Violencia con m¨®vil
La filmaci¨®n de palizas se ha convertido en moda peligrosa entre ciertos adolescentes
Por tres euros, un mendigo se bebe media litrona de su propia orina. Est¨¢ grabado. Por otros tres, ese mismo mendigo se deja quemar el pelo con un mechero. Tambi¨¦n est¨¢ grabado. Por la mitad de precio, otro indigente acepta mirar al objetivo de la c¨¢mara de un tel¨¦fono m¨®vil. El pacto que le propone un grupo de adolescentes es que sonr¨ªa para que se le vean los huecos de los dientes que le faltan. No le han dicho que, cuando ense?e las enc¨ªas, uno de ellos, a traici¨®n, le dar¨¢ un brutal golpe en la nuca. En la grabaci¨®n se escuchan las carcajadas.
Son los happy slappers, los del guantazo feliz, los del tortazo divertido. La imagen tras el golpe se tambalea al ritmo de la risa. Con paciencia, estas secuencias completas, y otras miles, pueden encontrarse en Internet a trav¨¦s de redes P2P, de acceso universal; pero es m¨¢s f¨¢cil obtenerlas a la salida de cualquier instituto de ense?anza media. Son innumerables los j¨®venes que las llevan en la memoria de sus m¨®viles. La tecnolog¨ªa bluetooth las difunde como esporas por la blogosfera de las aulas.
Con la colaboraci¨®n del fabricante podr¨ªa determinarse la identidad del comprador, lo cual no garantiza la identificaci¨®n del autor material del v¨ªdeo
Por m¨¢s l¨ªmites de acceso que ofrezca Bill Gates, un muchacho de 15 a?os tarda menos en romper barreras de acceso que un adulto en destapar una cerveza
El Grupo de An¨¢lisis y Prospectiva de las Telecomunicaciones (Gaptel) estima que, s¨®lo en Espa?a, la tasa de penetraci¨®n de la telefon¨ªa m¨®vil oscila en torno al 89,2%. M¨¢s de la mitad de los terminales est¨¢ en manos de j¨®venes y adolescentes, y la mitad de esa mitad lleva c¨¢maras incorporadas que permiten grabar v¨ªdeos y hacer fotograf¨ªas, seg¨²n datos facilitados por los principales fabricantes; es decir, tel¨¦fonos m¨®viles con tecnolog¨ªa bluetooth que, mediante un sistema de radiofrecuencia, les permite intercambiar ficheros, audio e imagen de forma instant¨¢nea e inal¨¢mbrica.
?ste es el escenario tecnol¨®gico en las aulas. El armamento es barato, muy accesible, de ¨²ltima generaci¨®n, y es utilizado con fines maliciosos por numerosos j¨®venes, seg¨²n los diversos expertos consultados. No existen todav¨ªa bater¨ªas defensivas al otro lado de la l¨ªnea de fuego, al menos que se sepa. Ni fabricantes, ni operadores de telefon¨ªa saben c¨®mo desarrollar dispositivos t¨¦cnicos para frenar un peligroso juego que naci¨® en Londres y se ha extendido por Espa?a en forma de pandemia: la grabaci¨®n y difusi¨®n de agresiones y vejaciones a compa?eros de clase, amas de casa, indigentes o transe¨²ntes despistados. Los reclutas del m¨®vil no distinguen enemigos.
Le llaman 'happy slapping'
Los j¨®venes brit¨¢nicos descubrieron hace un par de a?os lo entretenido que resultaba alimentar la memoria del m¨®vil de contenidos violentos que posteriormente difund¨ªan. Comenzaron sacudiendo guantazos a los pasajeros del metro y de los autobuses. Y lo grababan. Continuaron propinando palizas a compa?eros de clase, que tambi¨¦n grababan. Y terminaron asesinando a un hombre de 37 a?os cuya muerte, y sobre todo la paliza previa, fue grabada desde un tel¨¦fono m¨®vil.
A ese juego que no ten¨ªa previsto cobrarse ninguna v¨ªctima mortal le pusieron de nombre happy slapping. En espa?ol de la calle podr¨ªa llamarse la colleja cachonda, aunque la traducci¨®n que han manejado los medios es mucho m¨¢s literal y algo m¨¢s eufem¨ªstica: el tortazo feliz.
