Un viajero por cuatro ?fricas
"Para saber de verdad hay que estar, mezclarse, sentir, aguzar los sentidos, la raz¨®n. Y el coraz¨®n", escribe Bru Rovira (Barcelona, 1955) en su ¨²ltimo libro. Son cuatro sus ?fricas, cuatro conflictos escogidos -Sud¨¢n, Somalia, Liberia y Ruanda- que se suceden en un paisaje continuo de dolor y tragedia, y tambi¨¦n de dignidad y esperanza; cuatro excusas para cruzar al otro lado del puente, lejos de este mundo opulento "donde aquellos que sufren se presentan como seres molestos".
La mirada de Rovira es -tambi¨¦n en sus reportajes- un ejercicio de rescate de n¨¢ufragos, como la del cineasta Theo Angelopulos en su Ulises, donde trata de "recuperar la memoria que espera en las bobinas sin revelar". Una mirada que prefiere la lentitud y el detalle de las carreteras secundarias al v¨¦rtigo de las autov¨ªas. ?fricas es por ello un espl¨¦ndido ejercicio de despertar de memoria, la m¨¢s privilegiada: la del viajero que ve, huele y siente. A trav¨¦s de ¨¦l nos llegan las historias y las voces de las gentes con las que un d¨ªa se top¨®. Como ese grupo de rock, Atomic Music, casi berlanguiano, con el que Rovira deambula por el Sur Sud¨¢n, donde "s¨®lo se quedan los que no se pueden marchar", un grupo en el que su l¨ªder, Papi, se siente inmortal porque nadie "quiere matar a un artista, a un hombre que les hace so?ar".
?FRICAS. COSAS QUE PASAN NO TAN LEJOS
Bru Rovira
RBA. Barcelona, 2006
266 p¨¢ginas. 15 euros
?fricas es m¨¢s que un libro
de viajes o de memorias de un reportero. Es un argumento que crece como una novela, que se intensifica, sonr¨ªe y llora, que transporta al lector por una monta?a rusa haci¨¦ndole c¨®mplice. A veces lo zarandea por sorpresa cuando le descubre que el valor de la muerte en Somalia es s¨®lo de 10 c¨¦ntimos de euro; otras, lo mima desde el humor negro cuando explica que los habitantes de ese Mogadiscio infernal llamaban al hotel Maka "el tri¨¢ngulo de las Bermudas" porque de esa zona nadie sal¨ªa vivo.
De las cuatro ?fricas que nos propone Bru Rovira, Liberia y Ruanda son, sin duda, las m¨¢s dolientes; sus heridas personales. Dos pozos de muerte y locura de los que brotan los personajes m¨¢s brillantes: James e Ibrahim, restos del hundimiento de Liberia.
En Ruanda, Rovira viaja al encuentro de la iglesia de Nyamata, el Auschwitz del genocidio ruand¨¦s, guiado por la memoria de unas fotograf¨ªas de Annie Leibovitz. Ya no hay cad¨¢veres macheteados, s¨®lo el resto de una sangre roja en las paredes y en el suelo. Conversa con los vivos, los supervivientes, y se fija en sus ojos que miran muertos de tanto ver, y huele ese "olor fuerte y antiguo de quienes viven m¨¢s all¨¢ del cuerpo".
Es el contacto con el horror extremo lo que educa a Rovira en el valor de lo contrario. S¨®lo desde esa sensibilidad podr¨¢ comprender los silencios y los miedos de B¨¦atrice, la superviviente tutsi que conoce en Yaund¨¦ (Camer¨²n) y de quien se hace c¨®mplice y amigo. "Lo que nos traumatiza no es lo que vemos, sino c¨®mo lo percibimos", escribe en una carta a B¨¦atrice. Y ?fricas es la b¨²squeda intensa y desesperada de esa percepci¨®n. "Me quedan pocos ideales sobre el hero¨ªsmo y la m¨ªtica figura del reportero", escribe. "Rezo para que no se me atrofie la sensibilidad que me permite percibir los gritos del silencio, la de vida de los parias de esta tierra".
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