La infancia malbaratada
La acumulaci¨®n del capital se perpet¨²a en otras acumulaciones m¨¢s rentables que simb¨®licas, como la basura, un pr¨®spero negocio donde el residuo se convierte en factor econ¨®mico de primera magnitud
Ni libre ni albedr¨ªo
El fundador de los llamados Legionarios de Cristo tiene tanto derecho a ser homosexual como a coleccionar cromos de los jugadores del Bar?a, pero lo que ya no est¨¢ tan claro es que cuente, al parecer, con un extenso historial de violaciones de adolescentes tras los muros de los seminarios. Los legionarios de cristo que conozco (pululan ahora por los centros p¨²blicos de primaria) presumen de una serie de virtudes peligrosas que los convierten a menudo en temibles adversarios por aburrimiento, pero todav¨ªa ninguno de ellos ha mostrado preocupaci¨®n alguna por la integridad moral y f¨ªsica de sus hijos a la luz de las miserables haza?as del Fundador. El Papa recomienda tener cuidado con la afectividad en los seminarios y otros lugares de peligro, cuando la violaci¨®n de jovencitos debe m¨¢s al salvajismo b¨¢rbaro que a la delicadeza afectiva.
El s¨ªndrome de Di¨®genes
El caso de Juan Antonio Roca, ese avispado constructor o lo que sea que tom¨® por asalto la bicoca urban¨ªstica del ayuntamiento de Marbella, viene a ser como lo que periodistas y psic¨®logos de televisi¨®n llaman "el s¨ªndrome de Di¨®genes", pero al rev¨¦s. Hay ancianos, sobre todo ancianos, que viven solos y en la miseria y que acumulan en sus veinte metros cuadrados de pocilga cualquier basura que encuentran en la calle. El Di¨®genes de post¨ªn tambi¨¦n acumula basuras, pero en viviendas de mil metros edificados construidas en urbanizaciones exclusivas. Se parecen algo, en sus miserias m¨¢s que en sus grandezas, al Ciudadano Kane de Orson Welles, encerrado tras las verjas de Xanad¨² con sus miles de estrafalarios objetos art¨ªsticos de mucho valor. Marx, hay que reconocerlo, se equivoc¨® al menos en una cosa: el dinero puede ser una basura, pero la basura no es dinero. En un momento, tan hist¨®rico como otros, en el que casi todo el dinero circulante proviene de la basura y de sus m¨²ltiples recalificaciones.
La pela m¨ªtica
El pufo de Terra M¨ªtica acabar¨¢ por revelarse tan chapucero como ese fracasado parque de atracciones que hab¨ªa de ser la envidia mundial y sacarnos a los valencianos, o a los alicantinos al menos, de la miseria de los secarrales del sur de la comunidad. Hasta ahora, parece haber pocas dudas de que, en efecto, ha sacado de la miseria a un reducido n¨²mero de sujetos preseleccionados que, encima, desde?an habitar un adosado en Finestrat como segunda residencia para instalarse bajo la sombra oblicua de las Kio all¨ª donde la Castellana madrile?a es m¨¢s General¨ªsimo que nunca. Los millones de euros que han volado en esta historia de espadachines fingidos son m¨¢s numerosos si se cuentan en las pesetas en que los protagonistas del ingenio fueron educados. Son muchas pesetas, muchos euros, muchos d¨®lares, muchas libras, muchos yenes. Mucho dinero para quien, en cualquier pel¨ªcula de Berlanga, no habr¨ªa pasado del papel de extra sin frase como mamporrero.
El dopaje, vaya
No es operativo pedirle a un ciclista que se suba el Alpe d'Huez a toda pastilla sin m¨¢s ayuda que un caf¨¦ con leche donde mojar el curas¨¢n, por lo mismo que el tranquilo ejecutivo se mete un par de whiskis a media tarde para llegar sin da?o hasta la noche, el broker se empolva la nariz en el ba?o de la planta noble del bloque de oficinas o el discotequero de fin de semana va de lo que sea para aguantar la marcha de un par de amaneceres consecutivos. Hay esfuerzos que merecen recompensa, cierto, pero rara vez pueden realizarse con garant¨ªas de ¨¦xito de no mediar est¨ªmulos mayores que la simple confianza en la victoria. El paleta de obra se hace un par de carajillos antes de pegar ladrillo tras ladrillo durante diez horas, y no hace tanto tiempo que apacibles amas de casa iban de anfeta hasta las cejas. ?Dopaje? Pues claro que s¨ª. Pero si se regula, que no sea solo contra los deportistas de marca.
Brines en la Academia
Ten¨ªa que pasar un d¨ªa u otro, as¨ª que ya tenemos a Paco Brines en su sill¨®n de la Academia, como merece quien ha sabido construirse como uno de los poetas mayores de su generaci¨®n. Pocas veces este pa¨ªs ha dado persona de tanta cultura y conversador infatigable al hilo de una curiosidad infinita, una circunstancia personal que a veces parece colisionar con la exacta desnudez de sus poemas. Brines conserva esa sonrisa de ni?o pillado en falta cuando sugiere alguna leve maldad y es de los que escuchan m¨¢s con los ojos que con los o¨ªdos. En las noches del antiguo Caf¨¦ Malvarrosa impart¨ªa su magisterio sin saberlo, quiero decir que fuimos muchos los que aprendimos de ¨¦l esos detalles de la observaci¨®n que no vienen en los libros. Aprendices de un saber cl¨¢sico que nunca dominaremos como ¨¦l sabe hacerlo.
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