Por arte de birlibirloque
Despu¨¦s de los meses de angustia en los que el PP consigui¨® convencer a una buena parte de nuestros conciudadanos de que, si se aprobaba el Estatuto de Catalu?a, la desmembraci¨®n de Espa?a no era ya m¨¢s que una cuesti¨®n de tiempo, al aceptarlo las Cortes con las enmiendas necesarias para hacerlo encajar en la Constituci¨®n, parec¨ªa que abrir¨ªa un per¨ªodo de calma, si no fuera por el costo que ha supuesto la ruptura del Gobierno tripartito que deja en el alero el resultado del refer¨¦ndum.
Es dif¨ªcil no admirar la habilidad con que, caminando por el filo de la navaja, el presidente Zapatero ha logrado encauzar las muchas dificultades no previstas que han ido surgiendo. Es mucho lo que ha arriesgado, pero tambi¨¦n lo que puede ganar, si al final salen bien las cosas. El proceso empez¨® mal, con una promesa que nos dej¨® boquiabiertos, las Cortes aprobar¨ªan el Estatuto que saliera del Parlament. Por un lado, implicaba otorgar graciosamente lo que el nacionalismo vasco entiende por autodeterminaci¨®n, es decir, que las Cortes ¨²nicamente tendr¨ªan que ratificar la voluntad mayoritaria de los vascos o de los catalanes; por otro, un desprecio a la instituci¨®n, ya que sus miembros no est¨¢n sometidos a "mandato imperativo" alguno, aunque, dado el automatismo del voto dentro de los grupos parlamentarios, prevalezca lo que disponga el que controle la mayor¨ªa. El presidente del Gobierno en ning¨²n caso puede prometer cu¨¢l va a ser el comportamiento de un Parlamento soberano.
Promesa tan an¨®mala puede interpretarse como un desliz desafortunado, lo que me parece poco probable, o bien manifiesta una intenci¨®n pol¨ªtica: desde la seguridad que proporciona el que el propio partido presida el Gobierno de la Generalitat, se quiere transmitir a los vascos el mensaje de que todo se puede obtener por las v¨ªas establecidas, pero nada recurriendo a la violencia. Ya se encargar¨¢n los compa?eros de enviar a Madrid un texto, negociado en el Parlament, que cuente con el consenso del PSOE. Esta estrategia falla porque el presidente Maragall, bien por debilidad, bien por una vinculaci¨®n excesiva a un catalanismo que se confunde con el nacionalismo de sus principales socios, no cumple la funci¨®n de filtro que se esperaba de ¨¦l. Zapatero se encontr¨® ante el dilema de que el Estatuto se hundiera en el Parlamento catal¨¢n, lo que, adem¨¢s de un gran triunfo para el PP, supondr¨ªa el desplome de la pol¨ªtica auton¨®mica emprendida para Catalu?a y, m¨¢s grave a¨²n, para el Pa¨ªs Vasco. (Nada se entiende sin poner en relaci¨®n ambos procesos, que hay que encarar a la vez si al fin se quiere estabilizar la estructura territorial del Estado). O bien, empujaba para que el Estatuto saliera a toda costa, que ya habr¨ªa ocasi¨®n de corregirlo a su paso por las Cortes. La sensaci¨®n que queda en el PSOE es que Maragall "produce m¨¢s problemas de los que resuelve", quedando sentenciado el fin de su mandato.
La intervenci¨®n m¨¢s arriesgada, a la vez que la m¨¢s sofisticada, de Zapatero ha consistido en cerrar el Estatuto dentro de los m¨¢rgenes que se consideran aceptables, cambiando de socio. Deja a ERC fuera de juego, sin otra opci¨®n que abstenerse. Votar con el PP hubiera significado el desplome del tripartito, cuya consecuencia inmediata podr¨ªa haber sido la llegada al poder de su verdadero competidor, CiU, una especie de suicidio del que ERC no se repondr¨ªa en mucho tiempo. Pero aprobado el Estatuto en las Cortes, con la presi¨®n de las bases en favor del no, s¨®lo cab¨ªa expulsar a ERC del Gobierno, dejando al presidente de la Generalitat flotando en el vac¨ªo.
La operaci¨®n pretende dos objetivos: deshacerse de ERC, tanto en Catalu?a como en la pol¨ªtica nacional. Muy altos han sido los costos de esta alianza para los socialistas, pero cuando ya no descartan una mayor¨ªa absoluta en las pr¨®ximas elecciones, con la garant¨ªa a?adida de que si, antes o despu¨¦s de los comicios, necesitasen el apoyo de CiU, cuentan con ¨¦l. Serenadas las aguas con el Estatuto, no ser¨ªa la mayor desgracia que en el pr¨®ximo oto?o CiU volviera a gobernar, a sabiendas de que en las elecciones generales Zapatero arrasar¨ªa en Catalu?a, al ser el pol¨ªtico que mejor ha salido de la aventura estatutaria.
