"No creo que viva. Por favor, llame a mi amigo"
Uno de los senegaleses que aparecieron en Barbados pidi¨® ayuda para su familia antes de morir
"Procedo de Senegal, estuve viviendo un a?o en Cabo Verde. Esto va muy mal. No creo que salga con vida. Necesito que quien me encuentre env¨ªe este dinero a mi familia. Por favor, contacte con el tel¨¦fono de mi amigo Ibrahima Drame. Firmado: Diaw Sounkar Diemi". ?sta es la reconstrucci¨®n, a partir de varios testimonios obtenidos por EL PA?S, de la nota que los forenses de Barbados encontraron junto a 1.300 euros en el yate que un pescador encontr¨® a las cinco de la ma?ana del ¨²ltimo s¨¢bado de abril, a 76 millas sur sureste de Ragged Point (en la parroquia de San Felipe, al sureste de isla Barbados) con 11 cuerpos casi momificados de un grupo de 47 senegaleses que hab¨ªan partido cuatro meses antes (la noche del 25 de diciembre) desde el puerto de Praia, en Cabo Verde. La polic¨ªa sospecha que Sounkar Diaw la escribi¨® apenas sin fuerzas, cuando no ten¨ªa esperanzas de sobrevivir, acosado por la sed, el hambre y la desesperanza, tras ver morir y tirar por la borda los cuerpos de otros 36 compa?eros con quienes hab¨ªa emprendido el viaje hacia Canarias.
Las autoridades de Barbados y Senegal discrepan sobre qu¨¦ hacer con los cuerpos
Interpol busca a un mec¨¢nico espa?ol como presunto autor de estas muertes
Los n¨¢ufragos perdieron el m¨¢stil y las velas en una tormenta tropical
El n¨²mero de tel¨¦fono que dej¨® escrito ha sido la base sobre la que se ha reconstruido la historia de una de las mayores tragedias marinas vinculadas a la inmigraci¨®n desde ?frica a las islas. Su testimonio recuerda los centenares de vidas que han desaparecido en el oc¨¦ano de forma an¨®nima, sin que se sepa nada m¨¢s de ellas.
La polic¨ªa espa?ola ha puesto en manos de Interpol la descripci¨®n de un espa?ol, de nombre parecido a Robledo, de mediana edad, estatura baja, complexi¨®n fuerte, pelo negro, mec¨¢nico, que tiene contactos en Am¨¦rica, vive en Canarias y viaja con frecuencia a Cabo Verde, como presunto responsable de estas muertes, por haberlos embarcado, haberles cobrado arbitrariamente entre 1.200 y 1.500 euros y haberles enga?ado con la promesa de que llegar¨ªan a Canarias.
Los testimonios recogidos desde hace tres semanas apuntan a que este espa?ol al menos tiene dos colaboradores en el propio puerto de Praia, un argentino llamado Alex que vende y repara aparatos de aire acondicionado, y un caboverdiano conocido como Amadou, que tambi¨¦n perdi¨® un hijo y un hermano en este tr¨¢gico naufragio. El espa?ol sali¨® de Cabo Verde la ma?ana del 26 de diciembre y nadie m¨¢s lo ha visto hasta el momento, seg¨²n la informaci¨®n disponible hasta el momento.
Los cuerpos de los 11 cad¨¢veres saponificados (un estado similar a la momificaci¨®n) permanecen en una funeraria de la capital, Bridgetown (al suroeste de la isla). Tras la alerta dada por un pescador a las cinco de la madrugada, los buques guardacostas HMBS Trident y HMBS Endeavour salieron a su encuentro con militares y forenses. ?ste ¨²ltimo buque de la armada remolc¨® el yate. A las seis de la tarde atrac¨® en el muelle del cuartel general de Willoughby Fort. Un equipo del departamento de salud fue el primero en subir a bordo, para descartar cualquier enfermedad contagiosa. S¨®lo entonces, los militares autorizaron a los forenses a examinar los cuerpos.
En ese momento apareci¨® la nota de Sounkar Diaw y otros efectos, como documentaci¨®n de otros 37 hombres, un billete de Air Senegal, ropa, mendrugos de pan, latas de sardinas en tomate picante y botes vac¨ªos de zumos de fruta. Cuando este equipo finaliz¨® su trabajo, una cuadrilla del puerto envolvi¨® los cuerpos en s¨¢banas blancas y los traslad¨® a la funeraria Two Sons, bajo la mirada de decenas de curiosos que se acercaron a los alrededores del muelle. All¨ª llevan casi un mes, a la espera de que las autoridades de Barbados y Senegal fijen qu¨¦ se hace con ellos, seg¨²n confirm¨® a este peri¨®dico un testigo directo de la investigaci¨®n en Barbados que solicit¨® el anonimato.
A medida que se ha divulgado la investigaci¨®n iniciada por EL PA?S, la historia de este grupo de j¨®venes (algunos de ellos con 18 a?os reci¨¦n cumplidos) se ha enriquecido con el testimonio de familiares y amigos que han contactado con este peri¨®dico desde Senegal, Francia, Espa?a, Cabo Verde y Barbados. As¨ª, queda confirmado que la noche del 25 de diciembre de 2005 iban a partir desde el puerto de Praia 53 senegaleses, la mayor¨ªa nativos de la peque?a aldea rural de Cassamance (sur de Senegal), aunque sin relaci¨®n entre s¨ª y hablantes de diferentes lenguas, como wolof, mandinga y algo de franc¨¦s. Algunos de ellos, como Madang Sano, le dejaron su pasaporte a un amigo para que ¨¦ste se lo devolviera a su familia en Dakar, con la intenci¨®n de recuperarlo cuando llegara a Canarias.
