Cruce de caminos
El presidente del Gobierno abri¨® ayer el debate sobre el estado de la naci¨®n hablando de lo que, seg¨²n el l¨ªder de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, m¨¢s interesa a los ciudadanos -empleo, educaci¨®n, seguridad y otros problemas sociales- y pasando de puntillas sobre lo que, seg¨²n el propio Rajoy, no interesa a nadie: las reformas territoriales. La paradoja estuvo en que fue de esto ¨²ltimo de lo que m¨¢s habl¨® Rajoy. Ambos discursos acabaron cruz¨¢ndose m¨¢s tarde en torno a la cuesti¨®n territorial, mientras que los dos evitaron entrar a fondo en el asunto m¨¢s candente del momento: las expectativas abiertas por el alto el fuego de ETA. El presidente se limit¨® a pedir la colaboraci¨®n del PP, y Rajoy, a marcar escuetamente las l¨ªneas rojas que no deber¨ªan traspasarse en los contactos previstos con la banda.
Las profec¨ªas catastrofistas de Rajoy en el debate de 2005 sobre la econom¨ªa no se han verificado, seg¨²n demostr¨® Zapatero con datos. No lo dijo as¨ª, pero el mensaje impl¨ªcito fue que este Gobierno aplica medidas liberales para crecer (incluyendo las reformas fiscales) y socialdem¨®cratas para redistribuir. El presidente se mostr¨® en este tema muy seguro y solvente en el manejo de las cifras: todos los par¨¢metros han mejorado desde que gobierna, lo que desmiente el argumento de que los socialistas est¨¢n malbaratando la herencia saneada que se encontraron. Hubo menciones reiteradas a los j¨®venes y anuncio de medidas concretas para favorecer su acceso a la vivienda, por un lado, y a empleos fijos, por otro. Tambi¨¦n las hubo para las personas mayores y dependientes, objeto de la ley de mayor calado social de la legislatura.
La discusi¨®n sobre la seguridad ciudadana result¨® brumosa por el empe?o de llevar el debate a terrenos estad¨ªsticos. Lo ¨²nico sustantivo fue la importancia que parecen dar ambos partidos al incremento de las plantillas de los cuerpos de seguridad. Por el contrario, es dudosa la utilidad pr¨¢ctica, disuasoria, de las nuevas reformas en el C¨®digo penal, sobre todo la agravaci¨®n de penas para ciertos delitos, planteadas para hacer frente a la alarma creada por los asaltos a viviendas. Rajoy acus¨® a Zapatero de carecer de pol¨ªtica de inmigraci¨®n y volvi¨® a hablar de "efecto llamada", "papeles para todos" y otros t¨®picos a prop¨®sito de una regularizaci¨®n que, como record¨® Zapatero, han tenido que abordar todos los gobiernos europeos, incluido en el de Aznar. El presidente record¨® la m¨¢s que criticable gesti¨®n del propio Rajoy y su compa?ero Acebes en su ¨¦poca de ministros del Interior para defender su pol¨ªtica en inmigraci¨®n y seguridad, un tema especialmente sensible para los ciudadanos.
Rajoy acus¨® a Zapatero de ser culpable de la ruptura del consenso sobre la reconciliaci¨®n entre espa?oles. Aunque la acusaci¨®n sea injusta, tiene raz¨®n el l¨ªder de la oposici¨®n al decir que los espa?oles de hoy est¨¢n muy mezclados en cuanto a los bandos que entonces se enfrentaron, y que no tiene sentido un concurso para determinar a qu¨¦ bando pertenece cada familia o para considerar a los partidos democr¨¢ticos de hoy continuadores de los que se enfrentaron hace 70 a?os. Rajoy cit¨® varias veces el Pacto del Tinell como prueba de pol¨ªticas excluyentes contra su partido en aras de favorecer la alianza del PSOE con formaciones nacionalistas. Tanto Carod como Maragall reconocieron en su momento p¨²blicamente que fue un error introducir en ese pacto el compromiso de no pactar con el PP en ninguna instituci¨®n.
Ambos l¨ªderes coincidieron en acusarse rec¨ªprocamente de carecer de una idea clara de Espa?a. El uno por no entender su pluralidad y el otro, por ir a remolque de aliados inseguros. El catastrofismo del PP en las cuestiones m¨¢s afiladas de la pol¨ªtica territorial ha impedido llegar a acuerdos en asuntos en los que tal vez estaban m¨¢s de acuerdo entre s¨ª que cualquiera de ellos con los dem¨¢s grupos. Sin embargo, que las reformas en marcha no hayan provocado la ruptura de la unidad de Espa?a, como auguraron los m¨¢s sectarios de la derecha, no convierte necesariamente en convenientes tales reformas. En esto falt¨® un punto de autocr¨ªtica de Zapatero, al menos sobre su compromiso de avalar cualquier proyecto que llegase de Catalu?a. Zapatero insisti¨® en la conveniencia del m¨¢ximo consenso en las reformas territoriales pero incluyendo a las formaciones nacionalistas, lo cual puede considerarse una autocr¨ªtica respecto a los pactos auton¨®micos PSOE-PP del pasado.
La descalificaci¨®n sumaria practicada por Rajoy en materia de pol¨ªtica exterior (Espa?a ha desaparecido del mapa, sus amigos nos nacionalizan nuestras empresas en Bolivia, etc¨¦tera) puso f¨¢cil a Zapatero la respuesta al preguntar si, ahora que Bush y Blair han reconocido los graves errores cometidos en relaci¨®n con Irak, har¨¢ lo mismo el PP ante el Parlamento y ante los ciudadanos espa?oles.
El debate no fue ayer tan bronco como el del a?o pasado, incluyendo la actuaci¨®n de las bancadas respectivas, pero estuvo a punto de descarrilar por la gresca montada sobre los tiempos concedidos a la oposici¨®n, que Rajoy plante¨® de manera demag¨®gica (nadie le "expulsaba de la tribuna", como dijo) y que el presidente Mar¨ªn no acert¨® a encauzar.
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