La moda brit¨¢nica se propag¨® r¨¢pidamente por Europa. Los j¨®venes de Suecia, Irlanda y, algo m¨¢s tarde, los de Espa?a adoptaron tambi¨¦n esa forma de alimentar de contenidos a su m¨®vil. Primero por hacer unas risas, luego por ganar apuestas de pandilla, y m¨¢s tarde por convertir la violencia gratuita en un microespacio audiovisual para la micropantalla de los celulares. Un microprograma de televisi¨®n intercambiable con la comunidad de usuarios de terminales telef¨®nicos.
En s¨®lo unos d¨ªas, dedicando un rato por jornada, este periodista recopil¨® en Internet m¨¢s de cuatro horas de v¨ªdeos violentos grabados con tel¨¦fonos m¨®viles en todos los rincones del Primer Mundo y pa¨ªses emergentes. El Tercer Mundo no compite en esta siniestra carrera. Los informes de expertos coinciden en que s¨®lo los j¨®venes de familias de clase media hacia arriba tienen acceso razonable a la compra de terminales telef¨®nicos de tercera generaci¨®n.
Las obras no duran m¨¢s de dos minutos. La mayor¨ªa son secuencias completas que delatan la falta de pericia cinematogr¨¢fica de los autores, j¨®venes en su mayor¨ªa de entre 15 y 17 a?os, seg¨²n un informe del mes de febrero de la Fiscal¨ªa de Menores de Sevilla. Otras, sin embargo, podr¨ªan competir en festivales. Est¨¢n editadas con asombrosa profesionalidad: los autores han creado cortinillas, ralentizado ciertos movimientos para realzar la brutalidad de los ataques, llevan sus propias cabeceras e incluso van firmadas por el guionista y director, quienes camuflan su verdadera identidad bajo un ciberseud¨®nimo, un nick.
Pablo S. (16 a?os), estudiante de un instituto de Madrid, s¨®lo ha grabado con su m¨®vil la mano de una compa?era de clase que tiene dedos de contorsionista y los dobla para cualquier lado. Pero en su m¨®vil lleva m¨¢s de una docena de v¨ªdeos violentos que le han ido pasando y que a su vez ¨¦l ha pasado. Uno de ellos es japon¨¦s. Un estudiante de unos 15 a?os recibe una brutal paliza dentro del aula. Participan 11 de sus compa?eros. La v¨ªctima est¨¢ aterrada, pero no llora ni se queja. Estoicismo oriental durante tres largos minutos. Parece que le duele m¨¢s al que lo ve que al que lo sufre. Es uno de los ejemplos extremos disponibles en la Red de c¨®mo la gamberrada callejera londinense se convierte en algo extremadamente grave: acoso y violencia escolar; lo que los expertos llaman bullying.
El aspecto del joven agredido es adem¨¢s el prototipo de la v¨ªctima: "Sociable -sin llegar a ser popular-, alegre, con amigos y que se considera seguro de s¨ª mismo". Es el perfil que describe ?ngela Serrano, psicopedagoga, responsable del ¨¢rea de violencia escolar del Centro Reina Sof¨ªa de Valencia y compiladora de un reciente libro: Acoso y violencia en la escuela.
El objetivo de esa violencia no es otro que la diversi¨®n de los agresores, que se sienten impunes camuflados en el grupo. El resultado, sin embargo, estremece: "El acoso escolar menoscaba la personalidad de las v¨ªctimas". Mientras la seguridad del agredido disminuye, "la sensaci¨®n de soledad aumenta hasta el punto de que la v¨ªctima se siente solitaria". Todo esto sin tener en cuenta las lesiones f¨ªsicas constatables.
Delito sin autor
"Los v¨ªdeos nos los pasamos por bluetooth", dice Adriana H. (16 a?os), alumna del instituto Mart¨ªnez Monta?¨¦s, de Sevilla, un centro escolar que se convirti¨® en noticia cuando 10 alumnos insultaron, vejaron y grabaron con el m¨®vil a una compa?era con s¨ªndrome de Down. "Como el bluetooth de los m¨®viles tiene un alcance de entre 20 y 100 metros", explica Adriana, "el que tiene un v¨ªdeo chulo se lo env¨ªa s¨®lo a uno, pero le llega a todos los que tienen bluetooth en su m¨®vil. Da igual que est¨¦n en otra aula. Aqu¨ª no hay nadie que no tenga v¨ªdeos de ¨¦sos".