Pero el espa?ol que los reclut¨® salt¨® a tierra y puso al mando del yate a un senegal¨¦s. En ese mismo instante, cinco inmigrantes desconfiaron de las verdaderas intenciones del due?o del barco, cambiaron de opini¨®n y tambi¨¦n quisieron abandonar, en un acto que, a la postre, les salv¨® la vida. Uno de ellos incluso salt¨® al mar cuando ya hab¨ªan zarpado. "La vela mayor se rompi¨® cuando la intent¨¢bamos izar; nadie sab¨ªa gobernar aquello, me dio miedo y salt¨¦", coment¨® a sus familiares esa misma noche. El pirata espa?ol y un intermediario conocido como Amadou s¨®lo les devolvieron el dinero cuando ¨¦stos presentaron una denuncia en la polic¨ªa, que finalmente no los detuvo.
El yate, sin nombre ni bandera, parti¨® la Navidad de 2005 desde Praia totalmente reparado, con un m¨¢stil de casi tres metros, velas y un motor auxiliar de 20 caballos con 40 litros de gas¨®leo, suficiente para las maniobras de atraque. Desde Cabo Verde, la nave enfil¨® rumbo a Canarias, bordeando la costa de Mauritania, como hacen los cayucos que parten desde Senegal. Sin embargo, a la altura de Nuadib¨², los inmigrantes perdieron el control del yate, a causa de una fuerte tormenta. El m¨¢stil se rompi¨®, las velas desaparecieron y quedaron a la deriva. En ese momento, cundi¨® el p¨¢nico. Los senegaleses que portaban tel¨¦fonos m¨®viles comenzaron a llamar a familiares y amigos. Una de esas llamadas lleg¨® al espa?ol que los hab¨ªa embarcado. Sin pretenderlo, hab¨ªan firmado su sentencia de muerte.
A las pocas horas, un buque de mayor calado, sin mediar palabra, les tira un cabo y los remolca. Para sorpresa de todos, ning¨²n tripulante les dirige la palabra, no les asisten con comida, ni agua, tampoco los arrastra hacia Canarias, ni hacia la costa africana, ni de regreso a Cabo Verde. Los introduce en el oc¨¦ano y, cuando tiene la certeza de que quedan a merced de la corriente ecuatorial del norte, corta de un machetazo el cabo y los abandona a la deriva.
EL PA?S ha podido reconstruir esta tragedia a partir de los testimonios y aportaciones de personas que han pedido el anonimato, algunas por miedo a represalias y otras porque consideran que su situaci¨®n irregular en distintos pa¨ªses los hace especialmente vulnerables.
La muerte de este grupo result¨® especialmente cruel. A la falta de comida y agua, se a?adi¨® la angustia de disponer de un motorcito con el que avanzar a menos de 5 nudos (unos 9 kil¨®metros por hora), ya inservible porque hab¨ªan agotado los 40 litros de combustible, y, en especial, la llegada de cuatro tormentas con olas de hasta 6 metros de altura (como un edificio de tres plantas) y vientos de 50 nudos (unos 90 kil¨®metros por hora). Aunque los m¨¦dicos consultados certifican que el grupo muri¨® en el primero de los cuatro meses de navegaci¨®n, el yate fue embestido por, al menos, cuatro fuertes tormentas antes de llegar a Barbados, seg¨²n certifican los registros meteorol¨®gicos de ese periodo aportados por el capit¨¢n de la marina mercante Tom¨¢s Gonz¨¢lez S¨¢nchez Ara?a.
La primera tormenta los sorprendi¨® el 6 de enero, a los 12 d¨ªas de navegaci¨®n, cuando con seguridad muchos a¨²n estaban con vida. Se trataba de la tormenta tropical bautizada como Zeta, con vientos superiores a los 150 kil¨®metros por hora. Los efectos de un fen¨®meno similar a¨²n se pueden comprobar en Canarias, azotada por la tormenta Delta el 29 de noviembre del a?o. Tras Zeta, sufrieron otras tres, a raz¨®n de una nueva tormenta cada 10 d¨ªas. La fuerza de los vientos arranc¨® el m¨¢stil de cuajo, por eso apareci¨® sin ¨¦l en Barbados. "Si hubieran sido arrastrados s¨®lo por la fuerza de la corriente", ilustra S¨¢nchez Ara?a, "habr¨ªan llegado al otro lado del Atl¨¢ntico en 10 meses o m¨¢s". La fuerza del viento redujo ese tiempo a apenas cuatro meses.
La aparici¨®n de los 11 cad¨¢veres de hombres j¨®venes de raza negra, con restos de ropa veraniega incrustados en sus cuerpos momificados en aguas de Barbados, dispar¨® numerosas hip¨®tesis en esta isla hasta conocer la historia real. Algunas versiones apuntaban a que se trataba de piratas que hab¨ªan asaltado a los aut¨¦nticos propietarios del yate (daneses o franceses) y que se hab¨ªan quedado con ¨¦l; otros, que los cuerpos parec¨ªan tener impactos de balas; otros m¨¢s suger¨ªan que se trataba de refugiados. La autopsia ha confirmado que murieron deshidratados y de hambre. Uno tras otro, los supervivientes los arrojaban al mar por la borda, hasta que quedaron los 11 ¨²ltimos que han permitido reconstruir esta tragedia.
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