El segundo objetivo es Maragall, perdedor junto con ERC, y tambi¨¦n sin otra perspectiva que intentar reconstruir el tripartito. Han surgido ya voces en el PSC proponiendo otros candidatos. Si, pese al no conjuntado del PP y ERC, el resultado del refer¨¦ndum fuera razonablemente positivo, como cabe esperar, lo m¨¢s probable es que el t¨¢cticoZapatero apoyase la candidatura de Maragall, no s¨®lo porque sustituirle arrastrar¨ªa grandes tensiones internas, sino sobre todo porque la derrota en las urnas ser¨ªa la forma de deshacerse definitivamente de ¨¦l. Zapatero parece haber recuperado la vieja idea de Gonz¨¢lez de que lo mejor es que en Catalu?a gobierne la derecha nacionalista, y siempre se encontrar¨¢ un Obiols para garantizar su triunfo. Una vez que en la segunda legislatura Zapatero se consolide en el poder, disminuir¨¢ sensiblemente su afici¨®n a las innovaciones que impliquen grandes riesgos. A un per¨ªodo de intensas reformas, como el que estamos viviendo, suele seguir otro de consolidaci¨®n de lo conseguido.
Resuelta, al menos para unos a?os, la cuesti¨®n catalana, Zapatero se ve con las manos libres para enfrentarse a la vasca. Ya ha anunciado lo fundamental, que ser¨¢ un proceso dif¨ªcil y largo. Se ha dado un paso importante con el "alto el fuego", que seg¨²n el Gobierno no proviene de una negociaci¨®n previa, pero sabe que por mucho tiempo no podr¨¢ aspirar a m¨¢s. Si el "alto el fuego" es definitivo e incondicional -otro no valdr¨ªa- es porque, en las condiciones que impone la lucha antiterrorista internacional, la "lucha armada" ha dejado de ser una perspectiva viable, si es que en alg¨²n momento lo fue. Zapatero anuncia el inicio de negociaciones con ETA que no pueden tener otro contenido que su total disoluci¨®n, tras la entrega de las armas. Los partidos con presencia en todo el territorio nacional defienden a ultranza que la desaparici¨®n de ETA no es negociable con contrapartidas pol¨ªticas. Tampoco puedo imaginar que un Gobierno, sea del color que fuere, cometiera el error garrafal de negociar el futuro del Pa¨ªs Vasco teniendo como tel¨®n de fondo la sombra de ETA. Es la manera como ha de entenderse la f¨®rmula tantas veces repetida de que en la lucha contra el terrorismo no hay atajos. Ser¨ªa un disparate iniciar la mesa de los partidos mientras ETA se mantenga en la retaguardia con la amenaza continua de intervenir si no se acelera el proceso que ellos llaman de "democratizaci¨®n". De democracia s¨®lo se podr¨¢ hablar cuando ETA no sea m¨¢s que un recuerdo lejano.
Si Batasuna condena expl¨ªcitamente la violencia -no lo ha hecho hasta ahora- y se compromete a respetar el Estado de derecho, podr¨¢ participar en las elecciones municipales del 2007. En los pr¨®ximos a?os no es probable que se modifique la relaci¨®n entre el voto nacionalista y el no nacionalista, pero s¨ª se producir¨¢n cambios significativos dentro del nacionalismo, entre Batasuna y PNV, as¨ª como dentro del bloque constitucionalista, entre PSE y el PP. A mediano plazo lo m¨¢s probable es que vuelva a gobernar una coalici¨®n del PNV con los socialistas, la mejor forma de ir achicando la brecha entre ambos frentes. Y mientras no desaparezca ETA por completo habr¨¢ que marear la perdiz, sin entrar en una discusi¨®n seria sobre el futuro pol¨ªtico del Pa¨ªs Vasco, que, por otra parte, es inevitable, con todas sus consecuencias.
El nacionalismo independentista amenazar¨¢ con que si no se avanza en la negociaci¨®n, ETA levantar¨¢ el "alto el fuego" unilateral, con lo que quedar¨¢ de manifiesto que no era definitivo, sino una tregua m¨¢s para reconstituirse, con lo que se reforzar¨¢ el principio de no comenzar con la mesa de los partidos hasta que ETA haya desaparecido por completo. El nuevo horizonte que se abre es que no se pueda recurrir a la violencia el d¨ªa que empiece la negociaci¨®n. Puede ser que a¨²n vivamos algunas reca¨ªdas -el Estado de derecho no puede bajar la guardia-, pero, sean cuales fueran las amenazas, hay que mantener el principio de que si no se negoci¨® cuando los terroristas eran fuertes, ahora que est¨¢n tan debilitados mucho menos.
A las elecciones del 2008, Zapatero acudir¨¢ con una Catalu?a sosegada con el nuevo Estatuto y un Pa¨ªs Vasco del que no habr¨¢ desaparecido ETA, pero a lo mejor con cinco a?os sin actos terroristas y una capacidad decreciente para matar y extorsionar, que no es poco.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico excedente de Sociolog¨ªa.
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