V¨ªdeos de ¨¦sos. Un corrillo de chavales y un m¨®vil encendido. En medio, dos muchachos de no m¨¢s de 17 a?os. Juegan a ver qui¨¦n aguanta el tortazo m¨¢s fuerte. Se r¨ªen. No cabe duda de que son buenos amigos. Como los dos aguantan, juegan ahora a ver qui¨¦n soporta el pu?etazo m¨¢s fuerte. El primero golpea con dureza, aunque con cierto comedimiento. El que replica asesta un fulminante derechazo al parietal de su amigo. Se desploma. Los ojos se le han dado la vuelta. Esta vez nadie se r¨ªe.
Albert Gab¨¤s, especialista en seguridad de redes y creador de un software que rastrea contenidos il¨ªcitos en las redes P2P, afirma que es imposible determinar a trav¨¦s de Internet qui¨¦n pudo ser el autor de ese v¨ªdeo o de cualquier otro de los que se pueden descargar en la red.
Seg¨²n Gab¨¤s, la mayor¨ªa de fotos realizadas por c¨¢maras digitales -tambi¨¦n las que van incorporadas a los m¨®viles- se etiquetan mediante un patr¨®n denominado Exif que permite identificar en muchos casos el modelo de la c¨¢mara, la marca y su n¨²mero de serie. A trav¨¦s de esos datos, con la colaboraci¨®n del fabricante, podr¨ªa determinarse la identidad del comprador, lo cual no garantiza la identificaci¨®n del autor material del v¨ªdeo. "En el caso de las c¨¢maras de v¨ªdeo de los m¨®viles es imposible", asegura Gab¨¤s. "Se puede averiguar qui¨¦n o qui¨¦nes difunden esos v¨ªdeos en Internet, pero t¨¦cnicamente no hay forma de identificar a su creador sin tener acceso a la c¨¢mara. Si fuera sencillo habr¨ªamos identificado ya a los miembros de Al Qaeda que difunden las ejecuciones de rehenes".
An¨¢lisis forense del v¨ªdeo
Para aproximarse a la autor¨ªa de un v¨ªdeo grabado con un celular es preciso, en primer lugar, "que se haya interpuesto una denuncia que permita la intervenci¨®n judicial de las comunicaciones", aclara el abogado Rafael Gimeno Bay¨®n, especialista en delitos contra la propiedad intelectual en Internet. Y s¨®lo en el caso de tener a varios sospechosos, y confiscados sus m¨®viles, se puede proceder a lo que se denomina an¨¢lisis t¨¦cnico-forense. "Un an¨¢lisis del v¨ªdeo en relaci¨®n a los m¨®viles, en ese caso, s¨ª puede determinar con qu¨¦ terminal se film¨®. Pero de forma gen¨¦rica es totalmente imposible".
El problema se complica cuando el v¨ªdeo comienza a ser distribuido. En Internet no hay forma de llegar a quien lo hizo. "Si el v¨ªdeo se difunde a trav¨¦s de mensajes multimedia, la identidad del difusor depende del grado de colaboraci¨®n que est¨¦ dispuesto a prestar el operador que da servicio a ese terminal", afirma Juan Salom, comandante de la Unidad de Delitos Inform¨¢ticos de la Guardia Civil.
Seg¨²n Gimeno Bay¨®n, no es f¨¢cil, pero tampoco imposible, derivar la responsabilidad hacia las empresas prestatarias de servicios electr¨®nicos de difusi¨®n. "Pueden tener una responsabilidad moral", se?ala, "pero dif¨ªcilmente penal, salvo que se tenga conocimiento previo de su uso para contenidos presuntamente il¨ªcitos". El ejemplo es obligado: "El fabricante de un cuchillo no es responsable de su uso posterior".
El bluetooth lo complica todo. Sencillamente porque es del todo imposible bloquear la transmisi¨®n de contenidos de un dispositivo como ¨¦se. "Y menos a¨²n, l¨®gicamente, identificar a quienes lo han difundido", puntualiza Gab¨¤s. Y aunque se les identificara, como explica Salom, difundir ese tipo de contenidos no es delito. "Es perseguible crear esos contenidos, pero no difundirlos; existe lo que se llama delitos de contenido, perfectamente definidos en convenios internacionales sobre actividades en Internet, y existe tambi¨¦n el delito de agresi¨®n en s¨ª, tipificado en el C¨®digo Penal. Pero exceptuando pornograf¨ªa infantil, terrorismo y comercio electr¨®nico, la difusi¨®n del resto de contenidos no est¨¢ perseguida", insisten los expertos.
