro de su plan de lucha contra el terrorismo, medidas destinadas a apoyar estas movilizaciones de la comunidad internacional.
Adquiere as¨ª indudable relevancia la celebraci¨®n en Madrid, los d¨ªas 25 y 26 de mayo, a instancias del Gobierno espa?ol y en colaboraci¨®n con el Real Instituto Elcano, de una Mesa Redonda Ministerial para pa¨ªses de ?frica Occidental y Central sobre el marco jur¨ªdico en la lucha contra el terrorismo. A todos interesa que dicha reuni¨®n depare los mejores resultados para afrontar colectivamente, con capacidades b¨¢sicas y pleno respeto a los derechos humanos, cuantos retos nacionales, regionales y mundiales plantea hoy el fen¨®meno terrorista.
Fernando Reinares es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Rey Juan Carlos e investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano.
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