El resultado jur¨ªdico de esta contradicci¨®n es manifiesto, y m¨¢s a¨²n si se tiene en cuenta que los responsables de las agresiones son menores de edad. En el caso de un asesinato realizado por un menor, la pena m¨¢xima que prev¨¦ la ley espa?ola es de ocho a?os de internamiento en un centro de menores y cinco de libertad vigilada. La pena que recay¨® sobre los 10 menores que agredieron en Sevilla a la compa?era con s¨ªndrome de Down fue dedicar entre 60 y 100 horas de trabajos sociales en centros ben¨¦ficos. David S., c¨®mplice en el abofeteamiento de transe¨²ntes barcelonesesa los que ¨¦l y su compa?ero golpeaban al grito de "?sonr¨ªe, Willy!", fue multado con 50 euros.
Gimeno Bay¨®n es contundente a la hora de valorar este tipo de condenas. "La respuesta de repulsa social a esta clase de hechos hace que los ciudadanos demanden al Estado una respuesta judicial similar. Pero el Estado no puede ni debe reaccionar como v¨ªctima del delito, no puede dar una respuesta vengativa. La reeducaci¨®n y la reinserci¨®n son las ¨²nicas respuestas constitucionales en estos casos".
En Londres no se andan con chiquilladas. Los cuatro menores autores de la muerte del camarero David Morley, grabado y asesinado en octubre de 2004 mientras sus agresores dec¨ªan estar realizando un documental, fueron condenados a penas de entre 8 y 12 a?os de prisi¨®n. A ra¨ªz de sucesos como ¨¦stos, el Gobierno brit¨¢nico dict¨® una ley contra la peque?a delincuencia que apenas ha surtido efecto. De hecho, el propio viceprimer ministro laborista fue v¨ªctima reciente de una videocolleja delante de sus guardaespaldas. Y la de Morley no ha sido la ¨²nica muerte en el Reino Unido, donde la polic¨ªa investig¨® en 2005 m¨¢s de 200 agresiones de este tipo.
Luc¨ªa Mar¨ªn Peidro, abogada especializada en nuevas tecnolog¨ªas, a?ad¨ªa a la lista de dificultades legales para sancionar estas acciones la condici¨®n "transnacional o global" del mecanismo difusor. Es una de las conclusiones de su investigaci¨®n. "La desaparici¨®n de fronteras f¨ªsicas en el entorno digital ha hecho que las respuestas legislativas hayan sido insuficientes para hacer frente a esta lucha".
Programas de intercambio de archivos de Internet ofrecen infinitos caminos para bajarse cuantos v¨ªdeos violentos se deseen grabados con tel¨¦fonos m¨®viles. Por m¨¢s l¨ªmites de acceso que ofrezca Bill Gates en sus vulnerables plataformas operativas, un muchacho de 15 a?os tarda menos en romper las barreras de acceso que un adulto en destapar una cerveza.

Que naveguen los padres
LA COSA es complicada. Tras a?os de debate internacional, como recuerda Mar¨ªn Peidro, se estableci¨® como principio que "el acceso de los menores a contenidos perjudiciales para su normal desarrollo" ser¨ªa considerado "responsabilidad de los padres y educadores, y no de las autoridades".Las acciones administrativas contra esta suerte de impunidad se han centrado hasta ahora en la regulaci¨®n del uso de los m¨®viles en algunos centros educativos sin una campa?a previa dirigida a concienciar a los j¨®venes y a sus familias de la gravedad que puede conllevar el uso irresponsable de estas tecnolog¨ªas.Las prohibiciones de acceder con m¨®viles a las escuelas ya est¨¢n en marcha en algunos centros espa?oles. Las medidas se elevan en la pir¨¢mide de la Administraci¨®n. La Consejer¨ªa de Educaci¨®n de la Comunidad Valenciana anunci¨® el pasado mes de marzo la regulaci¨®n del uso de m¨®viles en las escuelas despu¨¦s de que en un instituto de X¨¤tiva se registrara una violenta pelea de chicas que lleg¨® a los tel¨¦fonos m¨®viles de todos los alumnos. Tambi¨¦n el Gobierno ha reaccionado poniendo en marcha el Plan de Convivencia Escolar.
Sin embargo, hay pedagogos mucho m¨¢s esc¨¦pticos. Seg¨²n V¨ªctor Rodr¨ªguez, orientador del instituto Jos¨¦ Churriguera de Legan¨¦s, los j¨®venes "tienen derecho a llevar sus m¨®viles a la escuela, pero apagados". Porque "culpar a Internet o a los m¨®viles es echar balones fuera, algo en lo que los maestros caemos a veces cuando apartamos la mirada o calificamos de marginales este tipo de hechos porque no sabemos c¨®mo abordarlos".
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